Capitulo 24: Llego la pizza

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Eunbi había decidido que era mejor que ella misma acompañara a Hyewon hasta el estacionamiento. No porque no confiaba en Chowon, sino porque: primero, la mujer aún no salía del estupor de ver a la tatuadora desnuda y segundo, y no menos importante, si la peliroja acompañaba a la pequeña, de esa manera podía aprovechar el ascensor para repasar las partes de la boca que amaba de la otra chica y dejar que Hyewon esculcara su boca como ella quisiera, o podía aprovechar la poca luminosidad del parqueadero de autos para, apoyadas en el camioncito de helados, repasar el contorno de la pequeña con sus propias manos y de paso, también podía dejar que Hyewon se desquitara jugando un rato con ella. Como sea, hicieron todo eso y un poco más. Toda la diversión terminó cuando el guardia del estacionamiento encendió el pitido que avisa la entrada de un nuevo auto y la peliroja le dio un último y profundo beso a su chica para dejarla ir completamente malhumorada por su erección sin tratar.

La sonrisa que Eunbi portaba en su rostro a medida que caminaba por el edificio le dio qué sospechar a más de uno de sus propios empleados. La peliroja no sabía si la miraban por eso o por su raro caminar, sea por lo que sea, Eunbi lo llevaba con orgullo, la sonrisa porque tenía una novia que la hacía enamorarse cada vez más y su caminar porque para ella era una medalla de honor, no cualquier recibe el exclusivo trato del rarón y vive para contarlo.

—Chowon... —legó al escritorio de su secretaria

— ¿Se encuentra bien, señorita Kwon? —la mujer la miraba como una madre preocupada mira a su hijo.

Eunbi alzó una ceja y contestó: —. Estoy perfecta, Chowon, gracias por preo—

— ¿Está segura? Porque, disculpe si me meto pero... es que... cómo decirlo... lo que vi es... es... es... —la preocupación de la mujer era evidente y no encontraba palabras.

—Chowon —la frenó Eunbi—. Estoy muy bien. Agradezco tu preocupación, de todas maneras —tampoco había tanta confianza entre ellas—. ¿Terminaste con tus tareas? —le preguntó.

—Por supuesto, señorita Kwon —le aseguró orgullosa de su propio trabajo—. Ya limpié su agenda de hoy como usted me ordenó y todos los asuntos urgentes ya están solucionados —informó

—Perfecto —dijo Eunbi—. Da el aviso a todos los empleados entonces, tienen el resto del día libre y después de eso puedes retirarte, muchas gracias por todo, Chowon —le dijo a su empleada—. ¿Algún problema? —la mujer se le había quedado mirando como si de su boca escupiera fuego.

— Disculpe, pero... ¿me podría repetir lo que acaba de decir, señorita Kwon? —pidió con respeto la mujer

—Chowon —Eunbi se resignó—. No has escuchado mal ni nada por el estilo. No tengo la cabeza en el lugar correcto para trabajar esta tarde —la cara de pícara de Chowon lo dijo todo—. ¡Exacto! —Eunbi le adivinó el pensamiento—. Ya sabes dónde está mi cabeza y por eso si yo no trabajo, no puedo obligar a mis empleados a hacerlo también, por lo tanto tendrán la tarde libre, no pasa nada si en una tarde no trabajamos —anunció, retirándose a su oficina—. Hazte cargo, por favor —ordenó suavemente.

Chowon miró el teléfono sabiendo que le esperaba una difícil tarea de convencer a los empleados de que lo que decía no era una broma.

En cuanto Eunbi entró a su oficina, se encontró con la mirada de Chaewon sobre ella. La castaña estaba sentada sobre el escritorio y la miraba seriamente y de brazos cruzados. Eunbi le respondió mirándola con la misma seriedad. Chaewon fue la primera en quebrarse cuando de su boca salió una mueca de burla y le abrió los brazos a su amiga.

—Chu... —Eunbi corrió a los brazos de su amiga y se fundieron en un fuerte y acogedor abrazo de esos que compartían en verdaderos momentos de necesidad y que Eunbi solo recordaba haber compartido con Chaewon cinco de ellos.

No soy para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora