Los pulmones le ardían debido al esfuerzo que había hecho los últimos minutos. Carrie Hamilton no estaba acostumbrada a recorrer grandes distancias corriendo, pero aquella era una situación excepcional. Prácticamente, de vida o muerte.
Esa mañana había decidido acercarse a la casita que sus padres, Anthony y Kate Hamilton, barones de Crawley, le habían obsequiado el mismo día que se presentó en sociedad unos años atrás. La cabaña tenía décadas en la familia de su madre y ahora ella era la heredera.
Era un cambio de ambiente perfecto para ella, puesto que si bien disfrutaba de sus labores en el orfanato, también prefería conservar su propio espacio y esa casa a las afueras de Londres se la proporcionaba con creces.
Había gastado un buen par de horas adecuando el interior de la vivienda a su gusto. Aún faltaban reparaciones en algunas zonas, en especial en la pequeña cocina, pero con la ayuda del guarda del bosque, que trabajaba de vez en cuando en ella, todo iba viento en popa.
Volvió a la mansión de sus padres cuándo el sol estaba a punto de caer. Esperaba que no le dieran un sermón por su hora de llegada. Le había costado muchísimo convencerlos de dejarla ir hasta el lugar montando sola a caballo. No se fiaban del todo de la seguridad de los alrededores. Por otro lado, gracias a la rápida acción de Bow Street, el asesino que había estado aterrorizando la ciudad por fin estaba tras las rejas. Ahora la sociedad podía descansar y confiar en que no seguirían haciéndole daño a las jóvenes nobles.
Carrie no tuvo la oportunidad de quitarse el sombrerito ni los guantes en el lobby porque el mayordomo se acercó a ella con el semblante descompuesto.
—Milady, estaba empezando a preocuparme al ver que no llegaba.
—Estoy bien, señor Milles. ¿Mis padres?
—En casa del señor Barwick, milady. Enviaron esta misiva hace unas horas.
El mayordomo le entregó la carta, que ya estaba abierta, y ella la leyó en cuestión de segundos. Lo que estaba plasmado allí la dejó sin aliento. No podía ser cierto. Pero lo era. Nunca podría confundir la letra de su padre.
La joven no esperó a que se lo confirmarán o que pasara más tiempo. Se dio la vuelta y comenzó a correr hacía el domicilio del señor Barwick, debía saber que tan grave era el estado de Isabella, su mejor amiga y prácticamente su hermana.
Según su padre, Isabella había sido atacada cuando disfrutaba de un picnic en Hyde Park, el cuál se había celebrado por haber capturado al asesino en los días recientes. Estaba en compañía de su esposo, el señor Belmond y sus hijos.
Carrie estaba realmente asustada. ¿Por qué alguien querría herirla? Esperaba que la situación no fuera tan grave e Isabella estuviera en perfectas condiciones a su llegada.
No tardó demasiado en presentarse en la casa de Darien Barwick. Era una suerte que su residencia no estuviera lejos y más bien se tratara de una zona céntrica. Al estar a unos metros de distancia, sentía que sus pulmones ya no podían dar más y las piernas le flaqueaban. El vestido pesaba tanto que le costaba andar adecuadamente y la angustia que sentía no se había disipado en esos minutos.
Tocó la manecilla de la puerta con insistencia hasta que el mayordomo de la casa le abrió. El señor Doyle, a quien ya distinguía, la invito a pasar, pero la recibió con el semblante serio y, aunque no se notara, estaba inquieto.
—Lady Hamilton —saludó con una elegante venia a la rubia —Sus padres están en la salita de visitas. El conde de Rothberg y los Belmond también se encuentran allí. —le informó con rapidez.
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Seduciendo al Duque de Kent - Misterios de Londres II
Romance*COMPLETA EN BOOKNET* Carrie Hamilton, hija de los barones de Crawley ha estado enamorada desde siempre del imponente e inalcanzable Duque de Kent. Es una tarea titánica hacer que el hombre se fije en ella, puesto que toda la sociedad sabe que a Tho...