"A Lita"
Wilfrido toma la delicada mano de su tía que yace tendida sobre la cama. Mira el brillante y redondo reloj que cuelga de su muñeca y aguanta la respiración, con la vista fija en el segundero buscando el más ligero latido. Todos lo imitan, conteniendo un amargo aliento anegado en lágrimas.
La habitación está forrada por madera en todas sus paredes. La luz del candil se resbala entre los resquicios laminados. Rojas cortinas, con dorados detalles, contienen entre sus ondulaciones a la terrible oscuridad que aún espera detrás de los cristales cubiertos por el vaho.
Cubiertas por las nubes, el titilar de las estrellas parece haberse detenido. El intenso brillo de la lámpara en la acera ha languidecido por un momento, como si su voltaje disminuyera en la espera. Hasta el sisear de las llantas mordiendo el pavimento de los autos por la lateral del Viaducto Miguel Alemán ha cesado por completo. Nada se mueve.
El trapo que humedecía los labios y la frente de María Estela ha quedado suspendido en el aire, mientras la temblorosa mano de Joaquín lo sostiene como si pesara una tonelada. Las dulces palabras de aliento a su madre aún flotan en silencio por el aire.
La mirada de preocupación brota de los vidriosos ojos de Oscar, en tanto sus manos se hacen un nudo en su regazo. Por primera vez en la vida se ha quedado mudo, porque la persona a la que más admira en el mundo, agoniza sobre la cama. Su voz se ha transformado en un inaudible silbido, que intenta exhalar el enorme hueco que ha anidado en el centro de su pecho.
Carlos sostiene la exigua mano de su "jefecita santa", como suele decirle. No se resigna a dejarla ir, desea una parte de ella que le consuele un corazón que se despedaza poco a poco. Todos están reunidos, amontonados el uno con el otro, pero la mente de Carlos se halla a mil millones de kilómetro de ahí, platicando con su madre.
Los rezos de Estela y Lulú han cesado. Los llamados de una fe ardiente se tambalean sobre la inestable balanza del juicio. Imploran a la Virgen que les cubra con su manto y las proteja, porque una pérdida así no se puede explicar con palabras.
Alfredo mira impertérrito el lecho de su madre. Una dureza de granito se refleja en su rostro. Con los brazos cruzados y tomados de sus codos espera lo inevitable. Pero por dentro llora con amarga desesperación por tener sus sentimientos encontrados. Hace tiempo que deseaba verla dejar de sufrir por la despiadada enfermedad que la iba matando poco a poco; pero por otro lado es su madre, y una parte de él se niega a decirle adiós.
Arrodillado y con los brazos extendidos hacía el cielo, Javier suplica al Creador que le permita contemplar unos segundos más a su madre. Todavía no ha sido suficiente, la necesita más que nunca. Las imágenes de la diálisis de los últimos tres años caen en un caótico aluvión en su mente. Puede ver su cara en mil formas diferentes y todo al mismo tiempo, porque nunca olvidará el rostro que siempre lo cobijó.
A los pies de la cama, Hugo espera pacientemente el desenlace. Su fe como lo inviste de una serenidad envidiable. Ni en su hora más oscura su fe se ha visto disminuida. Sabe que los caminos del Señor son inescrutables y agradece a Dios cada instante que estuvo con su madre.
El único de los hijos que no está presente es Mauricio. Viene en la carretera desde Cuernavaca. Sólo desea poder llegar a tiempo para darle el último adiós a la mujer que le inculcó los valores que le han convertido en la maravillosa persona que es.
Los nietos deambulan de un lado para otro, pendientes e impotentes ante la desdicha que se siente en un hogar que por el contrario siempre representó alegría. Angustiados también, han contenido el aliento. Es la quinta vez que le revisan el pulso a la enferma. Angustiados ven cómo la luz de la casa se extingue. Se miran unos a otros, pero únicamente logran distinguir la misma cara de interrogación tatuada en los demás rostros.
Las nueras intentan contener las pesadas lágrimas que ruedan por sus mejillas. Se arremolinan y se lamentan, porque ella también fue una madre para todas. Su corazón también está roto, sufren por una suegra, sufren por el inminente dolor en sus parejas, sufren por la pena de sus hijos... Las parejas de los nietos se han sumado al innombrable golpe que se asesta a la familia Luna Polo. Su corazón se ha sincronizado con el de una familia en su momento más terrible.
Todos han permanecido dentro de la pequeña habitación, pero lo han hecho juntos, porque esa es la fuente de su verdadera fuerza. Quizá nadie por sí solo podría soportar la pérdida, pero juntos la afrontarán porque son una familia, una gran familia. Porque fue eso exactamente lo que les enseño Lita, y nadie se atrevería a desobedecerla. No ahora, no en este momento donde el ruido del palpitar de los corazones se ha detenido un instante. No ahora, que todos esperan las horribles palabras que al ser pronunciadas se atoran entre los dientes, y una mueca impide abrir bien la boca. No obstante, no se necesita más. Todos han comprendido.
El sonido parece regresar al mundo, los autos vuelven a circular... La luz se vuelve a intensificar en la bombilla de la calle, y las estrellas radiantes se asoman detrás de las nubes que se pierden en el horizonte.
Los alaridos y los llantos impregnados de tristeza estallan, justo y como debería haber sido. Lita yace recostada, con un semblante bañado de amor y tranquilidad, como si estuviera dormida descansando después de un arduo día. Su luz se ha apagado en este mundo; a cambio su vida brilla. Todo lo que logró, hizo y sacrificó se junta en una sola imagen cegadora que sólo los Luna Polo pueden contemplar y entender. Todas sus enseñanzas se han aglomerado en un silencio que sólo los Luna Polo pueden escuchar y comprender. Todas sus caricias han permeado la piel y se han grabado en el corazón de la gente a la que alcanzó con aquella amable sonrisa. Todo lo que fue ha quedado impreso como un instante sin fin, como en un eterno momento que vivirá por siempre.
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Paranoico
HorrorColección de cuentos que mezclan la oscura fantasía y la inquietante realidad. El amor de una hija, el final de una abuela, cosas que aparecen en el cielo y nadie tiene idea sobre lo qué son o su origen, playas de aguas cristalinas donde nadie quier...