"Mierda, mierda, mierda, mierda" es lo único que me pasa por la mente ahora mismo. Como una lista de reproducción en repetición.
No puedo ver nada, pero sé que nos han alcanzado.
Austin me agarra el hombro. No me va ha dejar sola, estoy segura. Aunque eso signifique no proteger a mi hermano, pero yo no lo puedo permitir.
Me suelto y retrocedo esperando a chocar con Dylan.
-Dylan- susurro. No hay respuesta.- Dylan.-repito moviendo los brazos en el aire para intentar dar con él.
-¡DYLAN!- grito cuando me doy cuenta de que los guardas pueden ver en la oscuridad y sabrán que lo estoy buscando grite o susurre.
Las luces se encienden y mi pesadilla da comienzo. No está. Ni los guardas.
Ni Austin.
¿Cómo es posible? No he oído nada, ni un quejido, ni un forcejeo, nada. No es posible.
Me giro mirando a todas partes, intentando descrifar cualquier tipo de truco que estén usando. Pero no hay nada. Joder.
-¿DÓNDE OS HABÉIS METIDO, COBARDES?- grito, porque se que me están vigilando. Siempre están vigilando. No sé como pude ser tan tonta de creer que nos íbamos a librar de esta. Lo que si que no me esperaba era esto.- ¡COGEDME A MÍ!
-Spencer, Spencer- dice entre risas una voz a través del altavoz.- Tantos años con nosotros y nunca aprendes, eh. Con nosotros no se juega, y te has librado de muchas. Ya está bien, hasta aquí hemos llegado. No te vamos a pasar ni una más. Y esta va por todas las que te hemos perdonado. Así que, si su merced quiere, puede salir del establecimiento.
La pared metálica que tapaba la puerta empieza a subir.
-Y una mierda. Tantos años conmigo y parece que no me conocéis. Sabéis que no voy a irme sin ellos.
-¿No vas a irte? Está bien, tú me has obligado.
Un gas empieza a brotar del techo. Y baja muy rápido, así que me quito la chaqueta y me la pongo en la boca y la nariz, anudada detrás de la cabeza. Me tiro a suelo y empiezo a deslizarme reptando. No veo nada por el humo, pero me se esto de memoria.
-Spencer, vete ya. Estarás inconsciente en menos de 1 minuto.- insiste a través del altavoz.
No hago caso y sigo reptando. pero me choco contra algo. Abro un poco los ojos y veo una pared, no puede ser, estaba segura de que estaba yendo hacia delante. Me giro y veo la otra. En el otro lado la otra pared. Mi única salida la puerta. Han bajado otra barrera para pararme. Me levanto y empiezo a aporrear la pared. Me quito la chaqueta de la boca solo para gritar: ¡Sacadlos a ellos y quedáos conmigo! La culpa es mía, no suya. El castigo me lo merezco yo, ellos no han hecho nada. No dirán nada de verdad.
No puedo seguir gritando porque empiezo a toser. Cada vez más fuerte. Sé que voy a tener que salir, pero odio darles ese gusto. Antes de desistir oigo unos pequeños golpes, que creo vienen del otro lado de la pared. Pero no consigo distinguir todas las palabras que oigo.
-Spe...sal.....sabes que..........de tu hermano......me cono........puedo con ellos.. CORRE.
Después un golpe sordo y no oigo nada más. Austin y su bendita fuerza inagotable. Como su lealtad.
-VOLVERÉ A POR VOSOTROS.-grito, aunque sé que no me habrá oído, se lo debo.
La pared metálica de la puerta de entrada empieza a bajar otra vez, así que, aunque estoy casi sin respiración por los gritos y el gas, me obligo a correr para salir.
Cuando estoy fuera me doy la vuelta y el edificio parece tranquilo. Que verdad la de que las apariencias engañan.
No sé muy bien a dónde ir ahora mismo, ni qué hacer. Cómo voy a volver a mi casa y explicar dónde he estado y dónde está Dylan. Dylan, el angel, el que nunca llega tarde y nunca incumple ninguna orden, salvo las que le he dado yo antes. Y ojalá no hubiera sido así. Porque ahora todo está más patas arriba de lo que estaba antes, y es ahora cuando me doy cuenta del ritmo de vida que llevo. De lo diferente que tiene que resultar mi vida a la de una adolescente normal y de lo extraño que es el hecho de que no cambiaría la mía.
Porque no solo engloba los momentos malos, engloba los momentos buenos, que aunque sean pocos, valen el triple.
Y, sobre todo, engloba las personas que hay dentro. Y no las cambiaría por nada, menos ahora, porque les debo muchas cosas y es el momento idóneo para demostarles lo agradecida que estoy de tenerles y lo que los necesito a mi lado.
Me paro un momento a pensar dentro de mis reflexiones y me doy cuenta de que estoy pensando como una persona normal y corriente, con sus sentimientos, sus altibajos, su corazón; y, por un instante, me siento muy pequeña y vulnerable.
Porque, como dice la famosa frase, solo somos polvo y cenizas, polvo en el viento.
Y aunque suena muy filosófico, me niego a pensar eso, me niego a pensar que el polvo tiene espacio para todo esto.