Capítulo 9: Sempiterno

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El cambio de personalidad es una lucha cotidiana en la que uno se rebela contra su propia determinación de cambiar, y quiere seguir siendo uno mismo
Gabriel García Márquez

La soledad puede ser la mejor compañera si descubres cómo sacar provecho de ella. Los meses que pasé con Asher fueron tan efímeros como inolvidables y con él aprendí que necesitaba conocer quién yo era y qué realmente deseaba; sin él, quizás por miedo a lo desconocido nunca me hubiese atrevido. En Charleori siempre mantuve mi imagen impecable, no me gustaba el murmurar de las jaurías. Ante los ojos de las personas que me conocían era la niña que toda madre deseaba tener. Aunque en ocasiones me llegué a creer esa perfección estaba convencida que en el fondo no era esa joven a la que todos aseguraban conocer. Asher sin embargo, podía ver algo más en mí y quizás por eso me exigía tanto a nivel personal.

No tenía nada claro en mi vida, solo estaba segura de algo: la adolescencia es un experimento para descubrir quiénes somos realmente. Me dejé llevar y fui todo lo que en algún momento me aterró convertirme. La ninfomanía se apoderó de mí y me resultaba casi imposible saciar mis ganas. Todos los chicos que conocía pretendían hacerme el amor y era algo en lo que había dejado de creer desde hacía mucho, nadie me daba eso que necesitaba, me sentía incompleta.

Mis fines de semana eran bastante intensos pero nunca encontré ese punto de conformidad que necesitaba. Las personas atravesamos por tres etapas a lo largo de nuestras vidas y es complicado decidirte solo por una. Elegir solo un camino sería rechazar otras dos oportunidades. Yo quería una vida llena de emoción y sin preocupaciones. Pero a la hora de dormir necesitaba ese abrazo que me hacía sentir segura, a una persona que me ayudara en mis bajones emocionales. Había perdido el interés por las flores y las cartas de amor me parecían aburridas pero quería que alguien me viese como lo más lindo que le ha pasado en la vida. Existía solamente una persona que me podía dar todo esto sin pedir algo más, solamente me quedaba estar segura que esta sería una decisión que me beneficiaría porque en el juego del amor o se gana o se pierde; no existen puntos medios.

— ¿Noah?— le dije con voz temblorosa.

— Wao ¿a qué se debe esta llamada?— me contestó en un tono irónico. Bueno, es normal que esté molesto después de todas las veces que pasé de él.

— Ábreme, estoy en la puerta de tu casa— le dejé caer la noticia y colgué de inmediato, era imposible controlar mis nervios.

Tenía que estar realmente loca para parecerme en su casa a las 4:00 am pero mi cuerpo le necesitaba. Al abrirme se quedó inmóvil observándome, vi en su mirada que no sabía cómo reaccionar. Para su sorpresa me le lancé encima devorando sus labios, era un beso pasional, de necesidad. Al reconocer el sabor familiar de mi boca me devolvió el beso con mayor furia aún. Le guié hasta la mesa sin despegar nuestros labios, le miré a los ojos y pude ver que el deseo que sentía era aún mayor que el mío.

— Fóllame— le susurré mordiendo delicadamente su oreja.

— Vamos al cuarto, no quiero que mis padres nos vean si despiertan.

— No, no— le dije con una sonrisa maliciosa— quiero que me folles en esta mesa— le pronuncié lentamente cada palabra sin perder el contacto visual mientras besaba su miembro erecto.

— ¿Pero tú estás loca?— me contestó.

Me levanté indispuesta después de escucharle decir eso. Pero me considero una niña caprichosa y no me iría de allí hasta conseguir lo que quería y sabía exactamente qué decir para que acabase haciendo lo que yo quisiera.

— ¡Ay no Noah! Si yo hubiese sabido esto ni hubiese venido. En mis recuerdos contigo no me vienen imágenes donde te comportaras tan patético como lo acabas de hacer. Mejor me voy.

Intenté simular una retirada dramática pero me lo impidió tirando de mi cabello. Al ver la sonrisa de satisfacción en mi rostro me dobló contra la mesa sin soltar mi pelo.

— ¿Esto no era lo que querías?— me dijo rompiendo mis bragas y dejando mi trasero descubierto.

Me folló tal y como mi cuerpo me lo pedía a gritos, con embestidas fugaces y profundas a la vez. Nada de compasión, nada de odio, nada de amor, solo sexo. Me tomé el atrevimiento de entrar a su cuarto y acostarme en esa que en algún momento llamamos nuestra cama.

— ¿Me vas a decir a qué viene todo esto?— me dijo con desconfianza.

— No pienso decirte porque ni yo misma lo sé. He cambiado mucho ¿sabes? En tan poco tiempo he aprendido tanto. Ni mi forma de pensar actualmente es la misma. Vine con la intención de proponerte algo. Probamos estúpidamente una relación entre ambos y a base de tropiezos nos dimos cuenta que nunca nos iría bien. Yo quiero esto contigo, solo esto. Tenernos el uno al otro cuando nos necesitemos. Es que no cabe duda que tú y yo no estamos hechos el uno para el otro pero sin embargo estaríamos deshechos el uno sin el otro.

— Te juro que no te reconozco.

— Supongo que esa es la idea. Esa niña que creía ciegamente en el amor y en los finales felices se muere lentamente cada día— estuve unos segundos en silencio intentando controlar ese nudo en mi garganta que me impedía hablar— Duele mucho la verdad pero supongo que la vida real no es más que esto y es hora de aceptarlo. Ahora dime ¿aceptas mi propuesta?

— No estoy aún tan loco como para rechazarla.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora