Incertidumbre.

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"—Soff, ayúdame… "

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"—Soff, ayúdame… "

Abrí repentinamente mis ojos, me senté y llevé de manera inconsciente una de mis manos hasta el centro de mi pecho. Sentí mi pulso bastante alterado e intenté tranquilizarme.
Mi respiración estaba algo agitada, me sudaba un poco la frente y algunos de mis cabellos se me pegaron a la cara. Sacudí levemente mi cabeza, echándolos hacía atrás y observé mi cuarto que apenas tenía iluminación porque se vestía de noche.
Acababa de tener un sueño, o pesadilla, en dónde mi hermano entraba por la puerta que ahora mismo tenía justo frente a mí e intentaba despertarme. Se lo veía desesperado, alterado, como si su vida dependiera de lograrlo.

Miré fijamente el cerrojo de mi cuarto, deseando que este girara, quería que  fuera real para poder abrazarlo o hablar con él; decirle que me sentía feliz de que aún esté vivo y que no pararía hasta encontrarlo.
Lamentablemente nada de eso sucedió, me tumbé nuevamente recargando mi cabeza en la almohada con funda de flores que tanto amo. Pasé unos minutos observando el techo de mi habitación, sobre todo las estrellitas que una vez con Saúl pegamos en el techo. Recordar aquel día me puso algo sensible, pero no era lo único que me tenía así.

Ayer por la tarde, cuando regresé a casa papá y mamá estaban discutiendo. No entendí sus motivos, sólo llegué a ver un plato roto entre los pies de Matilde.
Ellos al percatarse de mi presencia se quedaron callados e intentaron simular que todo estaba bien, pero yo sabía que no era así.
Fue algo decepcionante porque durante el trayecto que tengo del colegio a mi casa me venía planteando la idea de contarles sobre el Taller de literatura, pero quizás era mejor así  ¿Qué podría decirles?

"Mamá, papá. Creo que su hijo está vivo, pero está secuestrado por una organización llamada "Sin descuidos" y no sé dónde lo tienen..¡Oh, casi lo olvido! El director es uno de ellos."

Evidentemente no podía hacer eso, era una locura que solamente provocaría caos.

Me costó volver a conciliar el sueño, también me sentía intrigada y millones de preguntas seguían rondando por mi cabeza. Se suponía que Pedro me pondría al día con toda la información, pero después de la visita desagradablemente extraña que nos obsequió Darío, decidió hablar conmigo mañana después de clases. Por más que quise reprochar al respecto no lo hice porque su manera de mirarme me dejó embobada, a tal punto que terminé aceptando sus condiciones.

A la mañana siguiente, mamá decidió llevarme al instituto. No me quejé, prefería mil veces la comodidad de un vehículo propio que ir en transporte público.
El recorrido fue bastante silencioso, creí que ambas estábamos sumidas en nuestros pensamientos, por eso no establecimos ningún tipo de conversación, pero ella al fin habló.

—¿Cómo va todo en el colegio? —su voz era natural, su vista permanecía en el camino y yo no hice más que llevar mi atención a su figura. Hoy se veía igual de guapa que siempre.

—Bien. —me limité a responder con sencillez.

—El director me llamó ayer por la tarde. —contó con tranquilidad y yo no pude evitar abrir mis ojos grandes ante la sorpresa. —Dice que quiere hablar sobre ti. Espero no te hayas metido en ningún lío.

SIN DESCUIDOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora