LOS PROMETIDOS

344 52 2
                                    

MAXIMILIAN

No OBTENDRAS eso de mí.

NO

¡NO!

Habían pasado mas de nueve horas y seguía perplejo por su respuesta, si bien mi provocación no había sido falsa había sido eso...Una mera provocación, esperaba que tuviera otra reacción como la mayoría de las mujeres romanas que solía conocer diariamente desde que había regresado, con tan solo saber mi estatus solían no tener pudor en establecer una relación sexual, solteras, casadas...divorciadas, el estatus legal de ellas era lo de menos.

No puedo creerlo Marte, es más astuta de lo que imagine —Le susurré a mi caballo mientras terminaba de cepillar su cabello, Marte era un caballo enorme, de raza pura color blanco, un regalo del emperador de hacía más de diez años cuando decidí tomar control de las legiones, Marte, como había decidido llamarlo en honor al dios de la guerra era una belleza de semental, su melena blanca estaba perfectamente peinada y desenredada y la fuerza de sus patas y pecho era dejado en claro por lo grande y formado de sus músculos. Sin duda si alguien alguna vez me preguntase a quien tenia en mas alta estima, ese era sin duda mi caballo—Estoy seguro que solo intenta ocultarme su verdadero ser.

El caballo hizo un bramido que me hizo sonreír, él también estaba de acuerdo conmigo.

—Mi señor—La voz ronca de uno de los guardias llamo mi atención, rápidamente después de darle unas delicadas palmadas a Marte me aleje de él no sin antes ordenarle a los esclavos encargados de las caballerizas que lo alimentaran correctamente.

—¿Qué ha pasado?

—Le ha llegado una carta de las afueras de Roma—Me informó tendiéndome una hoja doblada varias veces, era muy temprano por la mañana para que un mensaje sin importancia hubiese llegado, asentí con la cabeza antes de tomar el papel y alejarme caminando por los amplios pasillos del palacio en dirección a mis aposentos, necesitaba tomar un baño pues Marte me había salpicado cuando le había dado su baño matutino.

Esclavos, escapando, Alessio promiscuo—Maldita sea, había leído toda la carta, pero solamente esas palabras se me habían quedado en la cabeza, no pude evitar decir un improperio de groserías mientras mis ojos releían las palabras que estaban escritas. Me marchaba por menos de quince días y mi Hastatus Pior (Oficial de más alto rango dentro de una centuria) ya me había fallado, los esclavos traídos de Britania en la represión de algunas tribus menores habían escapado del campamento legionario que aguardaba a las afueras de Roma.

Con esto que había ocurrido solo quedaba claro una cosa: Nadie hacia las cosas mejor que uno mismo.

¿Cómo habían escapado mas de cien esclavos de las manos de Alessio de esa manera?

Después de mandar un mensaje a los Adiutor (Ayudante o Asistente del ejercito romano como asistente de campamento o cuartel general) que habían venido conmigo a la capital como apoyo de que partiríamos de inmediato a los campamentos me dispuse a tomar el tan ansiado baño, lleve mis manos a la cabeza majeando mi cabello con suavidad, al cerrar los ojos una imagen me golpeo de pronto:

La imagen de Gia intentando tomar aire, esa mujer se miraba extremadamente seductora y aquel pensamiento se ratificaba aun mas cuando recordaba todo su cuerpo empapado en agua, casi podía jurar que en un descuido observe sus pezones levantarse detrás de aquellas delgadas prendas.

Uff.

Tenia que salir de la ducha antes de que mi cuerpo se pusiera duro cual roca.

ARTS AMATORIA (VOL. I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora