CAPÍTULO 28

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«No sería mala idea volver allí»

MEGAN

Terminé de arreglarme, me ajusté la ropa y descendí las escaleras, con una punzada de dolor en la cabeza que me recordaba la noche anterior. ¡Maldición! Anoche él se escabulló a otra habitación, dejándome en un estado entre la excitación, la ira y los celos.

Apenas puso un pie fuera de la habitación, se esfumaron las ganas con las que me estaba auto complaciendo. No es justo. Él hizo lo mismo en la ducha, aquella vez en mi departamento, y le funcionó. Mi plan parecía sencillo, pero en ese momento parecía un juego de niños. Quedando como una ridícula.

Me senté en la mesa del comedor, saludando a los presentes: los señores Williams, los tíos de Adrien y la prima, que me miraba de reojo con una expresión de odio

― Espero no haber llegado tarde.― lo escuché llegar.

Se situó detrás de mí, depositando un beso en mi cabeza antes de tomar asiento a mi lado. Su aroma masculino me envolvió; estaba sudado, tal vez había estado entrenando o corriendo.

Los ojos de su prima se clavaron en él, devorándolo con la mirada sin disimulo alguno, incluso con sus padres presentes en la mesa.

Y eso me hizo recordar lo de la noche anterior.

Adrien tomó mi mejilla y me dio un beso en la comisura de los labios.

― Buenos días, muñeca, espero que hayas dormido bien.― susurró cerca de mi oído.

― Como siempre, cariño.― respondí, enfrentándolo con la mirada.

― Me alegra. Y dime, ¿lograste tu objetivo anoche?

Sabía exactamente a qué se refería. 

«Maldito»

Un leve rubor tinteó mis mejillas, dejándome sin palabras.

― Te pasa por ser una chica mala.― Susurró con una sonrisa pícara.― Pero no te preocupes, esta noche lo resolveremos.

No pude evitar sonreír ante su comentario.

Se apartó de mí con un guiño. ¡Maldita sea! Odiaba mi debilidad ante este hombre.

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El día transcurrió sin más incidentes. La familia Williams planeaba ir a la playa, así que me encontré empacando de nuevo mi ropa, aunque noté que no tenía ningún bikini en mi maleta; tendría que hacer algunas compras.

El vuelo saldría en dos horas, y Adrien estaba recostado en la cama con un libro en la mano, aunque a veces notaba su mirada posada en mi trasero.

Decidí darme una ducha rápida, vestirme y salir. Opté por unos lentes oscuros y recogí mi cabello.

Adrien arrastró nuestras maletas hasta el coche. Me senté en el asiento del copiloto y él condujo hacia el aeropuerto, donde nos esperaba la familia Williams.

Para mi desgracia, Fiorella también nos acompañaba. Ya podía imaginarla paseándose frente a Adrien con su diminuto traje de baño.

«Perra», pensé para mis adentros.

Llegamos justo a tiempo; si nos hubiéramos retrasado un poco más, habríamos tenido que esperar el próximo vuelo, que salía en cinco horas.

Adrien no dejaba de moverse en su asiento, parecía incómodo. Tomé su mano, llamando su atención.

Contrato sin amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora