Capítulo 10

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Adrián

Es insólito que el Dios del Agua este deshidrato y necesite una intravenosa con suero, pero aquí estoy en mi trono firmando una repisa de papeles que se acumulo con mis viajes al sur.

Preferí establecer una plan defensivo tras la decisión del Consejo sobre las apariciones públicas de Malía. Recordar la conversación que tuve con Blaze hace que me tiemble todo el cuerpo, si antes lo detestaba ahora abiertamente odio su existencia.

Lo único bueno que saqué de eso fue la aceptación del inservible de mantener al margen a Malía sobre la situación del Reino, aunque me aseguré que se lo tomara enserio. Poner su cuello en juego era una forma segura de creer en su palabra, es un imbécil, aunque sigue apreciando su vida.

Así que si abre la boca con mis propias manos colgaré su cabeza del campanil de su dichosa Torre.

—Lady Sophia pide audiencia Lord Adrián—Mirt ingresa a la oficina, mientras los destellos glamurosos del vestido de la rubia encandilan la habitación.

Asiento otorgándole el permiso de entrar, Mirt da una pequeña reverencia y cierra las puertas.

—No tengo mucho tiempo, así que ve al grano—dejo la lapicera sobre el papel y me acomoda dispuesto a escucharla.

No pierde el tiempo y se sienta en la silla de enfrente.

—Se que por ella quieras evitar un nuevo evento el mes que entra—se cruza de brazos—Me dejaste a cargo del itinerario de Blaze porque a la vez quieres mantenerla controlada, no soy estúpida—frunzo el ceño sin captar hacia donde quiere dirigir la conversación—Pero si no permites que ella actúe aquí, yo no puedo conseguir que Blaze se quede para los espectáculos del Reino y no siga con su gira—parece estar petrificada en el asiento, su piel se estira al apretar la quijada y el delineado en sus párpados hace que sus ojos se vean mas agresivos que de costumbre.

¿De qué cojones habla? ¿Qué gira?

—Sophia no entiendo a que mierda te refieres—me acomodo en el trono y quito la intravenosa de mi brazo descubierto.

—¡Adrián puedo organizarte lo que quieras y lo sabes!—exclama golpeando la mesa—¡Pero no hago magia!—su voz retumba en mis oídos con sus labios rojos moviéndose a toda velocidad—¡¿Cómo pretendes que haga un espectáculo si las figuras mediáticas se fueron al Reino de la Tierra?!—me levanto al mismo tiempo que ella.

—¡¿Al Reino de la Tierra?!—mi corazón late desbocado, siento como la presión se me baja y las ganas de gritar hasta quedarme sin voz aumentan—¡¿Quién te crees para otorgarles el permiso?!—le grito a centímetros de distancia.

Su rostro se desfigura por mi reacción, me sorprende que no se lo esperara.

No sé que pretende con esto.

—¡¿Perdón?!—responde en el mismo tono—¡El Consejo y tu dieron la orden!—me señala enterrando la uña de su índice derecho en mi pecho—¡¿Qué pretendías?! ¡¿Qué me negara?! ¡Cómo si a alguien le importara mi opinión!—lanza una carpeta celeste en la que ni siquiera había reparado.

La cola de su vestido toca la alfombra que está entre la puerta y las mesas centrales.

Salgo de mi ensimismamiento y la sigo hasta la puerta.

—Perdón, no lo sabía. Yo no firmé nada, cuentame qué pasó—la cojo del brazo para evitar que se vaya.

Frunce el ceño descolocada, parecido a mi reacción anterior.

Asiente y me sigue hasta los sillones, abro la carpeta entregándosela para que me explique lo importante de estas cien páginas.

—Esto es un resumen—me entrega una plana después de revolver un poco los papeles.

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⏰ Última actualización: May 06, 2023 ⏰

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