XV - Amanda 9

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Era mi primera reunión con la junta directiva y no sabía dónde quedaba la sala de conferencias

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Era mi primera reunión con la junta directiva y no sabía dónde quedaba la sala de conferencias. Estaba nerviosa, puesto que debía presentar un plan para el siguiente mes, y me había tardado mucho en realizarlo. Aunque me habían ayudado con el Excel, aún era muy lenta. Cuando estuve en la secundaria, teníamos acceso a un laboratorio, pero jamás se me ocurrió que fuera algo tan importante. Lo que aprendí en el curso de informática se me había olvidado. Talvez se debía a que el examen final, cuando me quedé sin computadora por llegar tarde, arruinó todo lo demás. En esa empresa nada se hacía si no era en Excel. No sabía si había sido la mejor decisión retomar los estudios básicos, porque identificaba la necesidad de un curso especial e intensivo para manejar el programa lo más pronto posible, pero ya estaba muy cargada.

Había comenzado a relacionarme con la gente a mi alrededor. Lo más difícil era que Rebeca estaba en la misma oficina, y había convencido a todos de hacerme la broma del novato. En mi caso, la broma consistió en darme mal la información sobre la ubicación de la sala donde se haría la reunión. Salí del módulo de costura, pasé por un túnel y aparecí en el área de lavandería. Al pasar por entre las lavadoras, no pude evitar que me salpicaran de agua, lo que arruinó levemente mi peinado, pues me había planchado el pelo. Pero debes saber que eso no fue lo peor de pasar por ahí. Los hombres me invadieron con sus miradas lujuriosas y muchos de ellos no repararon en dedicarme frases que estaban lejos de convertirse en piropos. Llegué al área de secado y detecté una oficina. En la puerta estaba el típico rotulo: "Solo personal autorizado". Entré sin miedo, pero no reconocí a nadie. Busqué una sala de conferencias, y me pareció encontrarla, pero no reconocí en ella a ninguno de los gerentes. "Algo anda mal", pensé, "no creo que todos sean impuntuales". Di media vuelta y ya estaba cerca de mí un señor, algo flaco, clavándome una mirada llena de sorpresa y desconfianza.

— ¿A quién busca? —preguntó.

—Hola, mi nombre es Amanda. Soy la nueva responsable de cumplimiento. Trabajo para Gerencia. Busco la sala de conferencia para una reunión.

—Amanda, me temo que está perdida. Mi jefe está en esa reunión. Déjeme que la lleve —me ofreció su brazo.

—Se lo agradeceré muchísimo —dije, mientras aceptaba su gesto e internaba mi brazo al suyo.

Su mirada era profunda. Me hacía sentir admirada y a la vez deseada. Su acento era distinto. Juzgándolo por mi experiencia viendo películas, deduje que era venezolano. Pero quise preguntárselo.

— ¿Usted no es de Nicaragua, verdad?

—Soy de Venezuela —sonreí por el acierto —. He trabajado de auditor para Levi's desde hace muchos años. Eso me ha permitido viajar por toda América latina.

Caminamos por el mismo curso que había usado para llegar. Ese camino sólo nos llevaría al módulo de costura, a menos que el señor quisiera, a propósito, hacer un recorrido más largo.

— ¿Puedo preguntar por qué —insistí —, si teniendo la oportunidad de viajar tanto, conocer lugares, decidió usted quedarse trabajando acá?

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