UN REGRESO OPORTUNO

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GIA

Con suma devoción llevaba mi mirada hacia el enorme altar que tenia delante, tomando una delicada astilla de madera seca tome fuego de una de las velas encendidas para posteriormente prender la llama principal, el olor a diversos hierbas inundaba el lugar, era el santuario de la villa a la que hora denominaba mi hogar, el silencio era dominante, no deje que eso me incomodara y me arrodille en el suelo para después inclinar mi cuerpo hasta que mi frente toco el suelo.

Uno.

Dos.

Tres.

Reverencie a las deidades a las que tanto agradecía por haberme concedido una lengua afilada y el triunfo sobre mis enemigos, la estatua de Juno permanecía a lado de la Júpiter, a su lado estaba Minerva y al otro costado Marte a quien le tenia reservada una plegaria especial. Estaba preocupada, si bien había defendido mi hogar con éxito ahora mi corazón se encontraba en un hilo, no había tenido noticias, los únicos rumores que habían llegado a la ciudad con un recién llegado extranjero era que Londinium habían perecido bajo las flamas de la encarnizada rebelión, tenia miedo, deseaba con toda mi alma recibir una carta o una noticia que comunicara el triunfo de mi marido en la guerra.

—Agradecimientos poderosa Minerva, diosa de la sabiduría, has sabido dirigir mis palabras delante de un mundo dominado por hombres—Minutos antes había agradecido de manera especial a Vesta por concederme la facultad de defender mi hogar y a mi esposo sobre cualquier cosa, había repetido aquella acción durante mas de un mes, un mes en el que formalmente me encontraba como enemiga de los Flavius, César había mejorado radicalmente, sus periodos de conciencia eran mas largos y poco a poco comenzaba a recuperar su tes sonrosada, con suerte en unos meses estaría recuperado por completo—Marte, padre de Roma y de todo hombre y mujer que se denomine romano, te ruego por mi esposo que esta en tierras lejanas peleando por la supremacía de este imperio que fue fundado por tus hijos, concédele el triunfo sobre sus enemigos y otórgale un regreso a salvo a nuestro hogar, además...

—¡Gia! ¡Gia! —Los gritos de Cornelia rompieron mis oraciones haciéndome ponerme de píe debido a la fuerza con al que sus cuerdas vocales me llamaban sin descanso, una y otra vez repetía mi nombre, su presencia irrumpió en el santuario, se notaba cansada, había corrido un tramo largo hasta aquí pues este lugar de plegaria se había construido un poco lejos de la residencia, su pecho bajaba y subía mientras que su respiración no podía ser mas sonora, sus hermosos ojos se dirigieron a mi con seriedad provocando que la respiración se me pausara.

¿Acaso eran malas noticias? ¿Acaso Maximilian no regresaría? —Sintiendo como mis extremidades se colocaban rígidas espere que de sus labios salieran las noticias que la habían hecho correr de esa manera, al igual que yo, ella estaba en una situación muy difícil, esperaba cada día una carta de parte de marido y cuando el sol se ponía y esta no llegaba, se lanzaba a la cama a llorar desconsoladamente preguntándose ¿Dónde estaba? O ¿Si estaba bien?

Sentí que la sangre abandono mi rostro a la vez que con dificultad me ponía de pie, con mis ojos llenos de anhelo le suplique hablara y que acabara con todo este sufrimiento que me consumía, sus labios se abrieron mostrando una hilera de dientes blancos y perfectos, esbozando una bella sonrisa.

—Están de camino a casa, han acabado con la rebelión, ambos están bien—Comunicó haciéndome suspirar y correr hacia ella mientras la abrazaba, Caius estaba bien, Marius por igual, suspiré mientras por dentro bailaba de felicidad, lo había hecho, él había salido con vida.

—¿Cuándo llegaran?

—La carta de Marius fue enviada cuando aun estaban desembarcando en el canal—Musitó quedándose callada unos segundos mientras hacía cuentas dentro de su extasiada cabeza—Posiblemente en una semana, tal vez menos.

ARTS AMATORIA (VOL. I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora