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|Falta de egoísmo|

Era por la mañana de un día de clases, exactamente, el segundo día de clases tras iniciar el ciclo escolar. De camino a la escuela, se hallaba un pequeño Shuichi de 8 años, quien jugaba animadamente con el equilibrio en la orilla de la acera.

—¡Carajo! ¡Llego tarde! —. Gritó un chico mucho más mayor que Shuichi, quien corría en su dirección.

El peli azul volteó su mirar hacia aquel muchacho, quien al ver cómo este no parecía querer quitarse o bajarse de la acera, terminó por empujarlo para poder pasar.

La cara de Shuichi estampó contra el suelo haciendo que el niño se quejase del dolor. Se levantó y sentó mientras restregaba su cara en sus manos para quitar la tierra de su cara. Al retirar sus manos, su mirada pasó a clavarse en estas, cuáles estaban manchadas de sangre.

—¿S-Sangre...? —. Balbuceó con terror.

Observó el piso y vio pequeñas manchas de sangre en éste, por lo que se paniqueó, terminando en ponerse a llorar desesperadamente. A Shuichi le daba miedo ver sangre, mucho más si era suya, por ello lloraba.

—Toma —. Se le escuchó decir a un niño.

Shuichi, mientras sorbía e hipaba, dirigió su vista a su costado encontrándose con un niño de pelo rubio verdoso y a otro de pelo púrpura oscuro, ambos portaban el mismo uniforme escolar que Shuichi. El primero estaba hincado a la altura de Shuichi, mientras le extendía una paleta.

Shuichi le miró confuso haciendo que el niño volteara a ver al pequeño peli púrpura quien le soltó un pequeño »te dije« haciendo que éste frunciera el labio. Volvió a voltear a ver a Shuichi y dijo:

—Ten, comer dulces calma el dolor... eso me decía mi mamá —. Sonrió el niño sacudiendo levemente la paleta que sostenía.

—¿L-Los dulces... calman e-el dolor...? —. Murmuró tomando la paleta en manos.

El peli verde asintió animadamente mientras agrandaba su sonrisa.

—Sí, por eso siempre traigo dulces conmigo —añadió señalando su mochila—. Es que él se cae mucho —. Murmuró señalando al peli púrpura.

—¡Te escucho! —. Se quejó el otro niño con un puchero.

El peli verde echó a reír para luego empezar a registrar su mochila. Shuichi admiró la paleta que sostenía en mano y la abrió, la dirigió a su boca y empezó a lamerla.

—Parece un perrito apachurrado —. Se burló el peli púrpura tras ver cómo Shuichi comía la paleta mientras hipaba y sorbía.

—No le digas eso —le regañó el peli verde. Este sacó unos cuantos curitas y su botella de agua, se sentó y abrió la botella—. ¿Me dejas curarte?

—Pareces una mamá —. Añadió el peli púrpura.

El peli verde le lanzó una miradita de »basta« al peli púrpura, quien soltó una singular risita que llamó la atención de Shuichi. Luego volteó a ver al peli verde quien le mostraba los curitas y el agua, por lo que asintió levemente con la cabeza.

—¿Cómo te llamas? —. Intrigó el peli verde mientras le limpiaba la cara a Shuichi con un pequeño pañuelo.

—S-Saihara... Saihara Shuichi... —. Masculló desviando la mirada.

—Saihara... he escuchado ese apellido —. Murmuró el peli púrpura.

—Está en nuestra clase —dijo el peli verde colocándole las curitas a Shuichi en la frente, mejillas y la nariz—. Yo soy Amami Rantaro —se señaló mientras se separaba de Shuichi para cerrar su botella de agua—. Él es Ouma Kokichi.

𝓛𝓸  𝓵𝓪𝓶𝓮𝓷𝓽𝓸「ᶠᵃⁿᶠⁱᶜ」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora