EL DOLOR DEL AMOR NO CORRESPONDIDO

286 48 2
                                    

GIA

Rendida me deje caer sobre el suelo de la habitación, por primera vez desde que llegue a la villa me sentía desecha, sentía que mi fuerte voluntad se había comenzando a quebrar y temía que estar decidida a algo sin importar nada no garantizaba el triunfo en lo absoluto, las lágrimas escurrían por mis ojos mientras mi pecho se contraía siendo presa de dolorosos sollozos que escapaban de mi boca sin parar, intentando detenerlos lleve mi mano a mi boca, no quería que nadie mirara lo penosa de mi situación, ya era demasiado con que supieran que era una fatal esposa que no lograba que su marido mirara en su dirección.

Vete a casa y no vuelvas más hasta que yo regrese... ¿Me has entendido? —Había dicho Caius mientras salía de la habitación del emperador después de mirar como mi cabeza contestaba con afirmación, no supe en ese momento que había doblegado mi falta de voluntad.

Mi pecho se sentía contraído, aquella imagen no abandonaba mi cabeza y cada vez que se repetía ese recuerdo una y otra vez mis ojos escocían como si fuese la primera vez que lo mirase, no podía negar que me dolía como el infierno, pero lo peor de ese dolor era que no podía quitarse con pomadas, infusiones o tratados de hierbas, era un dolor puramente dirigido al alma y para eso no había cura.

—Gia por amor a Juno—La voz preocupada de Cornelia llego a mis oídos, me sujeto fuertemente por los brazos, pero al darse cuenta que no lograría hacerme ponerme de pie ella se tiro al suelo para sujetarme por los hombros apegándome a su pecho—¿Qué ha pasado para que llores de esta manera?

No lo sabía. La primera vez que mire a la mujer salir de la casa me había enfadado, sí que lo había hecho, pensaba a lo que había venido y simplemente la ira me recorría todo el cuerpo, me sentía insultada, pero ahora las cosas y el sentimiento habían cambiado, me sentía triste, vacía y ¿Traicionada?

—Caius—Susurré entre llantos armándome de valor para que la mujer me proporcionara palabras que me llenaran de paz—Lo vi...Estaba...Con otra mujer.

—¡¿Qué?! —Un leve gritillo salió de su garganta, intento separarme para mirarme el rostro, pero baje la mirada evitando que mirara mi aspecto deplorable, mejillas rojas, ojeras hinchadas y el rostro mojado y pegajoso, ella palmeo mi espalda—Tranquila Gia, era una esclava que...

—No—Repliqué—Era una patricia.

—¿Una patricia casada? —No lo sabía, no la conocía mucho, algunas veces la había mirado en una que otra reunión, pero no era como si yo supiese el nombre de cada mujer que pisaba un evento de grandes proporciones.

—No lo sé—Respondí apegándome más a su cuerpo—Solo se que me siento como basura, estoy enfadada y hay algo que me llena aún mas de rabia.

Ella me dedico una leve sonrisa y comenzó a acariciar mi cabello con delicadeza, este lado no lo conocía, pensé que siempre era una diosa sexual que mentaba todos los libros eróticos de Roma cuando entablabas una conversación sobre temas maritales con ella, ahora era como si se tratara de una mujer común apunto de ayudar a otra en un momento doloroso.

—¿Qué te llena de rabia?

Importándome poco que la información que le diera fuera vergonzosa para mi comencé a narrar lo ocurrido, ella escucho atentamente mientras continuaba con aquellas delicadas caricias en mi cabello que me transmitieron tranquilidad, de vez en cuando asentía o negaba con desaprobación.

—Eran celos—Afirmó—Pero además hay algo que me preocupa y que te deja jodidamente expuesta delante de un tirano mal nacido como Caius—Opinó.

Tal vez estaba por decir que estaba loca, eso era lo que pensaba, o tal vez mis hormonas estaban jugándome una mala pasada, tal vez estaba por entrar en los días rojos cuando necesitaría una banda compresora y tes para reprimir los insistentes cólicos que me invadían en esos días.

ARTS AMATORIA (VOL. I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora