Matilde Hornel, siempre fue considera una mujer amable, responsable y admirable. Ella cumple con todos los requisitos para describir a una persona fuerte–al menos, como yo considero "fuerte" a alguien–es bella, inteligente, su cabello rizado, medianamente largo, y sus ojos miel cautivan a cualquiera; mi madre, quien aquel día que perdió a su primer hijo fue capaz de disimular cualquier tipo de tristeza, expresando en su rostro compresión a los azares de la vida. Fue quien tuvo la desagradable experiencia de tener que contarme lo ocurrido, no dio demasiados detalles, sólo comentó lo suficiente para que pudiera entenderle.
Recuerdo perfectamente como sus ojos estaban cristalizados, al borde de las lágrimas, su rostro pálido y sus manos temblaban. Mirarle me transmitía terror, sabía perfectamente que sus palabras no tendrían ningún mensaje agradable–no me equivoqué–, aún así no soltó lágrima alguna, logró tranquilizarse y soltarlo todo. Su fuerza fue consuelo para mí. De solo escucharle y comprender precisamente lo que eso significaba entré en llanto, en ese instante tuve la protección de sus brazos, sus suaves palabras y caricias en mi cabello.Mi padre, Antonio Castillos, por su parte, reaccionó con violencia–no contra nosotras–. Derribó todo lo que había a su alcance, la ira que parecía sentir bloqueaba cualquier expresión de tristeza, pero tantos años a su lado me fueron suficientes para comprender que estaba destrozado; tal vez más que nosotras, quizás igual de dolido.
Fue un mal momento, un terrible recuerdo navegando por mi memoria desde entonces.
A pesar de todo, mis padres no bajaron los brazos, siguieron fuertes por mí y por ellos. No voy a negar que algunas mañanas, tardes o noches se quebraban. La ausencia de mi hermano era muy notable, más para ellos. Él siempre tenía alguna idea genial para compartir momentos en familia, le gustaba compartir, desde cocinar con mamá hasta ver películas antiguas con papá. En cuanto a mi, compartíamos algunas tardes, siempre que tenía algún problema podía contar con él, pero yo vivía mi vida de otras formas–como cualquier hermana menor–, no solía estar muy pendiente de él.Mamá fue quien se encargó de cualquier problema legal que pudiera tener en cuanto a la muerte de Mateo. Todo se dibujó como un accidente, pero la realidad era otra. De acuerdo, yo no quería matarlo pero... sí actúe con maldad. Me cambié de colegio, un fastidio que fuera a mitad de curso en mi último año, ¿qué más podía hacer? Ya allí, nada era lo mismo.
Mi nuevo instituto era público, más exigente que el anterior pese a que solía ir a uno privado.
El director era un tipo muy serio y de perfil intimidante. Un hombre de aproximadamente cuarenta años, ojos cafés, cabello corto y castaño, vestido siempre de traje y zapatos de alta clase. Una personalidad exigente y se notaba que quería mantener todo perfecto.
Mis compañeros, normales, ninguno de ellos sabía nada de lo ocurrido en mi anterior Instituto. Los profesores de muy buena enseñanza. Ya había transcurrido dos semanas desde que comencé y evité cualquier tipo de conversación con todos. Los alumnos del centro estudiantil eran muy amables y yo tan borde, todo quien se me acercara era alejado por mi expresión de "lárgate" ¿Por qué? No quería que descubrieran lo "rara" que soy. Mis pesadillas no dejaban de perturbar mis noches, esas voces...esos momentos donde me perdía de la realidad seguían conmigo.~~~~
Terminaba de cursar mi última clase del día, tomé mis cosas y las guarde en mi mochila. En el acto, un papel cayó lentamente al suelo–estaba en mi cuaderno–, me incliné un poco en mi asiento para recogerlo
"Tu hermano no está muerto"
Cuando mis ojos lograron divisar aquellas palabras, un frío recorrió todo mi cuerpo y casi caigo al suelo debido a la sorpresa. Arrugué el papel entre mi mano apretando mi puño mientras recorría el lugar con la mirada, observando detenidamente como todos mis compañeros se marchaban, con la esperanza fallida de que alguno de ellos estuviera pendiente de mi reacción.
Me retiré de allí, caminé por los enormes pasillos rumbo a la gran puerta verde de ingreso. Mis pasos eran veloces y mi mente estaba hecha un lío.¿Quién?
¿Por qué?
¿Alguien aquí realmente conocía a mi hermano?
Es imposible...
Él está muerto... ¿Lo está realmente?Mis pasos se detuvieron cuando estuve a sólo centímetros de chocar a un chico que aparentemente iba por allí igual de distraído. Lo primero que ví fue su polera negra, las palmas pálidas de sus manos,–al parecer las levantó como acto reflejo–, llevaba un anillo en uno de sus dedos. Elevé mi mirada y me encontré con su rostro, muy bonito, era de ese tipo de chicos que tienen la piel tan delicada como la de un bebé, cabello peinado hacia atrás, castaño y corto, sus ojos eran cafés pero su mirar tan frío.
—Lo lamento...
Su voz...
—...estaba tan perdido en mis pensamientos...—continuo él—que olvide al resto del mundo.
...era tan familiar, sentí haber hablado antes con él. Algo imposible, jamás en mi vida le había visto.
—¿Todo esta bien?—preguntó él al verme tan perdida.
—Sí.—reaccioné—Descuida, no te preocupes por eso.
No le dí tiempo de volver a hablar porque puse nuevamente en marcha mis pasos y me fui.
Sí antes de toparme a ese chico me encontraba pérdida en miles de preguntas ahora estaba peor. ¿De dónde conocía su voz?
Al salir del establecimiento fui a esperar mi transporte, en el proceso, sentía como si alguien me estuviera observando. "Que estupidez" pensé cerrando mis ojos e intentando relajarme. Comenzaba a sentir miedo el cual se esfumo cuando llegó mi autobús.
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Hola! Espero estén disfrutando de esta historia.
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SIN DESCUIDOS
Teen Fiction"Existe oscuridad en cada persona, no importa su grado, nadie se libra de ello. Independientemente de que tan amables aparenten ser no puedes fiarte de nadie" Así lo piensa Darío, un chico aparentemente dulce, aunque tachado de psicópata, observad...