LA DIFERENCIA ENTRE UNA ESCLAVA Y UNA PROSTITUTA

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GIA

Para todo matrimonio romano la procreación de hijos era prioridad, un matrimonio en el cual no se lograse legitimar la dinastía era considerado infructuoso y usualmente las mujeres tenían que sufrir toda clase de comentarios respecto a su infertilidad pues no tener hijos era únicamente culpa de la mujer y de su útero. Por ahora no me importaba mucho si se pensaba eso de mi o si pronto se comenzara a hacerlo, era mayor por lo que la probabilidad de morir dando a luz era reducida y tenia una confianza ciega en que en cuanto lo intentara fácilmente podría lograrlo solo que ahora, no lo consideraba un momento adecuado.

Después de varios minutos me puse de pie y coloqué la valiosa moneda de oro a los pies del altar para después dedicar una reverencia y marcharme del lugar, al darme la vuelta espere encontrarme a Maximilian recargado de uno de los pilares, pero eso no fue lo que ocurrió en cambio uno de los guardias camino en mi dirección.

Domine—Me llamó—Dominus se ha adelantado al templo de Marte, seré el encargado de escoltarla.

Al mirar su traje recordé que no había mirado a Aelius, era como si después de la llegada de Maximilian a la casa él se hubiese marchado y solo hiciera acto de presencia en los momentos correctos, al tener delante a uno de sus subordinados aproveché para zacear al máximo mi curiosidad.

—Agradecimientos, antes de marcharnos quisiera preguntar por Tigellinus Aelius. Últimamente lo he notado ausente de mi cuidado. ¿Él está bien?

—A Dominus no parece agradarle mucho estar rodeado de pretorianos, el tribuno ha regresado a su lugar en la oficina principal en el palacio imperial para apoyar en sus labores a Aurelius. Incluso debo mencionar que nuestro numero ha sido reducido para la comodidad del Legatus—Internamente lamente la ausencia del pretoriano pues era un hombre atento con el que cualquier mujer podría sentirse segura sin duda alguna.

—Muchas gracias.

Gia Claudia—Justo cuando me disponía a seguir al hombre una voz femenina resonó como un eco en los gruesos muros den templo de Juno, reconocí aquella voz inmediatamente, me aclare la garganta dispuesta a ignorar cualquier clase de provocación, pero nuevamente y con un tono mas agresivo me llamo, suspire.

No deseaba protagonizar un acto y mucho menos delante de tanta concurrencia.

Flavia Drusila espero que tenga una buena razón para llamarme con tanto ímpetu—Comencé diciendo cuando ella llego a mi lado con ese cabello rubio ondeante debido a la soltura de su peinado, un peinado de mal gusto muchas veces utilizado por las zorras de lupanar, evite chasquear la lengua con desaprobación.

—No habíamos tenido la oportunidad de hablar después de que hablara con tanta ponzoña delante de mi tía—Su tono fue de reclamo, sonreí con descaro.

—No habíamos tenido la oportunidad porque no había una razón, supongo que sabe que no es bienvenida en mi casa y por ello tomo la prudente decisión de no ir a buscarme allí, cosa que agradezco porque si me evito la pena de solicitarle a los guardias que la sacaran de mi villa de manera descortés.

—Parece tensa—Replicó, supuse que debido al tono con el que le expuse mi pensar.

—No, no, para nada, solamente que debo dejar claro que usted me desagrada.

—Es bueno saber que el sentimiento es mutuo, es una pena que su marido nos aprecie por igual—¡Uy! Sus palabras me abofetearon y por un momento lograron romper mi coraza de insensibilidad—Es una pena.

—¿Por qué se rebaja de esta manera? —Cuestioné realmente interesada en su respuesta.

Domine—Exclamó como si mi pregunta le pareciese graciosa—¿Qué mujer no se rebajaría por un hombre como su marido? Sin importar cual breves sean los minutos a su lado valen la pena cada segundo, pero supongo que usted no lo sabe aún, o eso es lo que dicen los rumores.

ARTS AMATORIA (VOL. I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora