Capítulo 4: Inmarcesible

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Todo estaba muy obscuro, con dificultad lograba ver mis propias manos. Percibí un líquido viscoso entre mis dedos y mi olfato distinguió un olor metálico. Juraría que era sangre. Ellos habían muerto, alguien los asesinó. El ritmo de los latidos de mi corazón aumentaba y no podía parar de llorar. Corrí a toda velocidad para que no me alcanzara, pero sabía lo que sucedería. Sentí como sus pasos me acechaban, y justo antes de lograr esconderme... me atrapó.

—Auch —grité al caer de la cama.

Estuve a punto de ver su rostro, pero desperté. Había sido solo una pesadilla, o más bien, la misma pesadilla. Desde ese 10 de septiembre cada noche tenía el mismo sueño y no sabía que significaba. Intenté volver a dormir pero se me hizo imposible. No podía parar de revivir en mi mente cada recuerdo sucio de ese día. Archie dañó mi inocencia, estaba muerta sentimentalmente. Cada día era peor que el anterior y me encontraba sin tener una razón para vivir. Esa noche fue distinta al resto. Se me agotaron las fuerzas para intentar unir mis piezas rotas. Había olvidado como sonreír genuinamente. Él me arrebató la felicidad y mi amor propio. No podía seguir con toda esa mierda y fingir que me encontraba bien. —¡Ya no más!—. Me levanté de la cama y salí a hurtadillas de mi habitación. Reuní el valor suficiente para acabar con mi propia tortura. No era la primera vez que tenía pensamientos así. Me dediqué a investigar cómo podía cortar mis venas sin temor a fallar. Supe que debía hacerlo de forma vertical. Hoy era el día. Caminé hasta la cocina y tomé un cuchillo...

—¿Pero qué estupidez estás haciendo?— me sorprendió mi hermano.

En su intento por quitarme el cuchillo terminé contándome cerca de la muñeca. Estuve a punto de acabar con todo, pero él lo impidió.

—Mi hermana —me dijo llorando—, ni siquiera soy capaz de imaginar lo difícil qué ha sido todo esto para ti. Ni loco te pediré que lo superes y finjas que nada pasó, eso sería demasiado absurdo. Necesito que no te rindas y que poco a poco aprendas a vivir con ello. Él no se merece tu dolor y menos aún que tires tu juventud por la borda. Demuéstrale a la vida que nada ni nadie tiene la fuerza para destruirte.

Un nudo en mi garganta me impidió hablarle, pero le abracé con toda mi fuerza.

Mi hermano tenía razón en algo, no podía arruinar mi vida por su culpa. Quería un cambio para mí, así que lo buscaría.

Me levanté en la mañana dispuesta a empezar de cero. En la escuela me detuve a observar pequeños detalles que antes ignoraba. Me di cuenta que en mi instituto la mayoría de los estudiantes pertenecían a clubes creados por ellos mismos: los nerds, los populares, los deportistas, y aquel que no perteneciera a uno sería repudiado por ser un inadaptado. No le había dado mucha importancia a esto, me relacionaba con todos por ser la presidenta de la escuela y nunca me gustó usar una etiqueta para definirme.

—¡Hapril! —escuché a varias chicas gritar mi nombre. Al dar la vuelta vi que me llamaban unas chicas que pertenecían al club de "las populares".

—Hola —les respondí en cuanto llegué.

—Hoy nuestro grupo saldrá a cenar y a Leonard le gustaría mucho que vinieras —me dijo una con mirada pícara.

Dudé mucho en responderle. Yo no era así, pero cambiar era lo que quería ¿o no? Quizás podría darle una oportunidad a "las populares". Al fin y al cabo la adolescencia es esa búsqueda de personalidad por la que todos atravesamos para definir quienes queremos ser. Necesitaba saber si encajaba con ellas y así también podría conocer a Leonard. Era un chico precioso, el año pasado había sido elegido para mostrar su rostro en la portada de una revista. El sueño de toda chica era que algún día él las invitara a salir.

—Claro, me gustaría ir. Me mandan la ubicación y allí estaré —les respondí.

Me arreglé sin lucir demasiado extravagante, no me gustaba usar maquillaje antes de los quince años. Cuando llegué al restaurante todos me recibieron como si fuésemos amigos de toda la vida. Me sentía cómoda. Ellos me transmitían felicidad. Tal vez sí encajaba en este grupo. Leonard era todo un caballero, un hombre con el que toda mujer sueña: alto, trigueño de ojos azules y se notaba que era todo un romántico. Salimos temprano y nos dirigimos a una fiesta que había cerca. Probé por primera vez el alcohol y bailé como nunca. Me sentí espléndida. Las luces y la música me mareaban incluso más que los tragos que había tomado. Desconocía todo lo que estaba experimentando. En un momento de locura besé a Leonard y dejé a todos sorprendidos, nadie esperaba eso de mí. Pasé una noche increíble a su lado, pero no estaba lista para otra relación, y menos con él, tanta perfección me aburría. Le expliqué que recientemente había tenido un noviazgo que acabó mal y no quería empezar de cero con alguien más. Vi en su mirada una tristeza que no comprendí. Me di cuenta en ese instante que Leonard tenía sentimientos reales por mí.

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