Te amo, cariño - Armanway

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Para simp_de_pogo

Que Armando Grúas es el novio del superintendente de la ciudad? Que en este mismo instante se están dando mimos en su cuarto? Nadie lo creería, nadie a excepción de la amorosa pareja. 

Llevaban ya tres años de relación, desde una oscura noche en la que Jack encontró al jefe de mecánicos al borde del suicidio, supo que su corazón había caído preso del encanto oculto del ojiverde. 

Conway sabía que jamás podría reemplazar a Yun, él esposo muerto de su pareja ocupaba un lugar muy profundo en el corazón de este.
Armando sabía que jamás iba a reemplazar a Gustabo, los ojos de su novio siempre soltarían lagrimal al hablar del chico rubio.

Pero ambos se amaban y eso era lo importante, no superar al primer amor, si no, ser el segundo mejor. Se cuidaban, mimaban, preocupaban por el otro; eran realmente la pareja perfecta.

Aunque su relación no fuera pública, estaban conformes con lo que tenían: un bonito departamento, un maravilloso despertar junto a la persona que amaban, no podían pedir nada más. O al menos no habían pensado en nada más. 

No querían hijos, a ninguno le gustaban realmente los niños y ninguno era capaz de procrear pero eso no era lo que les faltaba.  Era algo más importante…pero ¿Qué?

-Jack…debemos hablar –dijo serio el castaño una noche, el contrario se puso a la defensiva. ¿Acaso lo iba a romper? ¿Por algún castigo divino iban a ser padres? 

-Creo que debemos irnos de vacaciones –el pelinegro se relajó al oír eso

-Por? Cuál es el motivo de querer viajar? Los aviones son horribles, hay demasiada gente en la calle…es una mierda salir –en la mente de Conway el mundo era un lugar oscuro y siniestro

-Pero vamos a ver –Armando soltó una carcajada- el motivo es pasar tiempo juntos, chaval. Aparte, quien dijo algo de un avión? Podemos ir en coche a las montañas o a la playa…

-No y no –se dejó caer en la cama, el castaño se acostó a su lado- Crees que voy a ir a hacer el gilipollas por ahí? Tengo demasiado trabajo que hacer.

-Yo igual pero quiero salir y vamos a salir –aclaro decidido

-Quien dice que acepte? 

-No te estaba preguntando, es una orden, superintendente –salió de la habitación dejando a su pareja con una mueca en el rostro

A la mañana siguiente ambos subieron en el coche del mecánico, Conway iba con una tremenda cara de mala hostia pero Armando por el contrario tenía una sonrisa relajada en el rostro.

Recorrieron durante algunas horas varias carreteras, deteniéndose de vez en cuando para que Jack “vomitara”, según este su novio manejaba horrible pero Grúas sabía que le quería hacer el lio para que volviera. Solo fingía arcadas y subía al auto con cara de sufrido. Lo conocía demasiado bien…

El sol pegaba con fuerza cuando llegaron a su destino, un bonito y apartado hotel que estaba en el norte, tenían playa y montaña cerca por lo que era perfecto. Una asistente los llevo hasta su cuarto, había una cama matrimonial y una hermosa vista hacia el horizonte.

-Te lo dije –hablo con orgullo Armando- La vamos a pasar bien, quita esa cara –dio un golpe en el hombro de Jack, este bufo

-Sisi, lo que tú digas –torció los ojos irritado

Su primer actividad empezó en la playa, la pareja caminaba con tranquilidad por la orilla, sintiendo sus pies ser mojados por el agua, viendo lo hermoso que era ese lugar. Aunque lo más que dijo Conway fue: “Esta bien” 

Entraron a comer al restaurante del lugar cuando los estómagos de ambos reclamaban comida, Armando no era fan de los mariscos pero intentando contagiar a su pareja se mantuvo de buen humor, no dio resultado.

Cuando la tarde empezó a caer, subieron un sendero que había en la montaña, al llegar a la cima las estrellas iluminaban el cielo. Los ojos verdes del mecánico reflejaban lo que veía, dándole un toque más hermoso a su rostro, Jack sonrió disimuladamente.

Al día siguiente se pararon antes del amanecer, en su adolescencia Conway amaba surfear y Armando sabiendo eso quiso que ambos fueran al mar para hacer la actividad. Sentado debajo de una sombrilla y con unos lentes oscuros en su rostro, Grúas veía a su novio dominar las olas. Se veía tan sexy en bañador…

-Vienes? –pregunto el pelinegro una vez que fue a tomar agua y quiso volver al mar, sus mejillas estaban enrojecidas y tenía una mirada brillante

-Lo haría pero no se surfear. Tú disfrútalo –Conway sonrió orgulloso cuando una idea cruzo su mente

-Tienes al maldito rey del mar enfrente de ti, yo te voy a enseñar –Armando carraspeo para ocultar su risa, el ego de su pareja estaba demasiado alto

-No, gracias –se mantuvo firme

-Que? Tienes miedo? –dijo burlón

-No es eso, solo que… -sus ojos brillaron de malicia- eres un pésimo maestro 

Conway arrastro a su pareja hasta el mar y con muchos insultos y regaños logro que Armando se mantuviera de pie en la tabla, claro que eso no evito que ambos se fueran de hocico cuando el castaño perdió el equilibrio. 

Regresaron arrastrando los pies al hotel, ambos tenían la piel quemada y un dolor de cabeza por tanto tiempo bajo el sol; pero Armando rio cuando estaban en la bañera y Conway peleaba por quitarse su bermuda sin arrancarse la piel. 

Durmieron como nunca despertando a las cuatro de la tarde del día siguiente, caminaron un rato bajo la refrescante sombra de los arboles antes de entrar a su habitación y echarse sobre la cama. 

Por mucho que Conway fuera un perro rabioso con la gente, también tenía su punto débil y este eran los mimos: específicamente los besos en su rostro. Abrazados en la comodidad del cuarto, Armando repartía besos en la cara de su amado, oyéndolo reír suavemente.

Era el último día de sus pequeñas vacaciones y decidieron disfrutarlo al máximo, a media noche fuera de la habitación se oían gemidos y palabras obscenas. Parecía que a cierto pelinegro le estaban dando “duro contra el muro”.

La recepcionista hizo un esfuerzo por no reir cuando la pareja le entrego las llaves de la habitación a la mañana siguiente y el superintendente con “cara de mírame y no me toques”, camino cojeando hasta su auto. Armando tenía una sonrisa orgullosa en el rostro. 

Las palabras de Conway se quedarían grabadas en su mente para siempre: “solo follame maldito mecánico” 

De camino a su hogar platicaban de cualquier cosa, pero el ambiente movido de la ciudad atraía a Conway como si fuese una droga. Estuvo a punto de saltar del auto en marcha al ver un atraco en un badulaque, así de mala era su obsesión con el trabajo.

Armando cambio su rostro a uno deprimido al ver como el Jack que había estado con él esos últimos tres días había desaparecido, volvía el superintendente de la ciudad.

Apenas llegaron a su casa el pelinegro se bañó y puso su típico traje, dispuesto a salir a trabajar. Su novio bajaba las maletas del coche con una mueca triste, resistió la tentación de correr a su auto e irse, camino hasta su castaño y lo tomo con fuerza de la cintura. Uniendo sus labios en un beso algo rudo.

-Te amo, coño! –dijo en voz baja

-Yo igual –la sonrisa volvía al rostro del alto- Que te vaya bien en el trabajo, cariño…

Conway corrió a su coche con el corazón latiendo a mil por hora, era la primera vez que alguien lo llamaba así desde la muerte de Gustabo, una sonrisa boba se formó en su rostro, estaba totalmente perdido en los encantos de Grúas

AU's  SpainRp y Marvella ViceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora