Capítulo 29: La Hacienda

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Un día antes del cumpleaños número 26 de Eunbi.

—Eunbi... —Hyewon suspiró y tomó la pálida y esculpida mano que tenía enfrente—. Yo... yo... quería... quería... —rápidamente se agachó, dejando una de sus rodillas en el piso—. Eunbi... —Hyewon respiró hondo y volvió a empezar—, tú... tú... tú eres... eres...

La pequeña soltó la mano que sostenía y dejando caer su otra rodilla, agachó su cabeza para tratar de tranquilizarse. El silencio inundó el lugar donde se encontraba de forma que solo se podían escuchar las respiraciones exageradas de una pequeña que trataba de llenar sus pulmones de aire.

—Hyewon...

Sin perder más tiempo, la tatuadora volvió a tomar la mano que tenía enfrente, levantó una de sus rodillas y miró directo a los ojos de la mujer que le prestaba atención a cada uno de sus movimientos.

—Eunbi... —vamos de nuevo—, cuando... cuando... estuvimos en la casa de tus padres, en.... en Los Ángeles, te dije que yo... que yo no era para ti y la verdad es que hoy...hoy... ahora lo sigo pensando —confesó—. Eunbi, tú eres todo —dijo a la dueña de la mano que sostenía—. Eres todo y más, mucho más. Eres la princesa de los cuentos, la heroína de las historietas, la protagonista de cualquier novela y la estrella de cualquier película —encajaba en todo—. Todo en ti es perfecto. Tu... tu cuerpo es... siempre que dibujaba chicas pin up pensaba que eran dibujos pocos reales, que esas mujeres con curvas no podían existir, pero desde que te vi, ahora... ahora todas me recuerdan a ti y es como si me pidieran que te dibujara a ti de enfermera, de policía, de bailarina, de bombero... —un carraspeo la hizo volver al tema principal. Hyewon agitó su cabeza—. Tu boca es perfecta también, al igual que tus ojos —le dijo—. Ambos... las dos cosas combinan a la perfección porque cuando te enojas y aprietas los labios, si alguien mira a tus ojos, esa mirada profunda, lo más probable es que se queme en el intento —si lo sabrá ella—. Cuanto estás contenta y de tu boca sale la risa más hermosa de todo el universo, tus ojos brillan de forma especial. Juro que con el brillo de tus ojos podríamos iluminar a toda Nueva York —exageró creyéndoselo—. Cuando me miras con ganas de... de... tú sabes —algo que no se podía decir parece—, tu boca está un poquito abierta y tus ojos se ponen más oscuros y...y... es como si hipnotizaran —la pequeña agachó su cabeza—. Eres muy inteligente y la gente te mira y respeta cuando hablas. Chowon... Chowon dice que no hay quien se atreva a enfrentarte y que todos los que entran a tu oficina salen como encantados contigo o llorando, no estoy segura de que eso sea bueno, pero Chowon también dice que de la oficina de Chaewon todos salen llorando y nunca encantados, pero siempre con miedo, al menos contigo no —algo era algo—. Pero yo, Eunbi... yo... yo... yo no soy nada de eso. No soy linda. Al contrario, tengo cosas demás que son horrendas —pobre rarón—. Solo se hacer tatuajes y no soy para nada inteligente —concluyó, suspirando.

—Hyewon, no—

—Pero puedo cuidarte —agregó—. Puedo cuidarte y protegerte porque soy fuerte y... y... bueno, tú sabes que sé pelear y una princesa como tú siempre necesita su... su caballero que la defienda y yo puedo serlo, puedo ser tu armadura —se avergonzó—. También puedo darte todo lo que tú quieras porque tengo dinero, no sé por qué la gente paga tanto por mis tatuajes, pero lo hace y yo gano dinero. Yena dice que debería cobrar aún más, pero yo considero que está bien así —aseguró—. También... también.... —tomo aire—. Eunbi, yo puedo amarte. Puedo amarte mucho, mucho. Dijiste que tú ibas a enseñarme a hacerlo y yo quiero aprender todo lo que tú me quieras enseñar. Quiero amarte, amar a Wonyoung, nuestra hija —la pequeña sonrió, cada vez le gustaba más llamar a Wonyoung así—. Quiero amarlas a ambas durante todos los días.

—Hyewon, yo...

—Porque tú no solo me diste un presente, también me diste un pasado y un futuro. Eunbi, tú eres mi vida... —tomó aire, estaba por llegar el momento—. Tú eres el amor de mi vida... y yo sé que no lo soy para ti, pero quiero irme de este mundo intentando serlo —la pequeña buscó en el bolsillo de su sudadera y sacó una pequeña y elegante cajita. La abrió con seguridad y dejó ver el hermoso anillo—. Así que, Kwon Eunbi... ¿quieres casarte conmigo? —preguntó.

No soy para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora