—¿Estás seguro? Hipo, esto no es a lo que me refería cuando decía que quería que te volvieras mas fuerte, ni siquiera te has presentado, es peligroso salir solo.—Intentó convencerme mi padre, negué con la cabeza y seguí empacando mis cosas, lo había decido, me iría de Berk por dos años, así tal vez me volviera más fuerte.—Estoy seguro, padre, esto es por mi propio bien, estaré bien.—Prometí.—Hipo, por favor piénsalo bien, apenas tienes dieciséis años.—Argumentó, aquello no serviría para convencerme.—Volveré a la prueba anual cuando tenga dieciocho años.—Volví a prometer, para ese momento ya estaba harto de los tratos que me daban los vikingos de mi tribu, así que me iría para volverme más fuerte.—Ya me voy.—Avisé saliendo de mi habitación, papá no me siguió, aunque no me sorprendió, ya lo conocía.
La entrada al bosque estaba a unos cuantos metros, era de noche, por lo que Patán y Astrid no estaban cerca, lo agradecía, siempre que me veían me golpeaban, di un largo suspiro antes de adentrarme en el bosque, al menos esperaba que no me topara con un dragón tan pronto, sería terrible encontrarme con un dragón vampiro o un quema-bosques, aunque tal vez debía temerle más a los colmillo-de-lobo, el bosque estaba iluminado por la tenue luz de los gusanos-brillantes, una especie de dragones no peligrosa, que emiten luz.
No extrañaría la aldea, tampoco a los vikingos que habitaban allí, con la excepción de Bocón, mi padre y tal vez, Patapez, otro vikingo de biblioteca al que Patán y Astrid también molestaban, Astrid era abusona por que ya se había presentado como alfa, al igual que Patán, que se la pasaba acosando a los omegas o betas de la tribu.
Un extraño chillido llamó mi atención, el sonido se repitió, asustado miré a ambos lados, lo único que podía ver eran los árboles y las sombras de estos, la luz de la luna apenas y iluminaba un poco mi alrededor, eché a correr sin tomarle importancia a los rasguños que podía hacerme, un orbe de luz azul apareció a mi lado, como experto en el anatomía de los dragones reconocí el ojo de un sombra asesina, un tipo de dragón que tenía muy buena vista, visión de rayos x, velocidad, camuflaje y pueden llegar a tener más de tres cabezas, asustado me obligué a correr más rápido, era imposible escapar, y más para alguien como yo, que era un inútil en deportes, me metí entre dos rocas grandes, al parecer era la entrada a una cueva, esperando que no hubiera ningún habitante salvaje esperándome, me adentré en la cueva, una voz suave como el viento se escuchó haciendo eco en la cueva de piedra.
—¿Hablas Dragonés humano?.—Preguntó sibilante.—¿As...Es...Ano?—Repitió el eco, asustado intenté salir, pero el sombra asesina dió un rugido desde afuera de la cueva, era lidiar con el dragón que fuera aquel que había hablado o enfrentarse a un sombra asesina, pensé en las posibilidades, en el peor de los casos sería un Skullion y en el mejor un Nader de ocho patas.—Responde, te hice una pregunta.—Gruñó la voz—De...ce...ta...—Repitió el eco.—N-no.—Respondí tembloroso sin entender a que se refería la voz.—Oh, así que sí lo hablas que sorpresa.—Habló otra voz, esta era mas ronca que la anterior.—Sí...as...sa...—Respondió el eco.—N-no se de que hablan.—Murmuré aterrado. Mi vista se nubló un segundo por las lágrimas de terror que se acumulaban en mis ojos, en estos momentos Astrid ya me hubiera dado una paliza por llorón y Heather mi hermana, se hubiera burlado.—No te asustes.—Pidió una voz detrás de mi, era una voz de chica, se escuchaba pequeña, como si tuviera dos años.—Es...—Repitió el eco.—Maldita sea, lo están asustando, enciendan las putas luces.—Pidió una voz femenina más adulta y autoritaria que la anterior, esta vez el eco no repitió sus palabras, las luces se encendieron, deslumbrándome, ya que mi vista se había acostumbrado a la oscuridad.
—Tiene los ojos verdes, y una vestimenta rara.—Informó feliz una pequeña niña que me observaba como si fuera un tesoro, me avergoncé, yo no era ningún tesoro.—¡Es el!—Gritó un joven de ojos escarlata.—¡Lo es! ¡Lo es!.—Gritaron dos gemelos de piel verde, esta característica me alertó, no era normal tener la piel verde.—¡Silencio!—Ordenó una chica albina de ojos azules, a su lado había otra chica, morena de cabellos negros y ojos verde jade.—Lo asustan bárbaros.—Regañó la peli negra que me observaba como si me estuviera analizando.—Mi nombre es Rueca, y el suyo.—Dijo señalando a la chica albina.—Es salamandra.—La albina asintió señalándose a sí misma.—Y yo soy tormenta.—Se presentó la pequeña, ahora que la veía bien tenía la piel azul, asustado, miré a mi alrededor, las paredes de la cueva eran moradas, desprendían una suave luz violeta, no había ni rastro de la entrada.—Lo sentimos, pero no podrás salir de aquí hasta que nos escuches.—Advirtió Salamandra.—No te haremos daño.—Informó Rueca.—Sí sí, solo queremos que nos escuches.—Dijo la pequeña de ojos ambarinos.
Intenté relajarme, estas ¿Personas? no parecían malas, no había ni un arma en la cueva y yo estaba enterito.—¿Qué quieren que escuche?.—Pregunté por fin una vez estuve mas calmado.—Nosotros somos dragones.—Afirmó Salamandra, me puse pálido, ¿Cómo habían conseguido la apariencia de humanos?.—Nosotros siempre hemos tenido esta forma, solo que no la mostramos tanto como la de dragones, ya que es mas cómoda.—Explicó Rueca.
—¿Qué es lo que quieren de mí?—Pregunté sin aliento.—Verás...necesitamos hacer una prueba...nosotras, moriremos pronto y nuestro hijo...bueno primero tenemos que hacer algo, lo siento mucho.—Se disculpó, la miré sin entender nada, mis ojos se cerraron y mi respiración se volvió monótona.
Desperté horas mas tarde, estaba recostado en algo demasiado suave y calentito, intenté levantarme pero no pude, algo me mantenía sujeto a esa superficie, miré a mis lados, estaba en una habitación blanca, eso si lo sabía, algo se movió encima mío, asustado busqué con la mirada la causa, un chico peli negro me abrazaba por la cintura, se veía menor que yo por al menos un año, mantuve la calma, por alguna razón me sentía tranquilo.
—Despertaste.—Susurró en mi oído.—Lo siento por mis mamás, en serio quieren que esté con mi destinado, me preocupaba que te hubieran dicho o lastimado con algo. ¿Estás bien cierto?—Cuestionó, sonreí.—Sí, lo estoy.—Respondí, extrañando su voz, sonaba aterciopelada, cristalina, casi como el tañido de una campana, claro.—Me alegra que se lleven bien, pero debemos llevar a cabo la iniciación y ver que dice el viejo sabio sobre su lazo.—Gritó Salamandra, el chico había comenzado a gruñir desde hacía unos minutos, lo abracé para calmarlo, cosa que hizo en seguida, reí por lo bajo, siempre he tenido el talento de tranquilizar a bebés o niños pequeños. Salamandra salió de la habitación con un portazo.—Lo siento, tendremos que ir a la iniciación.—Los nervios se hicieron presentes en mi cuerpo tras escuchar eso, acababa de conocer a ese ¿dragón? ¿persona? y estaba confiando en él.—Es nuestro destinado, claro que confiaremos en el.—Me regañó Anakin, mi lobo, suspiré e intenté levantarme.
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【Editado y publicado: 27/4/2021 】
【Número de palabras:1160】
¡Hola de nuevo! Ya estoy editando esta historia por que volví a encontrar inspiración para hacer esta historia así que la retomaré, algunas cosas cambiarán mucho pero aún así espero les guste
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Engranes del destino
Fanfic[En edición] Hipo forma parte de una antigua profecía, el no lo sabe pero lo descubrirá en poco tiempo. Corriendo por el bosque, topándose con un nido de dragones ¿Qué sucederá?