Capítulo 8. La respuesta

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Era una mañana como cualquiera, fui a mirar el buzón como solía hacer siempre, en él, dado a la fecha en la que nos encontrábamos, solían estar los recibos de la luz, el agua y los impuestos del barco, pero esta vez había un sobre de más.

El sobre era de color café, y en él ponía: para Doblas, urgente.
Por la letra podía identificarse de quien provenía aquella carta, era de Vegetta.

Subí a mi casa con todas las cartas para poder leerlas con más tranquilidad, una vez allí la primera que leí obviamente fue la de Vegetta, las demás según lo que ponía en el sobre, no eran tan importantes.

Abrí el sobre, dentro había una foto, al parecer era vegetta de pequeño, y una carta bastante larga, con su letra de escritor del siglo XX.

La foto olía bastante a agua salada, y por detrás decía: Vegetta y Raúl, 17.11.2000.

Al parecer era una foto de Vegetta con un chico llamado Raúl, nunca antes lo había visto, pero ellos parecían amigos, la foto era bastante antigua, de hace 21 años y ellos dos parecían de unos 10 años aproximadamente, no entendía el por qué de aquella foto o carta, al menos hasta que la leí.

En la carta aparecía resumida la triste infancia de Vegetta, no podía creer que nunca se me hubiera pasado por la cabeza preguntarle por su pasado, ahora me sentía culpable por no haber hecho nada durante este tiempo, pero igual ya no podría cambiar el pasado, y quedarme allí llorando no cambiaría absolutamente nada.

En cuanto que leí la ultima letra de aquella triste carta me dirigí hacía casa de Vegetta con lágrimas en los ojos, los cuales estaban completamente rojos, con apariencia de haber llorado durante más de una hora. Yo solo quería darle el abrazo que tanto necesitaba.

Al pasar, muchos me preguntaban si estaba bien, yo simplemente no les respondía o a veces les decía "Sí, aparta".

Cuando llegué a casa de Vegetta, lo primero que hice fue llamar al timbre, después de esperar más o menos cinco minutos y ver que nadie abría, lo primero que pensé fue en que le podría haber pasado algo, y sin pensarlo, busqué una entrada a la casa.

Bingo, la puerta trasera estaba abierta.

Entré a toda prisa a la casa y revisé cada una de las habitaciones, pero en ninguna parecía haber nadie.

Cogí el teléfono de la casa de Vegetta y llamé a su número, pero el sonido del télefono sonó dentro de la casa, al parecer, Vegetta se había dejado el teléfono allí.

Estaba atemorizado y temblando, no podía creer que algo malo le pudiese haber pasado, ya no tenía ni idea de que hacer o dónde ir, los pensamientos negativos se estaban apoderando de mí y ya no me dejaban pensar con claridad, lo último que se me ocurrió fue mirar si podía haber dejado una nota o algo que me pudiera dar alguna pista para saber dónde se podía encontrar.

No había nada. Ni una nota, ni un mensaje de voz, ni una miserable pista. Nada.

Las lágrimas empezaron a caer de mis ojos sin intención de parar,  todo mi cuerpo empezó a temblar y ya ni siquiera podía mantenerme en pie, no soportaba la idea de quedarme solo, no, no podía ser.

Al pensar aquello, el oso empezó a arañarse los brazos para intentar pensar en otra cosa que no fuera en Vegetta. A medida que sus garras iban pasando por su piel, iban dejando una estela de sangre a causa de que su piel se estaba desgarrando por los arañazos.

Se podía ver un charco de sangre alrededor de Rubius, como si hubiera matado a algún animal, el chico había perdido mucha sangre.

Estuvo así durante una media hora, hasta que Alex, que pasaba por allí para hablar con Vegetta, lo vió y lo detuvo lo antes que pudo.

—¿Qué estas haciendo rubius? ¿estás loco?— Dijo Alex en pánico intentando aguantarles las manos para que no se arañara más.

—Vegetta...No está...No- no lo encuentro...—Dijo Rubius fuera de control.

—Rubius tranquilízate yo lo vi, está con Willy, no le pasa nada— Respondió Alex.

—No puede ser, no puede ser, ¿por esto me preocupé?— Rubius tenía las manos en la cabeza, parecía loco.

—Rubius, no se que a podido pasar, pero ven, te acompaño hasta tu casa, necesitas descansar— Dijo Alex agarrando al oso del brazo con cuidado.

—No puedo Alexby, necesito saber- —Antes de que Rubius pudiera terminar la frase se desmayó por haber perdido tal cantidad de sangre.

—¡Rubius! ¡Alguien! ¡Ayuda!— Gritó Alex con la voz rasgada a punto de llorar.

De pronto la sirena apareció del fondo del mar.

—Lo he escuchado todo, me voy a quedar aquí hechándole agua para que no se le infecten las heridas, ve a buscar ayuda— Dijo Aro.

—No tardo, vigílalo y si ves que se despierta, escóndete— Dijo Alex a toda prisa— Ah y gracias.

—No es nada, ¡Date prisa!—

Alex fue hasta la isla del comercio, avisó de lo que le pasaba al chico y tres comerciantes lo acompañaron hasta la isla de Vegetta, subieron a Rubius en el barco, y lo llevaron hasta el hospital, el oso no despertaba.

—Muchas gracias otra vez, te diré como se va encontrando Rubius, te debo una— Dijo Alex y se fue hacía el barco en el que estaban los demás.

—No me debes nada, para esto están los amigos, no te preocupes— Dijo la sirena antes de irse.

—Vegetta no puede enterarse de esto, haced todo lo posible para que ningún pirata se entere— Dijo Alex susurrando hacía los médicos.

El Beso (Aroxby)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora