—Laurence Sterne decía: "Esto se llama perseverancia en una buena causa y obstinación en una mala" —citó, elocuentemente, Renato.
—Más despacio, amigo, el chico de las frases soy yo —mencioné, sorprendido.
—Jeffrey, yo también leo, un poquito. Y si te dejo una frase es porque sé que te encantan. Debo jugar a tu estilo si quiero que entres en razón.
—Hiciste trampa. Estás en el Internet. Seguro la buscaste recién en google. El hecho de que hablemos mientras trabajamos no me impide percibir tus movimientos, campeón. También te conozco —Le dije, mientras hacía girar mi silla hacia él.
Nuestra oficina era pequeña. Cuando mucho, tenía unos cinco metros cuadrados, incluyendo el baño, acomodado en la esquina del fondo. En la otra esquina, estaba el escritorio de Melinda. Era de madera, probablemente caoba, con acabado circular, dibujando un arco alrededor de su silla, que también era la más fina. Nuestros escritorios eran de metal, y nuestras sillas eran giratorias, pero mucho menos valiosas. Renato estaba delante de Melinda y yo estaba delante de él. Por lo general, ella no permanecía en la oficina. Si no estaba en una reunión importante (las cuáles abundaban), le daba seguimiento a los muchos proyectos que Ingeniería ejecutaba. Eso era una ventaja. Nos permitía platicar allí de cualquier tema y sin reparo. Los miércoles, cuando se jugaba la champions league, a veces poníamos los juegos del Real Madrid. Ese día, Renato aprovechó para sermonearme. Estaba convencido de que volver con Jeannete era el peor error de mi vida, sobre todo después de haber conocido a Amanda.
—No es trampa —Se defendió —. Da igual que lo que haces tú cuando acudes a tu libreta, ésa en la que tienes anotadas todas tus frases favoritas.
—Touché —asentí.
—Así que, déjame leerla de nuevo: "Se llama perseverancia en una buena causa y obstinación en una mala".
— ¿Cómo dijiste que se llama el autor? —pregunté.
—Sterne, Laurence Sterne —Su pronunciación era mala. Fuera inglés, irlandés o alemán, no importa, era mala.
— ¿Al menos sabes quién es él? —cuestioné.
—Eso no importa. Lo que importa es la frase.
—Si citas una frase, no solo importa la frase. Es muy importante quién la diga. Su vida y lo que ha hecho deben respaldarlo. Si te dijera una frase de un desconocido, lo primero que piensas es: "¿Quién diablos es ese? Ponte en mi lugar. Si te dijera algo como: "A veces es necesario revisar los rieles y construir caminos, y hasta luego dejar que el tren avance", y luego te dijera que lo dijo Julio Choza, ¿qué me dirías?
—Porqué tuviste que inventar ese nombre, ¿no había uno más bonito?
—No sé, pensé en Julio Verne, y luego se me vino una choza a la mente. Yo creo que existe el apellido, en algún lugar debí escucharlo. Pero ése no es el punto. Sterne, hombre, no sé si da lo mismo que Choza, pero yo no reconozco ese nombre. ¿Se trata de un escritor?
ESTÁS LEYENDO
Llegaste tarde
RomanceUna chica caracterizada por su impuntualidad enfrenta un cambio drástico en su vida cuando adquiere su primer trabajo. El amor le impulsa a crecer humana y profesionalmente, pero la vida insiste en darle lecciones sobre el tiempo, puesto que la pers...