Capítulo 6

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Adrián

—¡¿Qué fue todo eso?!—la acorralo contra la puerta de mi habitación.

No puedo creer todo lo que acaba de pasar en menos de veinticuatro horas.

Jamás pensé que después de las pésimas noticias de las fronteras llegaría a Palacio para encontrarme con la complicidad rebelde de Malía y el inservible.

Estoy cansado de todo, mi única satisfacción era saber que ella estaba alejada del caos, por lo menos así era hasta que ese hijo de puta me desobedeció.

—¡Dímelo tú!—me empuja quitándome de encima—¡¿Qué mierda hacia ella ahí?!—camina hacia las ventanas y las abre.

El frío del exterior ingresa de inmediato, parece ser que le sirve para tomar un respiro.

—Me está ayudando con los preparativos—sus celos son tan obvios que me causan ternura, aunque eso no quita el coraje que sigo sintiendo—¿Qué hacías con ese idiota?—la encaró.

Confío en ella, pero en él jamás.

No tiene respeto por nada, para mi es un criminal más, además es el colmo que siempre sea amiga de aquellos a los que no soporto.

Alrededor de Blaze solo existen las fiestas, los improperios, las faltas de protocolo y la nula responsabilidad con su Reino.

Me repugnan los inservibles.

—Ese idiota como tú llamas—se voltea mostrándome como el celeste de sus ojos a sido remplazado por un azul oscuro—Es mi única compañía, porque tú estás aquí rodeado de gente que te venera, mientras yo estoy aislada en una torre a kilómetros de ti—su mandíbula esta tan tensa que podría delinear su quijada—Blaze es mi amigo y no le pondrás ni un dedo encima—por inercia llevo mi mano a mi pecho, duele.

Me asfixia que lo defienda con vehemencia, ni siquiera lo duda.

Lo conoce hace dos semanas y ya lo considera un amigo. Nunca voy a entender la facilidad que posee para formar vínculos, me duele que un desconocido pueda acceder fácilmente a su corazón y a mi me costó meses que me aceptara una conversación y no me dejara hablando solo.

—¡¿Y Ulem?!—me altero al recordar la forma en que lo trató para proteger a un tipo que recién conoce—¡¿Él no era tu amigo?! ¡¿O es qué vale más un imbécil que conociste hace dos semanas?!—me quito la corona tirándola a la cama, rebota y cae al piso.

No hago el amago de recogerla, ahora lo que menos me importa es un trozo de oro y diamantes.

—¡Tú te encargaste de aclarar las líneas que no podíamos propasar!—se quita el tapado de pelos blancos lanzándolo al sillón en que un día sellamos nuestro amor—¡Me quedé sola, porque a todos ellos los puse en peligro!—se ve dolida, es una herida que no ha cicatrizado.

Esto me confirma que no se ha perdonado los latigazos que recibieron Amura e Inna.

La entiendo, yo tampoco he podido deshacerme del sentimiento de culpa.

Ser el Dios del Agua debería permitirme cambiar leyes, ojalá fuera tan fácil como suena. Si hiciera eso con el montón de reglas arcaicas con las que no estoy de acuerdo, mi Reino terminaría como el de Apolo.

Desestabilizado.

Desde ese día Malía nunca volvió a pedirles a las chicas que la llamaran solo por su nombre, además se percató de que tampoco podía existir un trato diferente con Ulem y Mirt.

A pesar de que ellos no se encuentran en castas bajas como las chicas, siguen siendo Guardias Reales e incluso los de la Familia Real mantenemos el protocolo de rangos.

ZONA DE FALLAS: DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora