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Cuando despertó su temperatura estaba muy alta y no dejaba de estornudar. La pobrecita se veía mal, sus ojitos eran más rojos que los de Muzan y no podía hablar bien por lo congestionada que estaba.

Le pregunté qué necesitaba para sentirse mejor y sin pensarlo salí a buscarlo todo.
Hurté en alguna que otra droguería y conseguí miel natural.

También hurté comida que contuviera carnes y verduras para que mejorara rápido.
Mientras hacía todo eso analicé en lo que podría ofrecerle si decidiera quedarse conmigo siempre.

No podía ofrecerle más, siendo un demonio que necesitaba saciar su sed de sangre con humanos, sería difícil relacionarme con ellos para que ella pudiera llevar una vida normal.

Empecé a darme por vencido. Procuré que tomara su medicamento y comiera bien. Después, cuando se aliviara la dejaría en la sede sin que se diera cuenta. Ella pertenecía a ese lugar.

Una noche tuve que asistir nuevamente a una reunión con Muzan. Tenía planes de atacar la sede de los cazadores y fue ahí que decidí mantener a Kaori a mi lado.

Algún demonio le dio información de la ubicación y sus planes marchaban a su conveniencia.

Pero seguía enojado, no encontrábamos la maldita flor que él tanto buscaba y nos hirió a todos.

Casa día era más fuerte y las heridas que nos inflingía ya no se regeneraban tan fácil.

Regresé con mi cazadora y la vi sentada observando las nubes que se colaban entre las ramas de los árboles más altos.

- Te ves mejor - Le dije mientras me sentaba a su lado, disimulando la herida que aún no sanaba.

Había pasado una semana desde aquella noche de tormenta.

- Me cuidaste muy bien. - Sonrió agradecida

Le dije que sólo había hecho lo que ella me decía, pero ella insistía en que la cuidé y eso no me lo había pedido. Volvió a agradecerme. Ambos nos sonrojamos cuando le dije que no me gustaba verla enferma.

Un pequeño dolor me hizo quejarme.

- ¿Qué te pasó? - Vio mi herida y se notaba preocupada.

- No te preocupes, estaré bien.

- Te duele... - Quiso tocarme, pero quería evitar que se ensuciara con mi sangre y tomé su mano antes de pudiera acercarla a mi herida.

- ¿Te preocupas por mí? - La jalé hacia mí abrazándola por la cintura y sosteniendo aún su mano.

Ella trató de evadir mi pregunta, pero cuando le insistí en que me respondiera me sorprendió

- Sí...

- ¿Por qué?

- Porque te quiero.

Aunque yo lo sentía por la manera en que correspondía a mis besos y caricias, nunca creí que ella lo aceptaría.

Me olvidé del dolor que la herida me provocaba y me lancé a sus labios. Los besé con deseo y ella me besaba igual a mí. Acaricié su cuerpo, sus exquisitos senos, y sus suaves piernas.

Ella también disfrutaba de mí físico, acariciaba mi abdomen, mis brazos, mi espalda, mi cabello...

La tumbé sobre el futón y seguía besando sus labios, ya hinchados por tanto ser besados, abrió sus maravillosas piernas para dejar que me acomodara entre ellas y agradecido acaricie una de ellas.

Pero el temor a que de nuevo retrocediera, como hacía anteriormente, apareció en el momento en que se detuvo y me miró.

- Hazme tuya...

No podía creerlo, por fin podría hacerla mía, ella me lo pedía, por fin se entregaría a mí. La desnudé por completo y me desnudé dejándole ver qué estaba completamente listo para ella.

Abrí sus piernas con las mías y acaricie su precioso rostro.

- ¿Es lo que deseas? - Le pregunté, quería que estuviera segura de ello.

- Es lo que deseo. - Me besó.

La felicidad invadió todo mi cuerpo, pero en cuanto intenté penetrarla vi que sus ojos se apretaban por el dolor.

¿Era virgen? ¿Kaori me estaba entregando su virginidad a mí? ¿A un demonio?

Algo realmente bueno debí haber hecho.

- ¿Es la primera vez que tú...?

- Sí - Respondió tímidamente.

Mi amor...

Le prometí que sería cuidadoso. No quería lastimarla. Su primera vez tenía que ser inolvidable y yo me encargaría de ello.

Fui directamente a su intimidad, besaba y succionaba suavemente cada rincón de ella y mi amor, mi cazadora, se agitaba cada vez más. Acariciaba sus senos mientras seguía devorando su virginal sexo y poco poco penetré con mi lengua extrayendo con ella los deliciosos jugos que salían de su interior. Ese delicioso manjar... Podría pasar mi vida entera así. Ella se retorcía del placer, había llegado su primer orgasmo. Me sentía orgulloso de haberle brindado ese gozo, subí hacia su rostro sonrojado y la bese con suavidad mientras con mis dedos seguía jugando con su clítoris que palpitaba aún por el estallido de placer. Poco a poco me abrí paso con mis dedos en su interior y cuando llegó el momento la penetré con mi duro, erecto y ansioso pene. Comencé a moverme encima suyo hasta entrar por completo y aunque al principio un ligero dolor la hizo dar un pequeño brinquito, me besó para hacerme saber que estaba lista para mí.

No tardó mucho para acoplarse a mis movimientos, mi hermosa cazadora aprendía rápido y nuestros gemidos eran la muestra de lo mucho que nos gozamos mutuamente.

Me levanté y quedé en rodillas frente a ella, levanté sus caderas para penetrarla con más profundidad y ver sus senos moviéndose al ritmo de mis embestidas me extasiaba.

Podía ver en su rostro que ella también disfrutaba de verme ahí frente a ella, lo disfrutaba tanto que un grito ahogado por su segundo orgasmo llegó.

- Tus gemidos me vuelven loco, cazadora... - Le dije mientras me miraba deseosa de recibir mi eyaculación dentro de ella.

No tardé mucho para complacerla y complacerme.

Mi orgasmo llegó y junto a mis gemidos de placer mi pene comenzó a bombear todo el semen dentro de mi cazadora, dentro de mi mujer.

Me acosté a un lado de ella y ella se acercó a mi con una tímida sonrisa para besarme. Todo era perfecto.

Extendí mi brazo para que se acomodara en él y ella no dudó un segundo para acurrucarse en mi pecho, y abrazarme con sus brazos y colocar una de sus piernas encima de las mías.

Sabía que sería difícil para ella aceptarlo. Pero estaba seguro que sus sentimientos hacia mí, eran más que simple atracción y cariño.

No cualquier humana, que además era virgen, se entregaría a un demonio sin algún hechizo o hipnosis de por medio.

Ella y yo estábamos unidos. Estábamos unidos porque muy dentro de ella, algo le pidió entregarse a mí.

AkazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora