CAPÍTULO 26

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"Puede que cambies..."

MEGAN

Toco sus muslos desnudos, y él me mira con complicidad, comprendo lo que desea. Me acerco a su oído, tomando su mano.

― Regreso enseguida, voy a tocarme un poco.― Sonrío.― Perdona, quise decir, a retocarme el maquillaje. Cosas de mujeres, ya sabes.

Quito su mano y me levanto, sintiendo su mirada sobre mí. Me encanta provocarlo. Me encamino hacia una de las habitaciones de la casa, aquella al final del pasillo. Entro y me dirijo al baño.

De mi bolso saco el labial y pinto mis labios frente al espejo. Busco el rubor y alzo la vista, mi corazón late acelerado, noto a Adrien recostado en el marco de la puerta.

No pronuncio palabra alguna, él me observa con furia.

― ¿Por qué siempre pones a prueba la poca paciencia que poseo?― pregunta, y yo me quedo callada, observándolo.

Se acerca, quedando justo detrás de mí. Me mira a través del espejo y toca mi cuello, apartando un mechón de mi cabello.

― ¿Crees que debería castigarte por lo que hiciste hace un rato?― no puedo mover la lengua, parece que he olvidado cómo hacerlo.

Veo que comienza a quitarse el saco y el cinturón. «Mierda», pienso. No creo que me castigue aquí. ¿O sí?

― Debería hacerlo.― aprieta el cinturón en su mano y la rosa en mis muslos, pero luego lo arroja al suelo.

Lleva sus manos al pantalón, escucho cómo baja la cremallera. Se acerca más a mí, siento su erección en mi espalda. Mis bragas ya estaban húmedas, las traía así desde que me las puse. Es inevitable no mojarse teniendo a este adonis a mi lado.

― Señor...― logro decir.

― Shh...― mete sus manos bajo mi vestido, llega a mis bragas y las introduce dentro. 

Toca mi punto sensible, mis piernas flaquean y un gemido escapa de mis labios. Por inercia, me acerco más a él y recuesto mi cabeza en su hombro. Adrien no deja de mirarme a través del espejo. Cierro mis ojos tratando de disfrutar lo que me brinda.

Juega con mis pliegues, traza círculos en mi botón rojo e hinchado. Me retuerzo bajo su toque y no puedo evitar gemir. Introduce un dedo y comienza a moverlo, masturbándome. Abro los ojos y su mirada brilla de pura lujuria. Introduce el segundo dedo, entrando y saliendo con más fuerza. Siento que estoy al borde del clímax. Me siento en el cielo, o tal vez en el infierno, porque amo el fuego que emana, el fuego que me llama a quemarme y yo voy gustosa.

Estoy a punto de llegar al clímax y se detiene. Retira sus manos de mi falda y las lleva a mi boca.

― Abre esa boquita.― hago caso.

Pruebo el sabor de mis fluidos, chupando sus dedos. Los saca y se los lleva a la boca, chupándolos como si fueran lo más delicioso que haya probado.

Sonríe victorioso y orgulloso. «Maldito». Toca mis piernas y me aprieta hacia él.

― Ves lo duro que me pones cada vez que contoneas esas caderas.― juega con las tiras de mi tanga.― Lo duro que me pones cada vez que me miras con esa mirada descarada y sensual.

Sus labios encuentran mi cuello, y yo cierro los ojos soltando un suspiro. Distribuye besos húmedos hasta llegar a mis hombros. Mi intimidad palpita por más.

Me gira para que lo vea y besa mis labios, devorándolos con lascivia. Siento sus manos bajo mi vestido, toma las tiras de mis bragas y las baja lentamente, separando sus labios de los míos.

Contrato sin amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora