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Seguí merodeando por el lugar cada noche y a pesar de que deseaba entrar de nuevo a su habitación trataba de controlarme, no quería meterla en problemas.

La notaba triste, podía apostar que era por culpa de ese pilar. Era un pendejo y ya lo odiaba. Quería abrazarla, pero decidí que era mejor ser prudente y me controlé.

Sólo entraba una que otra noche para mirarla. Una de esas noches comenzó a hablar mientras dormía. Me pareció algo tierno hasta que nombró a su padre y a su hermano.

Nunca me había puesto a pensar las razones por las que se convirtió en cazadora, pero por el sueño que tenía en ese momento parecía ser que perdió a su familia en manos de uno de nosotros.

No pude evitar sentirme culpable. Sólo esperaba no haber sido yo ese demonio y que ese fuera el motivo por el que sus ojos me parecían conocidos.

Comencé a sentirme mal anímicamente y decidí irme.

Sólo bastó faltar una noche para después darme cuenta que probablemente se había ido a alguna misión.

No sabía cuánto tardaría así que dejé de rondar por esos lugares unos días.

Las reuniones con Muzan eran siempre lo mismo. Castigos, burlas de Douma e insultos de Kokushibou para conmigo.

Comenzaba a hartarme de esa vida. Pero ya no podía hacer nada por cambiar las cosas.

Poder ver a Kaori era lo único que me motivaba. A pesar de haberme confesado estar enamorada de alguien más, que era más que seguro que se trataba de ese pilar con cara de amargado, yo me había decidido a seguir cuidándola y disfrutándola mientras ella lo permitiera.

Yo ya era suyo.

Pasé un eterno mes sin saber de ella, hasta que por fin la vi merodeando por la sede. Llegaba cada noche a tomar su baño de rutina después de entrenar, secaba y cepillaba su cabello (noté que ya no era largo) envuelta en su toalla y después se desnudaba para ponerse ese camisón blanco que marcaba perfectamente sus preciosos senos.

La había estudiado por completo y cada día me gustaba más.

Desde la primera noche que regresó entraba a su habitación para cuidarla mientras dormía. Acariciaba sus brazos y su cabello sin que ella lo notara y trataba de cubrirla para que no sintiera frío.

Aunque me moría por ser yo quién le brindara calor.

Cuidaba también que nadie la espiara. Eso solo podía hacerlo yo. Así que cerraba bien las cortinas y ventanas de su habitación cuando tenía que retirarme.

Pero una noche ya no pude más y decidí llegar antes de que saliera de su baño rutinario para platicar con ella y disfrutar de su sabor un momento.

Me recosté en su cama, pude sentir su aroma impregnado en ella y me puse cómodo mientras ella salía.

Me quedé absorto en mis pensamientos y no me había dado cuenta de que ella ya había salido del baño, hasta que carraspeó.

- No sabía si entrar para acompañarte y tallarte la espalda. Creí que sería muy irrespetuoso de mi parte así que mejor te esperé aquí. - Bromeé con ella

Me regañó por entrar de nuevo en su habitación sin avisar. Si supiera que lo había hecho decenas de veces antes...

- Es muy tentador verte así. - Me acerqué a ella - tu piel húmeda me provoca tanto... - acaricié su espalda con la punta de mis dedos y vi que dio un pequeño respingo y su piel volvía a erizarse.

Me encantaba, me excitaba a sobremanera poder provocar esas sensaciones en ella.

Le pregunté qué había pasado con su cabello.

- Me gusta, deja a la vista la exquisitez de tu cuello... - Le dije y mordí la piel blanca que lo cubría. Disfruté en el momento en que ella inclinó su cabeza para facilitarme besarle y recorrer también su hombro con mi lengua.

En esta ocasión fue ella quien se lanzó a mí para besarme, sus brazos rodearon mi cuello y acariciaban mi cabello y aunque en un principio me desconcertó su actitud, decidí tumbarla sobre la cama y quitarle esa bendita toalla de encima.

Su figura era preciosa, me gustaba que no fuera tan delgada, sus curvas quedaban muy bien con su rostro dulce. Y está de más decir que sus pechos desnudos provocaron mi erección con sólo verlos.

- No sabes cuánto deseaba este momento... - le dije

Sin perder más tiempo me fui sobre ella para besar y tocar cada rincón de su ser. Por fin pude sostener uno de sus senos en mis manos y jugué con su pezón apretándolo suavemente con mis dedos. No pude contenerme un segundo más así que baje directamente a su delicioso sexo, era cálido, estaba ya muy húmedo y ni siquiera había empezado a hacerle lo que tanto deseaba.

Su olor me embriagaba, quería devorarla, quería brindarle el mejor de los momentos, paseé mi lengua de abajo hacia arriba en repetidas ocasiones y succioné su rosado e hinchado clítoris provocando que se arqueara y abriera sus piernas exigiendo más. Sus caderas comenzaron un vaivén excitante que me provocaban penetrarla de una vez.

Pero ella no quería que parara, sostenía mi cabeza para que nunca abandonara ese lugar tan húmedo y ahora caliente y palpitante. Abracé sus caderas para que no pudiera escapar de mí

Todo iba perfecto, hasta que interrumpieron golpeando a su puerta.

Maldito sea el desgraciado que me arruinó la noche.

Me detuve, la cubrí con la toalla y después me escondí en su baño.

Mientras estaba dentro escuché como el jabalí que ya había conocido le pedía llevar algo de comida para su viaje.

De nuevo se iría a una misión.

Una vez que escuché que cerró la puerta de su habitación, salí del baño y me acerqué a ella. Yo me sentía feliz.

- ¿En qué estábamos? - la abracé y pegué a mí para hacerle saber lo que me provocaba

Pero el imbécil de su amigo lo arruinó. Me pidió que me fuera, ella tenía razón, podrían descubrirnos. La noté apenada y trató de disculparse.

- No te preocupes, tienes razón. No quiero meterte en problemas. - la besé en los labios - Disfruté mucho tu sabor. - No quería separarme de ella. Apreté suavemente sus caderas, me resistía a irme. Pero tenía que hacerlo.

Esa noche me fui más satisfecho que en la ocasión anterior.

Yo quería volver a probar el sabor de sus labios. Y terminé probando el sabor de todo en ella.

AkazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora