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Sabía que esa mañana, Kaori saldría a una nueva misión junto a su amigo jabalí.

Me pareció extraño porque el maestro no había enviado demonios por el momento. Estaba concentrándose para encontrar la manera de tomar a la hermana demonio de Tanjiro, el mocoso llorón.

Así que me decidí a buscarla una vez anocheciera. Conocía perfectamente su olor y su aura de pelea, que estaba la mayoría del tiempo activa, así que no me fue difícil encontrarla.

Desde uno de los árboles que rodeaban la montaña en la que se adentró, vi que se refugiaron  de la tormenta que, para su mala suerte había caído esa noche, en un viejo templo.

Sentí celos de saber que pasarían la noche juntos, así que me acerqué para asegurarme de que nada extraño ocurriera esa noche.
Pero me sorprendí al escuchar que mientras discutían por alguna razón, el jabalí la llamó "hermana".

Ella comenzó a llorar y él trataba de calmarla, pero la necedad de mi cazadora pudo más y aunque en un principio fingió haberse controlado, solo esperó a que el otro volviera a dormir para salir de ahí.

No podía dejarla sola, así que comencé a seguirla. Me sorprendió lo rápida que era para correr, nunca lo había notado. Aún con la fuerte lluvia cayendo entre los árboles, inundando el suelo de la montaña, ella podía manterse en pie perfectamente, en ningún momento resbaló o tropezó.

Era muy ágil. Eso me gustaba.

Pero llegó un momento en que agotada y aún bajo la lluvia, se recostó al pie de un árbol y se quedó dormida.

No iba a permitir que se quedará ahí, era mi cazadora y tenía que protegerla. Así que la tomé en brazos, ella abrió los ojos y al verme  me preguntó cómo la había encontrado.

- Yo siempre voy a encontrarte.

Lógicamente no iba a decirle que todo el tiempo la estuve siguiendo.

Se sujetó fuerte a mí y de pronto escuché cómo sollozaba.

- ¿Qué te pasa? - Le pregunté deteniéndome de golpe. Nunca la había visto llorar y no pensé que fuera a dolerme verla así.

- Estoy agradecida de que estés aquí.

Sabía que mentía, su llanto era de tristeza y no de agradecimiento, pero no quise discutirlo. No quería hacerla sentir peor.

- Siempre voy a cuidarte.

- ¿Por qué?

- Porque te quiero.

Y aunque en realidad la amaba, no me atrevía a decirselo todavía. No tenía caso si ella sufría por otro.

Noté que se sonrojó pero no dijo una sola palabra, yo tampoco lo hice. Era la primera vez que sentía algo por alguien más y acababa de confesarselo. Me sentía avergonzado.

Llegamos a mi cabaña, estaba en mejor estado que la anterior, en la que Douma la encontró.

- Bienvenida de vuelta. - Quería hacerla reír.

- Qué gracioso eres. - No funcionó.

Después de preguntarle qué había pasado con su amigo y de que ella prefiriera no hablar del tema, le ofrecí una manta seca y le pedí que descansara.

Estaba empapada así que probablemente se resfriaría y eso me preocupaba.

- Gracias, de nuevo. - Me dijo.

- Aunque no lo creas, me siento mal por verte así. Creo saber que fue lo que pasó. Pero no vale la pena hablar de ese idiota. - Me senté recargandome en una de las paredes y jalé a mi cazadora hacia mí, quería darle calor, aunque mi temperatura corporal no ayudara mucho. La verdad, sólo era un pretexto para abrazarla - ¿Por qué decidiste cortarlo? No me lo dijiste anoche.

Me contó lo que pasó con su cabello, mientras estaba recargada en mí, la razón por la que tuvo que cortarlo en verdad me causó risa. Imaginé su carita preocupada por pensar que su amigo intentaba matarla y ella no podía moverse.

- Eres tan bonita. - y de la misma manera que la primera vez, la besé.

Pero esa noche ella se dejó llevar más que otras veces, la coloqué encima de mí sin dejar de besarla, morderla y acariciarla. Mi erección no se hizo esperar y en cuanto ella la sintió, comenzó a moverse deliciosamente sobre mí. Desnudé la parte superior de su cuerpo y sus senos quedaron frente a mis ojos, besé, succioné uno de ellos y masajeaba el otro.

Ella lo disfrutaba, acariciaba mi cabello y me presionaba hacia ella. Gemía del placer y yo estaba gustoso de dárselo.

Pero de pronto se detuvo. Me di cuenta, no estaba lista para entregarse, no mientras siguiera pensando en otro.

La cubrí con la manta, con decepción porque creí que por fin, esa noche sería mía.

- Perdón, yo...

- No tienes que pedir perdón por esto. Te dije una vez que yo no haré nada en contra de tu voluntad.

- Akaza... ¿Por qué eres así conmigo? - Tomó mi rostro entre sus suaves y cálidas manos. Sus ojos miraban directamente a los míos

- Ya te lo dije, te quiero. Y daría lo que fuera porque me quisieras a mí y no a él. Descansa ¿Sí? - La besé, y me recosté a su lado abrazándola, hasta que se quedó dormida, pero yo no podía dormir.

Había descubierto que le gustaba tanto hablar, que incluso lo seguía haciendo mientras dormía.

Ya la había escuchado una que otra vez, como la vez en que soñó con su familia y volvió a hacerlo esa ocasión en mi cabaña.
Pero lamentablemente para mí, a quien llamaba en sus sueños era a Giyu Tomioka, el pilar cara de mierda.

Parecía angustiada, triste...

Me frustraba el hecho de que no pudiera entregarse a mí a pesar de que me deseara. Lo había demostrado no una, si no tres veces y lo que sentía por ése idiota no me dejaba disfrutarla por completo.

AkazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora