Capitulo 23: La presidenta

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Hyewon siguió amándola hasta que Eunbi alcanzó su cuarto orgasmo de la noche. La pequeña se había encargado de haberla recorrido toda y de que no quedara centímetro de su piel sin reclamar como propio. Pero, ahora, en un tiempo de descanso, la pequeña estaba sorprendida por lo que Eunbi le estaba diciendo.

— ¿Nunca, nunca? —preguntó, incrédula y mirando a la peliroja que descansaba en su pecho. Eunbi todavía agitada y con los ojos cerrados, agitó la cabeza para mirar—. ¿Nunca más de un... nunca más de uno? —hizo la pregunta completa y volvió a tener la misma respuesta—. ¿Estás se...?

—Hyewon... —Eunbi no quería escuchar más la misma pregunta—. Bésame, por favor —pidió

Se fundieron en un abrazo de piel ardiente, muslos entrelazados, bocas sedientas y con los ojos cerrados y manos sin vergüenza. Eunbi deslizó su propia mano entre sus cuerpos y sorprendió a la pequeña al sujetarle el miembro. Hyewon se arqueó y gimió como si la hubieran herido de muerte. Su pene creció en la mano de Eunbi mientras el beso se profundizaba y los dedos de Hyewon separaban los labios de la vagina para hurgarla. No hallaban la saciedad, no existía fin.

—Quiero ponerme sobre ti —le dijo la ex castaña.

Hyewon sonrió.

—Puedes hacer conmigo lo que quieras —le dijo entregada.

Con mucho esfuerzo, se levantó del sillón y buscó otro condón; agradeciendo haber estado preparada para esa noche. Volvió a Hyewon y le colocó el preservativo bajo su atenta e intensa mirada. Cuando se acomodó, volvió a sentirse nerviosa por el tamaño de la chica.

—Ayúdame —le dijo suavemente a la pequeña y esta no dudó en seguir su indicación.

La ayudó a acomodarse y a deslizarse sobre su pene duro y caliente hasta que el cuerpo de Eunbi lo tragó por completo, el rostro de Eunbi pasó del dolor al placer en milésimas de segundos. Poco a poco, Eunbi se iba meciendo sobre Hyewon e iba encontrando el vaivén correcto.

Por su parte, Hyewon no atinaba a nada, se limitaba a admirar a la mujer que estaba sobre ella. Con sus pechos resaltando, le recordaba más que nunca al dibujo que había hecho sobre la pared de la oficina. Su Eunbi. Su amor. Su autoritaria y dulce mujer sin vello, peliroja y de ojos color marron. Su dama. Ella nunca había estado en los planes de Hyewon, pero solo tuvo que abrir una puerta para encontrársela. En verdad la pequeña nunca había buscado enamorarse, pero Eunbi le provocaba una clase de pasión que jamás había sentido, ni siquiera con sus dibujos. Sin duda su vida había cambiado y ya no la podía pensar sin Eunbi en ella. El sentimiento que salía de Hyewon, el amor que sentía por la mujer que estaba moviéndose constantemente sobre ella la emocionó. La pequeña se incorporó para quedar frente a ella. Eunbi se acomodó y la recibió en su nueva postura.

—Mírame, por favor —le pidió la pequeña a Eunbi. Por unos instantes se contemplaron en silencio—. Eres lo más lindo que he visto en mi vida —le dijo, sincerándose.

—Tú eres lo mejor que me ha pasado en mi vida. Hiciste que naciera de nuevo, que volviera a recuperar a esa Eunbi que perdí y tanto quería que volviera —confesó.

El placer las sorprendió con los labios unidos y ambas gimieron en la boca de la otra hasta que se desarmaron sobre el sofá. Se quedaron quietas mientras recuperaban el aliento. Para malestar de la pequeña, Eunbi salió de ella y bajó del sillón para después caminar hasta la pared pintada por Hyewon. La pequeña se incorporó sobre sus codos para contemplar a la ex castaña.

—Adoro lo que hiciste —le dijo desde su lugar—. Podría pasarme horas mirándola —la pared era una pintura en sí misma.

La peliroja se perdió en los detalles hasta que sintió como Hyewon la abrazaba por detrás. El pene de Hyewon se coló entre sus nalgas haciendo que Eunbi se mordiera sus labios, estaba cansada pero el deseo nunca cesaba.

No soy para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora