Capitulo 37: Wiwi

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En el living de la casa de los Kwon.

— ¿Qué pasó? ¿Cómo estás? ¿Dónde está Hyewon? ¿Y Jungeun? ¿Cómo te fue en la playa, cariño? ¿Te divertiste? ¿Quieres comer algo? —estás fueron tan solo unas de las tantas preguntas que Eunbi le entendió a su madre en cuanto Wonyoung y ella entraron en la casa. Unas iban dirigidas a la castaña y otras a la niña que llevaba en sus brazos. Eunbi las distinguió por el tono que usó su madre para las de ella; un tono inquisidor, mientras que las preguntas hacia Wonyoung iban con toda la dulzura posible.

Eunbi giró los ojos ante la locura de Irene.

—Estoy bien, mamá. Tengo mucho en mi cabeza, pero estoy bien —aseguró—. Hyewon y Jungeun están juntas —contestó, bajando a Wonyoung para que la niña fuera a saludar a las recientes hospedadas en la casa Kwon.

Al parecer, ya todos estaban más tranquilos y con la llegada de Tzuyu los grupos se habían dividido y las conversaciones eran variadas y con un aire más ligero.

— ¿Las dejaste solas? —preguntó Irene, sorprendida.

—Sí, madre —no necesitaba que Irene le recordara las ganas que tenía de estar espiando esa interacción—. Me cuesta —confesó—, pero Hyewon tiene que encontrarse con su hija y Jungeun con su madre —afirmó con seguridad y caminó hasta donde Chaewon ya estaba lista para la cita con su impecable vestido negro y su cabello alisado.

La coreana hablaba con Sana, Tzuyu y Taehyung en lo que parecía una animada conversación y Eunbi estaba segura de que sea lo que sea que estuvieran hablando, al menos la iban a alejar de la mirada inquisidora de su madre e iba a hacer que su mente saliera al menos un poco de la playa.

—Estás preciosa, Chaewonnie —la felicitó Eunbi.

—Lo sé, Eunbinnie —admitió su socia con poca humildad—, pero escucha esto... —señaló a Tzuyu— te vas a morir cuando te enteres. Empieza a hablar versión mujer del viejito —Taehyung y la madre de Hyewon giraron los ojos.

—Buenas tardes, Eunbi —la rubia pasó de la orden de Chaewon y priorizó la educación saludando a la que aún era novia de su hija antes que nada—. Tengo entendido que recibiste una pequeña sorpresa, ¿es así? —lo decía por Jungeun. Eunbi asintió con una sonrisa—. Y también tengo entendido que mi hija dejó la famosa semilla en tu vientre...

— ¡Oh por Dios! —Chaewon no evitó la carcajada—. ¿La semilla? ¿En serio? —miró a Tzuyu—. Ya tenemos una monja que se encarga de decir esas estupideces así que tú lo tienes que decir tal cual es, viejita. ¡Tu hija preñó a Eunbi! ¿Escuchaste? —entre adultos la castaña no se controlaba—. Tú hija y su inmenso rarón le llenaron la cocina de humo a mi amiga y—

—Chaewon, hija mía —la hermana Carol aparecía en la conversación, silenciando a la joven coreana—. ¿Qué es lo que te ha hecho alejarte del rebaño de Dios? ¿Con qué pecado te has dejado tentar por Satán? —la mujer se persignó.

Chaewon abrió los ojos grandes—. Eh, eh... hermana, no es lo que...

—Hija mía, voy a rezar por ti y cuando volvamos le voy a pedir al padre que te exorcice —concluyó la monja—. Mientras tanto sería bueno que rezaras cincuenta padres nuestro y cincuenta ave maría, hija. ¡Tenemos que sacarte de ese mal camino! —la monja dio media vuelta y dejó el grupo.

—No te preocupe, Chaewonnie —Eunbi vio la cara de su amiga y le palmó la espalda—. Poco va a tardar la hermana en darse cuenta que tú del mal camino no sales ni porque te bañes en agua bendita —todos se rieron.

—Yo que tú me cuidaría de las bromitas, castaña sin culo —le advirtió su socia—. No querrás que cuente frente a tus suegras lo que tú y cierta rarita han estado haciendo en la cocina, o en tu oficina... o bueno, también en cierto callejón cercano al...

No soy para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora