CAPITULO III

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La máquina seguía descontrolada, multitud de "bips" resonaban en la habitación, era descontrolado, incesante, multitud de voces se amontonaban en la soledad de aquel cubículo, Carol, el doctor, más enfermeros, más doctores, era incontrolable, por lo poco que sabía, estos pitidos eran denominados como taquicardia, mi corazón quería enviar oxígeno a todos los órganos de mi cuerpo ¿Por qué? ¿Y por qué ahora?, 100 pulsaciones por minuto, volvía a estar consciente, no podía hacer nada, me sentía rara, nerviosa, angustiada, era algo diferente a lo que podía sentir otros días, no era normal.

Volví a notar la mano de Carol, como la note minutos atrás u horas, no sé cuánto tiempo estuve sin sentir nada, pero aquella maquina encargada de medir mis pulsaciones seguía pitando de una manera que generaba incordio.

Y de repente sucedió.

Aquello que todos los médicos, Carol y yo deseábamos.

Si, sucedió, la maquina se controló y yo, yo tuve una visión borrosa de lo que había sido mi hogar durante diez años, por primera vez en ese tiempo, podía ver, abrí los ojos, si, los había abierto, ni yo me lo podía creer, nadie se dio cuenta de aquello hasta que intenté levantarme de aquella cama.

--¿Kiara?—Los ojos de Carol se abrieron de una forma bastante tenebrosa, pero supongo que sería por la impresión—No me lo puede creer, voy a avisar al doctor—Dijo mientras se levantaba rápidamente de la silla colocada al lado de mi cama.

Note que sus pasos se alejaban, se notaba emocionada, iba dando brincos, alternados con rápidas zancadas.

Mientras tanto, yo seguía bastante aturdida, supongo que sería normal, intente mover la cabeza para inspeccionar la habitación, pero me maree, veía triple por lo menos, así que decidí realizar un movimiento más fácil y que fuese más asequible para mi situación, con mi brazo izquierdo, libre de cualquier vía, o venda, toque mi brazo derecho, donde pude sentir el tacto de una redecilla que cubría la parte media, por donde administraban medicamentos, toque también mi cabeza, aquel sitio donde todos mis recuerdos había desaparecido, mi pelo, lo note largo y enmarañado, debía de mirar mi aspecto, seria patético.

Vale, no me lo podía creer había despertado, miles de sensaciones vinieron a mi cuerpo, pero la más notable era la desorientación, me sentía perdida, no recordaba absolutamente, solo sé que tenía quince años cuando sucedió todo, que en realidad no sé qué sucedió, y que ahora, haciendo cálculos sé que tengo veinticinco, dios... veinticinco años y no he podido vivir absolutamente nada, he perdido diez años de mi vida, aun no sé lo que es enamorarme de verdad.

En ese momento se viene a mi mente el único recuerdo vivo que queda en mi cabeza, aquellos ojos azules, pero no creo que eso fuese amor de verdad, sino más bien obsesión o idolatracion hacia alguien.

Tampoco sé lo que es salir de fiesta, emborracharte y quedarte asta tarde en la calle porque no sabes cómo volver a tu casa, el sentimiento de que alguien te desee, que quiera todo de ti, que tus padres te pillen escapándote de casa para acudir a algún sitio prohibido para ti, graduarte, tener amigos de verdad, no sé lo que se siente en ninguna situación, solo sé que ahora mismo lo que siento de verdad es rabia, sed de venganza, a quien quiera que me hiciese esto, porque todo esto debe de tener una explicación y también curiosidad, si curiosidad, llamadme masoquista, pero necesito saber porque esos ojos, azules como las profundidades del mar, vienen a mi cabeza, siempre.

Unos pasos resonaron en la entrada de la habitación, sacándome de mis pensamientos. La primera persona en entrar fue Carol, que se sentó directamente a mi lado, sonriente, pero su aspecto no concuerda con la dulce voz que escuchaba diariamente, era mujer alta de unos treinta y tantos años, morena de piel, unos tatuajes sobresalían por el pijama del hospital y un desordenado moño recogía unos rizos color chocolate que dejaban mucho que cualquier cica desearía tener, aun con esas pintas, desarregladas y con unas ojeras que adoraban el borde de sus ojos color negro azabache, lucia preciosa, no me la quería imaginar fuera del hospital.

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