VII

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El sábado por la mañana Harry despertó con demasiadas ganas de quedarse en la cama. Había pasado toda la exhaustiva semana ignorando al castaño que lo perseguía con la mirada constantemente, a pesar de los numerosos rechazos que él le daba. No entendía cuáles eran sus intenciones, pero era muy agotador ignorar unos ojos fijos en él frente a cada acción. Comenzaba a  creer que en serio estaba obsesionado.

Pero era sábado, era momento de enfrentarse. No solo debía hablar con Louis, sino que debía pasar horas junto a él en una misma habitación hablando de cosas que realmente no le interesaban. No sabía si sobreviviría.

Se levantó gracias a su enorme fuerza de voluntad y comenzó a alistarse al notar lo tarde que era. Debía estar en media hora allí, por lo que simplemente tomó una banana del frutero y se lanzó en camino. 

El llegar a la casa no fue una tarea difícil, la distancia entre ambos hogares no era larga y el camino era fácil de transitar. Así que unos pocos minutos después, Harry se encontraba frente al nuevo desafío personificado en una puerta. Tomó valentía y tocó con sus nudillos la superficie de madera. Segundos después la puerta era abierta por el joven castaño vestido de entre casa, con el pantalón y remera deportivos, y la vincha adornando su pelo para mayor comodidad.

–Llegaste.

Harry no pudo evitar rodar los ojos como gesto incosciente.

–Gran observación, ¿Me dejas pasar?

Louis frunció el ceño pero abrió lo que quedaba de puerta y se apartó a un costado. Acompañó su desplazamiento con un gesto con las manos que el rizado captó facilmente y se adentró al ajeno hogar. Era un departamento bastante pequeño, en el que a duras penas entraban cómodamente tres personas. Sin embargo se sorprendió al divisar una cama matrimonial con las sabanas desordenadas y un par de colchones desgastados y con falta de relleno desparramados por el piso. Louis notó la incomodidad del rizado por lo que rápidamente se apresuró a hablar.

–Lamento el desorden, ayer mis hermanitas quisieron hacer una pijamada y no alcancé a ordenar. No creas que dormimos todos aquí, tenemos nuestras propias habitaciónes.

–¿Tienes hermanos?– La sorpresa no pudo ser disimulada, no sabía por qué creía que era un niño solitario. Tenía en mente la imagen de chico sin sentimientos, y la idea de un par de criaturas junto a él le distorsionaban un poco lo que tenía imaginado. 

–¡Claro! ¿No te he hablado de ellos?– Harry negó mientras que seguía su camino hacia la mesa que estaba apartada de las sábanas, con un par de cuadernos rosas y crayolas sobre ella– Tengo cinco hermanas y un hermanito, una hermana, dos gemelas y dos mellizos– Sonrió.

Harry asintió y tomó asiento mientras que apartaba con sus manos lo que ocupaba la superficie de madera.

–¿Empezamos?

Louis copió sus acciones y se sentó en la silla de en frente a una distancia conciderable del rizado. Abrió la mochila que había tomado segundos atrás y tomó de dentro una hoja con ambas carillas escritas con tinta negra. 

–Bien, son... ¿Veinte puntos?– Se quejó reprimiendo sus impusos de arrugar la hoja y mandar todo a la basura– Dios mío.

–He hecho tareas más largas en menos tiempo del que contamos, ¿Tú no, ojitos?– La pregunta salió de sus labios posterior a un puchero notablemente actuado.

Louis no movió ni un músculo de su rostro, mantuvo el semblante serio. Su labio fue el único que no coincidió con su cara, curvandose hacia arriba frente al apodo que sólo había recibido una vez, cuando el rizado y él estaban en la misma situación de tensión que ahora, pero días antes.  

Es cuestión de tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora