Eso había salido bien.
Demasiado bien para ser la primera vez que se disponía a seducir a un hombre.
Y aún así, se sentía como una tonta. Había actuado como la típica desesperada debutante en busca de marido. Solo le faltaba hablar de forma ridícula. Pero, lo había logrado. La cara de Thomas reflejaba muy bien cada sentimiento. Estaba feliz de no ser indiferente para él. Sin embargo, no era suficiente para ella. Él había demostrado su gusto al verla, pero creía que necesitaba un empujón más. Estaba decidida a que él no pudiera olvidarla. Estaba dispuesta a ser más descarada si lo necesitaba.
Si ella se lanzará primero, tal vez pensaría que no era una dama y eso le aterraba. Quizás ya lo tuviera en mente y era tan caballeroso que no iba a reprender sus acciones o no iba a cuestionar el hecho que estuviera a solas con él en una cabaña alejada de la civilización.
En las alforjas de la silla del caballo llevaba una capa gigante para cubrirse. Si la hubieran visto salir con esa ropa, su madre la hubiera incordiado hasta el cansancio. Ese día llevaba un vestido color amarillo sin hombros y guantes a juego. A diferencia del atuendo del día anterior este podría calificarse como más provocativo. La tela era casi translúcida y delgada. No era adecuado para ir al orfanato, lugar dónde se suponía que iba a pasar la mañana. No era un vestido escandaloso, es que a ella se le ajustaba en todas las curvas y la hacía lucir mucho más voluptuosa y, algunos pensarían que vulgar.
Por el momento, esperaba que a Thomas le gustara tanto como el vestido rosado con flores que había usado. Según sus pocos conocimientos en el arte de seducir y gracias a los consejos de Isabella, Carrie se sentía más confiada en esa ocasión. Todo iba viento en popa y nadie sospechaba de su paradero o el del duque.
Al llegar a la casita, entró sin hacer demasiado ruido y dejó la capa en el sillón de la modesta sala y la canasta de comida en la cocina. El hombre estaba en la parte trasera de la estancia con un libro entre sus manos y un racimo de uvas como aperitivo. Carrie se recreó con su imagen relajada. No importaba cuantas veces lo viera, aún sentía ese peculiar nudo en el estómago que experimentó cuando se conocieron en aquel baile. La forma en la que la camisa se ceñía a sus músculos y lo bien que le quedaban esos pantalones. Si ella fuera una artista consumada no dudaría en retratarlo.
Thomas alzó la mirada muy lentamente y la estudió con el mismo detalle que ella había usado unos segundos antes. Ella sonrió con inocencia. Lo último que quería es que se diera cuenta de lo que ella estaba tramando.
—Carrie... —suspiró sin poder apartar sus ojos azules de cierta parte de su anatomía —Te ves preciosa.
—Gracias. —sin poder remediarlo se sonrojó. No tenía la experiencia ni la sensualidad natural de otras mujeres. Isabella lo había hecho parecer más fácil. ¿Qué debía hacer ahora? —¿Has desayunado ya?
—Estaba esperando tu llegada. —dijo mientras se acercaba a ella y dejaba un casto beso en su mejilla. —Creo que está es mi parte favorita del día.
Thomas era terriblemente encantador. La trataba con respeto y galantería y siempre era amable en cada uno de sus gestos. Le parecía estar conociendo a otro hombre completamente diferente. En los bailes y veladas él no era tan agradable. De hecho, miraba a todos con aburrimiento y no solía expresar tantos sentimientos en su rostro.
—La mía también. —susurró al tenerlo a solo un palmo de distancia. El duque se inclinó unos centímetros hacia ella y posó los ojos en sus labios, eso provocó que su cuerpo se tensara y temblara de pies a cabeza.
—¿Tienes frío? —preguntó él en voz baja. Carrie tuvo que morder su labio inferior para no jadear, al sentir los dedos de Thomas pasearse por su hombro y recorrer el tortuoso camino hasta su garganta, pasando por su clavícula. Era un toque demasiado erótico e íntimo. Estaba a punto de decirle que sentía todo lo contrario. Que la sangre le hervía por la excitación y por sus caricias. Pero, se imaginó a su amiga en la misma situación. Ella sería más específica en sus deseos. Así que, decidió seguir a la pequeña vocecita que le gritaba en la mente, para que fuera más impulsiva e intensa.
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Seduciendo al Duque de Kent - Misterios de Londres II
Romance*COMPLETA EN BOOKNET* Carrie Hamilton, hija de los barones de Crawley ha estado enamorada desde siempre del imponente e inalcanzable Duque de Kent. Es una tarea titánica hacer que el hombre se fije en ella, puesto que toda la sociedad sabe que a Tho...