CAPÍTULO 2

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"¿Está bien?"


MEGAN

Mi corazón se aceleró al escuchar esas palabras. Sentí una tristeza profunda al pensar en lo difícil que ha sido la vida para Don Rodrigo, un hombre amable y honesto. Nunca podré entender por qué la vida trata tan mal a personas buenas como él.

― Bueno muchacha, necesito decirte algo más. No soy de aquí y en unos días regresaré a Nueva York, donde vivo. Me encantaría que te vinieras conmigo, si es que tú lo deseas. Si no, lo entenderé perfectamente.

― Claro, acepto irme con usted.― interrumpí.― No tengo a nadie aquí y necesito este trabajo. Quizás en Nueva York tenga mejores oportunidades que aquí.

― Qué bueno, Megan.―  me dijo Don Rodrigo con una tierna sonrisa.― Dulce te está esperando en la cafetería del hospital. Ella te llevará al departamento donde nos estamos quedando ahora y también te ayudará a comprar ropa, zapatos, y todo lo que necesites para el aseo personal.

Agradecida, respondí con timidez.

― Gracias, Don Rodrigo. No sé cómo podría pagarle todo lo que ha hecho por mí.

Me sentí abrumada por su generosidad y bondad, pero luego recordé que no tenía mis documentos personales.

― Don Rodrigo, cuando me echaron de mi casa, no tuve tiempo de sacar nada. No tengo mis documentos conmigo.― le dije con pena.

― Bueno, entonces me tocará hacer unas llamadas para la visa y los documentos.― respondió con tranquilidad.―  No te preocupes, muchacha, todo estará listo en unos días.

Le agradecí de nuevo por su ayuda y me sentí afortunada de tener a alguien como él en mi vida.

― Muchas gracias, Don Rodrigo.―  agradecí con gratitud.

― Ahora ve a buscar a Dulce. Ella ya sabe lo que tiene que hacer.― me indicó Don Rodrigo.

― De acuerdo. Gracias.―  respondí, acercándome a la cama para abrazarlo.―  Le agradezco mucho por darme esta oportunidad. No le defraudaré.

― No hay de qué, hija.― respondió con una sonrisa. Luego, pareció sentirse incómodo por haberme llamado así.― Perdóneme, no debí haberte llamado así.― se disculpó.

― No se preocupe, Don Rodrigo. Me gusta cómo me llama.― le aseguré, regalándole una sonrisa.

Llegué al departamento de Don Rodrigo, donde había arreglado todas las cosas que la señora Dulce me había comprado. Fue muy amable conmigo y me alagó diciendo que era muy hermosa. Pasé el resto del día en el departamento, pensando en ir a ver a Don Rodrigo, pero la señora Dulce me aconsejó que descansara, ya que estaba agotada por haber pasado varios días durmiendo en la calle. No tuve más remedio que quedarme allí. Después de bañarme y comer, me encontré en la habitación con mi celular nuevo.

Estaba dudando si debía llamar a Luna. Era la única persona de la familia que tenía su número de teléfono, así que presioné el botón para llamar. El teléfono sonó tres veces y finalmente Luna contestó.

― ¿Hola? ― habló mi hermana en la otra linea.

Me quedé sin palabras, sin saber qué decir. Me sentía muy nerviosa y con muchas emociones encontradas.

― ¿Megan? ¿Eres tú? 

― Sí...― dije en un susurro.

― Megan, ¿Dónde estás? Regresa a casa, por favor.

Contrato sin amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora