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Desde que me había transformado en un furia luminosa mi cuerpo había cambiado y tenía algunos poderes que antes no hubiera encontrado posible tener, de hecho gracias a ellos iba camino a mi aldea con dos de mis preciosos huevos dentro de mi cuerpo, Chimuelo llevaba a los otros dos de la misma manera en que yo los llevaba.

Los habíamos encogido con algo que los dragones llaman poderes paternales, estos se desbloqueaban sólo al dar a luz o adoptar un huevecillo, parte de estos impedían que el huevo se rompiera o que el bebé naciera en mal momento así que los hijos sólo podían nacer cuando los padres o madres estuviéramos lo suficientemente cómodos con nuestro alrededor, en especial los omegas, que prestamos más atención a nuestros alrededores.

Las hojas de los árboles se meneaban impulsadas por el viento, algunas de ellas caían mientras bailaban al ritmo que las ramas y el aire orquestaban, mis cabellos, que me llegaban a la cintura, volaban golpeando en la cara a Chimuelo, que iba a mi lado, reí ante sus expresiones molestas y lo irritado de sus ojos. Volteó a mirarme con una linda sonrisa al verme reír, los rayos del sol chocaban con mi piel que los absorbía para obtener energía, ya que a diferencia de los furia nocturna que absorben los rayos de la luna, los de mi especie nos alimentábamos de los del sol aunque eso no quitaba que debiéramos alimentarnos de otras cosas como carne y plantas.

Un grito rompió el silencio, Chimuelo se colocó frente a mi, ignorando por completo mi expresión de molestia, coloqué sobre mi rostro la máscara blanca que Chimuelo había recuperado para regresármela, levanté la mirada notando que quien estaba frente a nosotros era mi padre sonreí al verlo, aunque claro eso no se notaba por la máscara, puse mi mano sobre el hombro de Chimuelo, que captó lo que quería transmitirle de inmediato. Se hizo a un lado y me permitió dar un paso adelante dejando que mi padre me abrazara.

—Él es mi alfa.—Susurré en su oído.

Me miró con sorpresa para después mirar a Chimuelo, lo analizó por largos minutos, en los cuales no me soltó, le dediqué una linda sonrisa a Chimuelo para que estuviera tranquilo mientras las inspecciones de mi padre finalizaban.

Muchos minutos después pudimos continuar con nuestro camino hacia Berk, todos los edificios que se habían caído seguían en el suelo y varios estaban en llamas, una solitaria lágrima cayó de mis ojos.

—El lugar entero fue reducido a cenizas y nos costará mucho volverlo a construir.—Suspiró.

Engranes del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora