VIII - Amanda 5

18 2 0
                                    

No imaginé que se pudiese llegar a sentir tanto miedo en un trabajo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No imaginé que se pudiese llegar a sentir tanto miedo en un trabajo. Muy pronto empecé a darme cuenta de que los ambientes laborales son complejos, y que en la mayoría de los casos se vuelve una batalla de supervivencia. Ramona debía reportar las piezas con manchas de aceite. Era su deber, y entendía que lo hiciera. El supervisor se dirigió a mí para preguntarme sobre la causa de las manchas. Fue muy difícil, pero decidí ser franca desde el primer día. Le conté sobre mi decisión de comer en la línea. Pensé que ese mismo día llegaría mi despido.

Como seguía en entrenamiento, mi caso fue remitido al departamento de Ingeniería. Brenda me explicó, como lo supuse, que un error de esa magnitud se castigaba de manera severa. Sin embargo, sabía que era una situación propia de mi inexperiencia, así que intentó ayudarme. La forma de hacerlo consistió en mover sus influencias para conseguir reponer las piezas desde el área de corte. Me dijo que tenía que acompañarla.

Al llegar ahí nos recibió un muchacho llamado Alexis. Su rostro denotaba su juventud. Tenía, a lo sumo, 35 años. Su físico era notable, con muy buen estado de forma. Su tono de piel era blanco y sus ojos eran de un café tan claro que parecía amarillo. Usaba ropa ajustada y de muy buena calidad. Incluso alguien que no supiera de marca detectaría que aquella ropa lo era. Supe, por Brenda, que se trataba del gerente del área. Ella le explicó el motivo de nuestra visita, y luego me dejó ahí, para esperar que me fueran entregadas las piezas.

—Debes saber que todo tiene su precio —dijo, mientras se acercaba a mí de una forma extraña —Eres una chica muy linda.

—Disculpe, señor —respondí enseguida, y me aparté—. No sé a qué se refiere.

—Te conseguiré las piezas, pero antes debes hacer algo por mí. Sígueme.

—No iré a ningún lado —refuté, nerviosa. Mi mente había viajado a todas las posibilidades, y por la forma en que me hablaba, sabía que estaba coqueteando—. Creo que puedo esperar las piezas justo acá, donde estoy.

—Pero si las quieres, primero debes obedecerme. Así que acompáñame —Me tomó de la mano y me obligó a seguirlo.

Caminamos entre las mesas del área de corte, que eran enormes. Pude observar la tela tendida en ellas, reposando, lista para ser cortada. En algunas mesas, operarios colocaban con spray adhesivo pliegos de papel del tamaño de la tela tendida. En el papel estaban dibujadas las formas de las piezas. En otros casos, operarios ya usaban cuchillas para cortar la tela, y notaba que se guiaban por los dibujos del papel. Quedé sorprendida por la precisión con la que trabajaban, pero mi atención estaba más en Alexis, que no soltaba mi mano. Llegamos a una mesa donde se desperdigaban muchas piezas sueltas. Intuí que era el área para hacer reposiciones. Vi como Alexis entregó el papel que Brenda le había dado antes a uno de sus operarios.

—Necesito esas reposiciones —exigió—. Ya regreso.

Me llevó hacia el almacén de tela. Vi estantes enormes y rollos de tela distribuidos en todos ellos. La oficina a la que nos dirigíamos se miraba tan pequeña entre tantos estantes. Sin embargo, no entramos a la oficina, sino que me llevó a un cubículo adjunto que decía: "Cuarto oscuro". Me resistí a entrar. Me obligó a hacerlo. Estaba a punto de llorar. Encendió una luz tenue, y me dijo en voz baja, mientras se acercaba a mi oído:

Llegaste tardeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora