Capítulo 13

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— ¿Ahora qué hacemos? ¡Nos va a pillar! ¿Quién me manda a seguirte?— se lamenta el chico.

— ¡Shh! Si sigues hablando así de alto sí que nos va a encontrar aquí— le pone el dedo índice sobre sus labios—. ¿Tienen teléfono fijo?— el joven asiente—. ¿Y te lo sabes de memoria?— vuelve a asentir—. Llama desde mi móvil, rápido.

Acata las órdenes que le da su amiga como si fuese un robot dispuesto a hacer todo lo que le manden. Apenas pasan unos segundos cuando empieza a sonar el teléfono de la casa. Se escuchan pasos alejándose del pasillo.

Ambos se acercan a la puerta y sacan sus cabezas. El pasillo está despejado. Cuelgan la llamada. No tienen mucho tiempo para salir de esas cuatro paredes sin que les pillen. Sin perder más tiempo, salen corriendo de la habitación, no sin antes cerrar la puerta para que parezca que nadie ha entrado a husmear. Se apresuran a llegar a la habitación de Aarón y, una vez dentro, cierran sigilosamente la puerta.

Sus respiraciones están algo alteradas. Una ligera capa de sudor le empapa la frente a la chica, el chico está bañado en sudor. Este se pasa la mano por la frente y se despeina el cabello. Su amiga lo mira.

Lo conoce lo suficiente como para saber que todo esto le está pasando factura. Aarón se pone muy nervioso cuando no sabe cómo manejar la situación, cuando no ve el camino claramente. El hecho de descubrir que es bastante probable que su compañero de piso esté trabajando para Pedro no ayuda para nada. Aunque él intenta disimularlo, ella ha notado el cambio que ha dado su amigo.

Se fija en su cara. Tiene pequeñas sombras bajo los ojos, no ha dormido bien. Clava su mirada en sus ojos, algo dentro de ella se agrieta. Le duele ver a su amigo de esa forma.

Su voz la saca de sus pensamientos.

— Eso estuvo muy cerca— la chica lo abraza, él la mira extrañado.

— Lo siento— dice contra su pecho, Aarón hunde más sus cejas.

— ¿Por?

— Por meterte en todo esto. Lo siento mucho, de verdad— a este punto las cejas del muchacho parecen ser una.

— Sigo sin entender.

— Que por mi culpa estás más apagado— trata de explicar la chica.

— Eso no es verdad.

— No trates de mentirme en la cara, por favor. Te conozco lo suficiente para saber que estás más apagado, tus ojos no tienen el mismo brillo que antes. Tienes ojeras y eso solo pasa cuando hay algo demasiado grande que no sabes cómo manejar. Estás así desde que te conté lo que me pasó en aquella casa. Lo menos que quiero ahora es que una de las pocas personas que me quiere esté mal por mi culpa— baja la cabeza, su amigo la vuelve a abrazar.

— No te preocupes, enana. Simplemente tengo algo de sueño porque ayer me quedé despierto hasta tarde viendo Netflix, de ahí mi cara de muerto— le sonríe—. Y no importa cuán grande sea el problema que tengas, siempre podrás contar conmigo para lo que sea. Siempre ha sido así y esta vez no va a ser menos— le agarra la cara y se la levanta para que le mire a los ojos—. Así que pon a trabajar a tu neurona para acabar con Di Rizzuto de una jodida vez— le da un beso en la frente y justo llaman a la puerta—. ¡La comida!— la suelta y, eufórico, se va hacia la puerta.

Ahí está la parte de Aarón que tanto le gustaba. El mini Aarón. Cada vez que sale a la luz se comporta como si tuviera cinco años y no veinte.

Rueda los ojos mientras sonríe y va hacia la cocina. Comen hablando de anécdotas del pasado cuando aparece Samuel en la cocina. Se hacen los sorprendidos.

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