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Carrie no podía apartar los ojos del duque de Kent.

Simplemente era maravilloso verlo moverse en la pista mientras danzaba. Sus movimientos eran elegantes y le salían tan naturales que parecía que no le ponía gran esfuerzo a la hora de bailar con las múltiples damas que habían pasado por sus brazos.

Ella se moría por ser una de esas mujeres. Nunca había sido tan ambiciosa con algo o alguien. No podía recordar desear tanto a una persona como ella lo hacía con el duque. Se sentía una tonta por anhelar su corazón, aún sabiendo que jamás le pertenecería. Sin embargo, su mente no le obedecía. No importaba cuánto lo hubiera intentado, ella no iba a superar su enamoramiento por él nunca. Era el amor de su vida y no había objeción contra eso.

Se alegró un poco cuando la canción llegó a su fin y el hombre se alejó de lady Summers. Los celos que sentía le quemaban por dentro. Era una tonta al sentirse así. Él ni siquiera la determinaba. Apenas habían tenido dos ligeros encuentros, pero no eran suficientes para captar la atención del duque, y eso la ponía enferma.

Si pudiera devolver el tiempo, iría al día de la boda de Bella, dónde él le habló y ella se mostró como una sosa. Había sido patética. Y después, cuando asistió a su fiesta de campo en Windsor, ella hubiera sido más expresiva si no hubiera estado tan triste y alterada por su discusión con su amiga. No. Su Excelencia de seguro no la recordaba. Tal vez no tenía que preocuparse por eso. Si de verdad hubiera despertado su interés, aunque fuera una pizca, ya la hubiera invitado a bailar.

Lo vio dirigirse hacia el salón de caballeros y se relajó un poco. Ninguna dama sería tan imprudente cómo para entrar allí y molestarlo. Eso aplacaba sus celos. Decidió acercarse a lady Breastford para hacerle notar que aún seguía en la fiesta y que naturalmente no había podido acercarse a ningún caballero. Quería cumplir con lo que su madre esperaba de ella y ser la sensación esa temporada.

—¿No piensa hacer algo por su protegida, milady? —escuchó con curiosidad cuando una señora mucho mayor le preguntó sobre ella a la marquesa.

—¡Dios me libre de pasar semejante vergüenza! Jamás le presentaría esa niña a Su Excelencia.

—La hija de los Hamilton no es tan despreciable.

—No si se tratara de un barón o un vizconde, pero una dama como ella no va a casarse con un duque de tal porte y magnitud. —la marquesa frunció el ceño con más ahínco —Soy buena como celestina, no obstante, mis capacidades se limitan hasta allí. Lady Hamilton no sabría qué hacer si tuviera tanto poder.

—Bueno, le doy la razón, querida. Kent buscara a una señorita más adecuada y con mejor posición social.

Carrie se molestó al oír todos esos comentarios. Ella sabía que al ser la hija de un barón no podía aspirar muy alto, pero de vez en cuando ocurría un matrimonio con diferencias sociales y la sociedad no se oponía. Sin embargo, al tratarse de Kent, parecía que todo Londres estaba de acuerdo en que él no iba a aceptar menos que la hija de otro duque.

Aprovechó que la marquesa estaba concentrada en su conversación y salió al jardín. El aire fresco siempre era una buena opción para calmar sus nervios. No se merecía esos insultos. Lady Breastford no era una buena mujer y no estaba haciendo la labor que se suponía. Así nunca iba a encontrar un esposo adecuado. Los chismes corrían rápido y si su madrina hablaba de aquella forma sobre ella, ningún caballero iba a solicitarla.

Decidió dar un pequeño paseo por el gran jardín. Era bastante amplio y habían muchos lugares dónde podía esconderse por unos minutos sin ser molestada. Sabía que a veces las parejas solían citarse en los laberintos y aprovechaban las grandes plantas y árboles para ocultarse. Ella podría hacer lo mismo. De hecho, se sentía tentada a irse a su casa. La puerta trasera, en dónde la mayoría de coches estaban estacionados, se encontraba muy cerca. Eran unos veinte pasos hasta allí. La tentación era demasiada, pero también tenía en cuenta que si desaparecía sin avisarle a nadie, se formaría una pequeña algarabía, sus padres se molestarían, hasta su reputación se vería mancillada.

Seduciendo al Duque de Kent - Misterios de Londres IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora