Capítulo 12

44 5 0
                                    

No nos cambiaron la habitación por lo que me dispuse a dormir en el suelo. Nadie objetó al respecto. Así que me tumbé y me tapé con una manta rígida y rasposa de color amarillo que habíamos encontrado en la cajonera. Tardé un tiempo en conciliar el sueño, para cuando lo hice ya llevaba rato escuchando cortas sinfonías de ronquidos por parte de los muchachos.

•••

Tras el amanecer temprano que se estilaba por el sur, donde parecía que siempre era verano, bajamos al bar a tomar algo. Desde aquella conversación con Óscar, no había vuelto a pronunciar palabra alguna. Se mantenía expectante, observando en todo momento y valorando las circunstancias. Yoi, por lo contrario dejaba asomar algún comentario, aunque ya no tan alegres y elocuentes como antes. Consideré que su paciencia se iba agotando muy rápido. Pasamos por delante de la barra donde encontramos a la posadera, quien nos recibió con una mirada lastimosa y una sonrisa forzada. Nosotros aún así le saludamos con total normalidad. Al alzar la mano vi en ella el anillo de hierro en mi dedo anular. No pude evitar prestarle gran atención. Era un anillo tosco intentando seguir un diseño fino y delicado. Con varias magulladuras y deformaciones. A pesar de ello tenía cierto encanto.
Vi la taberna con más detenimiento, era un espacio abierto interrumpido por varios troncos de árboles, bastante anchos, que ejercían de columnas repartidas por el lugar. No era tan pequeño como parecía ser desde fuera, aunque tampoco excesivamente grande. Tal vez, las escasas mesas que se disponían en la sala contribuyeran a ello. Nos dirigimos a una mesa que se encontraba cerca de una ventana. Nos sentamos y esperamos. Fue entonces cuando, al apoyar las manos en la mesa, vi el anillo de Yoi. Un poco más grueso que el mío e igual de tosco. Me pregunté por un instante la procedencia de estos. Parecían anillos antiquísimos, además de mal cuidados. Aunque también pensé que podría haberlo creado de la nada. A lo mejor él, como mago, tenía esa capacidad. Como el de un artista, crear desde la simple idea, con ventaja de que no necesitaba materiales. Reparé también en sus manos; impolutas, jóvenes, fuertes y grandes. Sin ninguna rozadura, llaga o herida. Y me extrañó, pues de sus manos salían luces, chispas y pequeños hilos de luz que podrían confundirse perfectamente con relámpagos atrapados en sus palmas, deseando salir para darte caza. No le dejaban marca. Pero tampoco los quehaceres diarios.

La posadera interrumpió mis pensamientos cuando se presentó en nuestra mesa cantándonos los diferentes platos que había esa mañana. A pesar de que no sabía que clase de ingredientes tenía los platos pedí lo primero que me sonó bien. Ahora mismo, no le hacía asco a nada. En silencio se volvió a marchar con nuestro pedido.

— Hay que buscar trabajo. — Espetó Yoi.

—¿Por qué? No nos hace falta

— Ese es el problema. Somos tres personas con pinta de sin techo pero nos sobra el dinero. Hay que aparentar que tenemos pero no tanto. Estaríamos dando una imagen equivocada.

— Vale... pero entonces, ¿no sería mejor hablar de a dónde vamos ahora?

— Por eso no hay problema. —Dijo sin mirarme.— Sé dónde estamos y sé nuestro siguiente destino.

— Pues dilo— Dijo para sorpresa de ambos Óscar. — Deja de tenernos en vilo.

Yoi le dedica una mirada divertida. Agacha la cabeza negando dejando escapar una risa suave. Vuelve a levantarla y nos mira a ambos.

— Luego.

Fue lo único que dijo antes de que la posadera nos pusiera la comida por delante. Agradecí un plato caliente y contundente después de tanto tiempo, al igual que mis compañeros. No tardamos mucho en desayunar. Pagamos y nos fuimos. Salimos del local siguiendo a Yoi, como si él se conociera el pueblo como la palma de su mano. Nos llevó por las calles del pueblo lleno de puestos de mercadillo y gente, quienes, como ayer, nos analizaban de pies a cabeza hasta que nos perdían de vista. No pude evitar mirar los productos de los diferentes puestos. Verduras, ganado, telas, zapatos... incluso armas, aunque lo que más abundaban eran puestos con objetos extravagantes decorados con brillos y piedras. No pude evitar pararme ante uno de esos puestos. Contemplando en especial, una figura de cerámica blanca realmente delicada. Tenía forma de alas en las cuales se encontraban incrustadas tres pequeñas piedras semipreciosas. Un citrino, una piedra de luna y una piedra de sangre. Las tres colocadas en fila.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 11, 2024 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Leyendas de la realeza II: La fábula del mago ||Editando||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora