◽️ Capítulo 10 : La vida es corta◽️

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Capítulo X

Año 1762 «San Cristóbal de La Habana, Cuba»

Una bandada de navíos de gran tamaño rodeaba la bahía. Eran británicos, eso era seguro. La ciudad no contaba con las suficientes fuerzas para resistir un ataque tan grande. El gentío se arremolinaba en la bahía, las personas gritaban, la mayoría eran esclavos de color y delincuentes; que buscaban el mínimo descuido para robar.

Los cañonazos ya se oían, en el castillo respondían con fuego a los ataques británicos. Una bala de cañón acertó en una de las casas, los escombros cubrieron toda la calle, había heridos por todas partes; hombres con las extremidades mutiladas, mujeres llorando a sus hijos, niños muertos en las calles.

—Esto es una locura —dijo con seguridad Javier. Era un muchacho de piel negra, su cara estaba muy asustada, debía de tener unos quince años como mucho. Iba vestido con ropas sencillas y remendadas.

—Lo sé… —dijo Héctor. Era el padre del chico, el parecido era inmenso, era como ver al chico en un espejo; solo que el padre tenía la cara con imperfecciones—. Pero este es nuestro momento —le puso una mano en el hombro, sus ojos tenían lágrimas. Luego lo abrazó.

A su alrededor todo era un caos, la gente gritaba y moría. Se escuchaba el frío sonido del acero contra el acero. Javier se sentía débil, inútil sin un acero en la mano, su sueño era ser un arrendatario poderoso, lleno de gloria y fama; pero no era más que un esclavo de ingenio.

Su padre le rodea los hombros con sus robustas manos, lo conduce entre la gente y los escombros. Tuvieron que ir deprisa, la gente estaba desesperada y se empujaban entre ellos. Ya los navíos habían atracado en el muelle, y comenzaban a desembarcar los casacas rojas ingleses.

Se metieron por un callejón con barriles hechos añicos en el suelo, corrían sin mirar atrás, su objetivo era alejarse lo más posible de la bahía asediada.

—¿Papá, adonde vamos? —Javier estaba muy asustado, estaba acostumbrado a los latigazos de los capataces, pero esto era diferente; aquí no sabía cuándo vendría el golpe.

—Tranquilo, vamos a un lugar seguro. Conozco gente que están buscando algo, y creo que este es el momento perfecto de encontrarlo —dijo el padre, nunca miró a su hijo, simplemente siguió caminando muy deprisa.

—¿Qué buscan?

—Algo que puede hacernos hombres poderosos —el hombre por fin miró a su hijo, los ojos le brillaban—. Seremos ricos, hijo.

No dijeron una palabra más en todo el camino a pie. Los gritos y los ruidos de los disparos se oían lejanos, la gente estaba escondida en sus casas, cerraban las persianas de madera cuando veían la sombra de alguien en las calles.

—Es aquí —dijo el padre mirando una casa en ruinas. Las paredes estaban llenas de un moho verde, y las plantas trepadoras habían hecho su trabajo. No tenía techo y ostentaba varias grietas en la fachada.

Héctor desenvainó un cuchillo curvo que llevaba en la cintura, y cortó con un movimiento rápido las lianas que obstruían el paso en la entrada.

Dentro la casa estaba igual de ruinosa que fuera, pero en medio del rellano había una trampilla, cubierta con hojas secas. Héctor la abrió, y comenzaron a descender.

—Sí, es muy fácil llegar al lugar, pero no sabemos aún como utilizarlo —dijo un hombre de barba corta arreglada, con un sombrero de lino y vestimentas de seda. Era hombre de dinero.

—Mira, nadie sabe esto. Además, me he pasado mi vida entera investigando este artefacto, sé lo que hay que hacer —dijo el otro hombre, parecía muy convencido de lo que hablaba. Era de piel negra, con la cara mal rasurada y vestía ropas modestas.
Habían descendido por una escalerilla de mano un tanto oxidada. Estaban en una especie de bodega de ron bastante conservada, mucho más que el resto de la casa.

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⏰ Última actualización: Aug 31, 2021 ⏰

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