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Sabía que no podía confiar en el maldito perro traidor de Douma.

Le contó al maestro que tenía cautiva a una mujer y que curé su tobillo.

El desgraciado nos espió.

Nuestro jefe fue hasta mi nueva cabaña y nos encontró durmiendo. Me llevó hasta afuera y comenzó a atacarme preguntando por qué tenía conmigo a una cazadora con vida y por qué le ayudaba.

Tuve que decirle que me estaba divirtiendo con ella y que por eso me interesaba mantenerla en buen estado para devorarla cuando me cansara de tenerla ahí.

Pensé que me había creído.

- No me interesa lo que hagas con esa cazadora. Está más que claro que no tiene la fuerza para hacerme un solo rasguño. Quién me interesa es el cazador con los aretes de hanafuda.

- Entiendo, señor.

Volvió a herirme.

- No vuelvas a intentar verme la cara de estúpido. Sé que tienes un interés diferente en ella.

Las heridas provocadas por él siempre tardaban más en sanar.

Después de ver que asentí se retiró y yo espere a que las heridas sanaran. Cuando estaban por regenerarse por completo entré y me senté a un lado de mi cazadora.

- ¿Qué te pasó? - Parecía preocupada y eso me alegraba.

- Quisiera poder tenerte conmigo siempre - Algo en mi garganta no me dejaba hablar bien. ¿Qué me estaba pasando? Sentí una necesidad enorme por abrazarla por primera vez y ella sorprendentemente me lo permitió - Ni siquiera sé tú nombre, eres humana, yo un demonio que ha matado a cientos de personas, herí a tu amigo Kyojuro, sé que será difícil que me creas pero te juro por lo que me pidas, que lo lamento tanto que sólo seguía órdenes y que haré lo que sea necesario porque siempre estés a salvo.

Mis palabras fueron sinceras, salieron directamente de mi corazón, si es que todavía tenía uno.

- Me llamo Kaori Hira.

Por fin me lo dijo, por fin sabía el nombre de la mujer que me tenía cautivado.

- Déjame mostrarte algo - Quité la cadena de su tobillo, tomé su katana y la tomé en mis brazos. - Agárrate fuerte.

Ella me hizo caso, se aferró de mi cuello y de mi chaleco. Sentí su rostro pegado a mi pecho y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

Quería cuidarla para siempre, pero siendo un demonio era imposible.

- Ya puedes abrir los ojos, pero no mires hacia aba....

- ¡MALDITA SEA! ¿QUIERES MATARME A CASO? - Había olvidado lo necia que era. Se aferró aún más a mí y me hizo sentir bien pensar que de algún modo, yo le hacía sentir segura.

- Te dije que no miraras hacia abajo -  me senté en la rama de mi pino favorito colgando mis piernas por cada lado y la jalé hacia mí, la abracé de la cintura y recargando mi cara en su cabeza pude sentir su aroma de nuevo. Cada día me parecía más exquisito. - Quería mostrarte el cielo. Hoy la luna luce hermosa.

No había querido compartir ese lugar con nadie, sin embargo con ella quería compartirlo todo.

El brillo de la luna me hipnotizaba y estar con Kaori entre mis brazos me hacía sentir tranquilo, aunque fuera la única vez que estuviera así con ella.

- Hoy te dejaré ir. - Susurré

- ¿Qué?

Le expliqué los motivos. Sabía que a mi lado no estaría a salvo de Muzan y que lo mejor era dejarla ir, al menos los cazadores tenían más posibilidades de atacarlo sin morir antes de intentarlo.

Me agradeció y sonrió. Era una sonrisa muy, muy hermosa.

- Tu sonrisa es preciosa, Kaori. - Tomé su rostro con delicadeza y la besé. Y lo mejor de todo es que ella me respondió sin tener que usar mi poder sobre ella.

- Eres deliciosa... - Le dije mirándolo a los ojos y ella estaba sonrojada.

Logré ponerla nerviosa, me pidió que la bajara con el pretexto de que comenzaba a marearse, pero era claro que mi beso, de algún modo, la afectó.

- Como ordenes - Le dije y la tomé en brazos, como el tesoro más precioso que pudiera existir.

Cuando le dije que regresaría solo a la cabaña ella me sorprendió con su pregunta.

- ¿Estás seguro?

Y vi que ella también se sorprendió.

- Créeme que si fuera por mí, jamás te dejaría ir. - Tomé su lindo rostro entre mis manos - No sé qué me pasa contigo, Kaori, pero lo más importante para mí es que estés a salvo. Me he asegurado de que no haya ningún demonio merodeando por el lugar, así que puedes irte tranquila.

Le entregué su katana, volvió a agradecerme y después de darle instrucciones sobre cómo regresar tomó mi rostro entre sus manos y besó mi mejilla después de agradecerme por haberla cuidado.

Tuvo que apoyarse en la punta de sus pies para alcanzarme. Ella deseaba besarme y no lo sabía.

Toqué la mejilla que previamente ella besó y sonreí. Una humana me había enamorado.
Y dejarla ir a pesar de mis deseos de mantenerla a mi lado, fue lo que me hizo darme cuenta de lo mucho que la amaba.

Me hubiera gustado volver a besarla, pero sabía que al hacerlo, ya no la dejaría ir.

Me adentré a la montaña y aunque no habían pasado más que unos minutos desde que nos despedimos, ya la extrañaba.

AkazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora