CAPÍTULO 29

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"Quiero que bailes para mí, pequeña"

MEGAN

Sol, playa y arena era justo lo que necesitaba para relajarme y escapar un poco de mi rutina diaria.

Adrien me llevaba de la mano hacia la playa, donde ya estaba su familia, incluida Fiorella, quien no dejaba de darme dolores de cabeza.

Él me miraba con orgullo y con una mirada hambrienta, como la de un lobo a su presa. El traje de baño azul de dos piezas me quedaba genial, aunque en la parte de abajo llevaba puesta una falda semitransparente que planeaba quitarme una vez estuviera en el agua.

Caminamos frente al mar. Las niñas jugaban con una pelota de playa, los señores Williams jugaban con ellas, los tíos de Adrien estaban en la playa y Fiorella, la única que estaba en las tumbonas, lucía un bikini rosa de una sola pieza que resaltaba su figura.

Bajó sus lentes de sol al vernos llegar.

― Amore, ¿piensas meterte al mar?― preguntó interesada.

― Para eso vine, ¿no?― respondió con una sonrisa.

Me senté en una de las tumbonas vacías, dejando mi bolso donde guardaba bloqueador solar, gafas de sol y una toalla.

― ¿Pero lo harás ahora?― preguntó Fiorella con un tono molesto.

¿No se cansaba de fastidiar?

― Cariño, ¿me ayudarías a untar bloqueador solar en la espalda, por favor?― llamé la atención de Adrien.

Él no dijo nada, simplemente obedeció mi solicitud. Se sentó detrás de mí y esparció el bloqueador en toda mi espalda con suavidad. Besó mi hombro y luego fue repartiendo besos por mi cuello hasta llegar a mis labios. El simple contacto de sus labios en mi piel me envió escalofríos por todo el cuerpo.

Carraspearon detrás de nosotros.

― Creo que esas vulgaridades deberían dejarlas para cuando estén a solas.― dijo Fiorella con un tono de desaprobación.― No es nada decente hacer ese tipo de espectáculo en público.

«Ridícula», pensé para mí misma.

Adrien terminó de esparcir la crema en mi piel. Me recosté en la tumbona con mis gafas de sol puestas. Aunque estábamos bajo la enorme sombrilla, no dejaba de disfrutar del delicioso aire en mi rostro.

Se quita la camisa frente a mí, mostrando sus grandes abdominales y bíceps.

«Quisiera lamer todo eso con la punta de mi lengua», pensé, admirando su figura perfecta.

Este hombre es un Dios Griego, esculpido por los mismo ángeles.

― Iré a meterme al agua.

Él se acercó y me dio un beso en la coronilla, guiñando un ojo antes de dirigirse hacia el agua. Su trasero se marcaba perfectamente a través de los shorts, esa espalda tan varonil me hacía babear.

Veo a la persona que esta a mi lado y esta igual o incluso peor que yo. Lo mira con descaro. Veo que él se mete al agua y decido relajarme cerrando los ojos.

Decidí relajarme cerrando los ojos, pero no pasaron ni cinco minutos cuando volví a escuchar esa horrible voz.

― Te ves muy vulgar con ese tipo de bañador.

Levanté mis gafas de sol para verla mejor, incrédula ante sus palabras.

― ¿Perdón?― respondí, sintiendo una mezcla de incredulidad y molestia en mi voz.

Contrato sin amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora