Capítulo 3

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Lilianna

Miraba a mi alrededor. No le veía, ni siquiera lo divisaba a lo lejos.

- ¿Dónde está Yoi?

Pensar que se quedó atrás sin saber a que podría enfrentarse, solo para darnos la oportunidad de escapar.

- Pensaba que venía detrás...

Giré sobre mis talones quedando enfrente de él.

- ¿¡Cómo no te has podido dar cuenta!?- Espeté. Me miró con el ceño fruncido, sorprendido por mi reacción.

- Tú tampoco te diste cuenta. Además, ¿Cuál es el problema? Un peso muerto que nos quitamos de encima.

- ¿Cómo puedes decir eso cuándo nos estaba ayudando?

Vi como sus ojos se posaban en mi figura. Con una expresión neutra mantenía su vista clavada en mis ojos.
No se movió. No dijo nada. No hizo nada.

Eso me hizo entenderlo todo.

- No te importa, ¿verdad?- Pregunté en un hilo de voz. No recibí respuesta.

No le importaba. No le importaba lo más mínimo. Una persona se ha sacrificado por nosotros. Por salvarnos. Y él estaba ahí, tan tranquilo, tan sereno y distante. ¿Por qué? ¿Por qué no le importaba?
Tenía un gran corazón, ¿Cuándo se pudrió?

- ¡¿Te importa algo acaso?! ¿¡Eh!?- Le grité acercándome amenazadoramente a él.

- Me importas tú...- Susurró dejando ver una sonrisa ladina.

Levantó su mano para acariciar mi mejilla, sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, mi mano se estrelló contra la suya apartándola.

- Si te importara de verdad, volverías a por Yoi junto a mi.- Espeté.

Únicamente recibí una sonrisa cínica por parte de él.

- Sí yo te importara, sufrirías por mí lo mismo que sufres por el mocoso ese.

- ¿Y qué te hace...?

Intenté contestarle, pero su mano se enrolló en mi cuello rápidamente, aprentándola con fuerza, impidiéndome poder respirar con normalidad. Llevé mis manos a la suya intuitivamente intentando sin éxito deshacerme de su agarre. Dirigí mis ojos a los suyos, los cuales por un momento se volvieron rojos. Reprimí un jadeo de asombro.
Seguí golpeando con fuerza su mano sin éxito.

Acercó su cara a la mía lentamente, con una expresión que nunca vi. Su mirada de locura y rabia se impregnaba de color rojo. Sus labios fruncidos, al igual que su ceño, ojos abiertos y mandíbula tensa.

- Sí supieras el daño que le haces.-Susurró sobre mis labios.- Le estás matando poco a poco.

Un ruido se oyó y logré zafarme del agarre que ejercía sobre mi cuello. Respiré con necesidad, agitadamente inspiraba y expiraba.

Al levantar la vista alarmada por otro ruido producido cerca, vi como dos figuras masculinas forcejeaban. Oí su voz en eco. Vi sus cabellos alborotados, el sudor que brotaba de su frente. Su ceño fruncido y su mandíbula tensa.
Dos figuras masculinas idénticas se encontraban enfrente mía, luchando entre ellas con fuerza y brutalidad.
Puños llenos de rabia impactaban en ambos cuerpos, mientras estos caían y daban vueltas sobre la ardiente arena.

En mi confusión no supe hacer otra cosa más que observar.

- ¡Lilianna!- Dijo el rubio el cual estaba acorralado recibiendo golpes e intentando protegerse.- ¡Ayúdame!

Su voz me hizo reaccionar, y con gran velocidad me levante y me dirigí a ellos. Sin embargo al llegar, no supe bien que hacer. Empujé con todas mis fuerzas al rubio que estaba encima golpeando con furia al otro, consiguiendo liberar al que yo creía que era mi verdadero compañero. Descubrí que no era así cuando su mirada se volvió rojiza y su sonrisa tetrica creció.

Sentí como el costado derecho de mi barriga se humedecia con rápidez y un dolor insoportable se intalaba en aquella zona.
El brazo del muchacho a quien acababa de salvar, se alargó tomando forma de lanza, atravesando mi piel. Abundantes hilos de sangre emergían de la herida y manchaban la arena virgen del desierto. Su brazo impregnado de mi sangre parecía la suya misma y su rostro sonriente cubierto por pequeñas gotas resultaba más terrorífica.

- Esto no es ni la mitad de lo que él sufre.- Dijo con voz grave.- ¿Quieres que te haga sentir su dolor?- Dijo mientras penetraba mi piel ganándose como respuesta unos gritos de dolor por mi parte.

- ¡Para!- Grité. Y así lo hizo. Le miré con lágrimas de desesperación y dolor, suplicándole. Recibiendo por su parte una expresión de asombro con tintes de pena y culpabilidad.

Retiró lentamente su brazo que fue cambiando volviendo a su forma original. Me quedé de pie mirando mi herida, presionándola con mis manos temblorosas e intentando que parara de sangrar sin mucho éxito. Era una herida demasiado profunda.
Dirigí mis ojos al causante de esto y vi su rostro desencajado con intención de decir algo, sin embargo, un puñal enterrado en su cuello se lo impidió. El verdadero Óscar había acabado con él y acto seguido se encontraba corriendo para llegar a mi lado.

El muchacho me hablaba desesperado por recibir una respuesta por parte mía. Mientras yo, observaba anonadada hacia aquella figura que seguía siendo idéntico a Óscar.

¿Qué ser sería aquello?

Espero que os haya gustado este capítulo después de tanto tiempo sin actualizar.

¡Estamos de vuelta!

-Anastasia-

Leyendas de la realeza II: La fábula del magoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora