~ Uno ~

1.7K 95 8
                                    

Se encontraba en la soledad de su habitación a lo largo de sus noches, siendo las paredes sus únicas compañeras de las que no aportaban en nada, aún teniendo esos colores tan acogedores y amables.

Gustabo García era el dueño de aquella casa que parecía ser inmensa por el hecho de que solo vivía una persona entre esas sofocantes paredes frívolas, sin embargo, habían momentos en que todo se convertía en algo más cálido gracias a la presencia de su hermano menor Horacio Pérez, siendo que éste invadía su refrigerador, sala de estar, habitación, baño, piscina, todo sin llegar a tener el permiso del anfitrión. Pero aquel hermano menor llenaba en dulzura y amor la mañana del solitario Gustabo por la confianza que se tenían, siendo que no había ninguna queja posible para el otro, pues el cariño que se tenían era inmenso y mutuo.

—¿Qué haremos hoy, Horacio?—preguntó Gustabo estando dentro del patrulla mientras veía los árboles pasar y a las personas caminando por la banqueta.

—Tenemos varias denuncias que atender, supongo que vamos a ir algunos códigos que ya con eso probablemente se nos vaya la tarde. También quiero lavar el patrulla que ya está sucio, un tanto de papeleo y...ah, papá pidió que fuéramos a verlo.—contestó controlando el volante y enfocado en ver el camino por donde manejaba.

—Vale, maravilloso, suena a un día de mierda.—el comentario agresivo provocó una pequeña sonrisa en Horacio, que apartó la vista de enfrente para verlo.

—Vamos, no será tan malo, quizá finalmente nos den un ascenso, algo mayor a alumno.

—El viejo ni en sus sueños nos ha considerado algo más allá de alumnos.—colocó su codo en la puerta para apoyar su cabeza en la palma de su mano, haciendo un berrinche.

Horacio lo sabía, sabía que Conway era una persona bastante complicada de satisfacer en el aspecto policial, la situación era peor de lo que parecía por el hecho de que el dúo siempre se esforzaba de alguna manera en meterse en problemas, provocar alguna pelea, discusión o malentendido, tanto con los civiles como también con sus mismos compañeros.

A pesar de eso Horacio siempre tenía fe de que algún día su jefe los viera como eran realmente: unos buenos policías que ayudaban y asistían siempre que podían en socorro de alguien.

A lo largo del día se la pasaron recibiendo muchas quejas y denuncias por parte de los ciudadanos de Los Santos, manteniéndose ocupados la mayoría del tiempo, sin llegar a tener la oportunidad de poder ir a ver a su jefe hasta el final de sus horas laborales.

Entraron con mala cara a su despacho, cansados e irritados por la calidad de denuncias que habían recibido, siendo para Gustabo una basura, pero para Horacio algo importante, pues quería hacer todo lo posible para ayudarlos.

—Bueno, nenazas, ¿por qué esas caras?—preguntó el jefe con una sonrisa socarrona al moverse en su silla. Ninguno de los dos dijo una palabra, dejándose caer en la silla con un suspiro muy pesado saliendo de los labios de Gustabo.

—Vaya día de mierda.—se quejó sin importarle al rubio.

—¿Ah sí? ¿Tuvieron un mal día? ¿Quieren que vayamos a comer juntos para alegrar nuestra noche y pasarla bien?—el comentario era totalmente sarcástico y ambos lo notaron, pero solo Gustabo hizo una mueca de irritación ante eso.

—¿Para qué nos quería aquí, Conway?—habló Horacio queriendo cambiar de tema antes de que ellos dos se empezaran a pelear por lo anterior o empezar una nueva discusión sin sentido. Gustabo apoyó su cabeza en la silla y Conway se acomodó para ver directamente a Horacio.

—¿Han encontrado algo importante?—la pregunta iba para ambos, sin embargo, vio directamente a Horacio para que él le confirmara lo que la actitud irritada de Gustabo le decía. El de la cresta negó con la mirada baja.—Bueno, ya que no han logrado hacer una reverenda mierda, quiero que mañana no regresen a comisaría. Tomen el día libre y consigan información.

—¿Cuantas veces nos has dicho eso? Hemos tomado un montón de días libres, Conway, cada uno para buscar información de la mafia de mierda pero nunca hay nada.—alzó la voz el rubio, enderezando su espalda para mostrar su profundo fastidio.—Arriesgamos nuestras vidas para esta investigación y poder encontrar más sobre ellos pero seguimos siendo unos alumnos que no tienen autoridad ni aquí dentro ni allá afuera

Horacio se puso muy nervioso a su lado, intercalando su mirada entre Gustabo y su jefe.

—Y—prosiguió el rubio.—no hablemos de la paga de mierda que me da para comprarme tres refrescos.—la mirada entre Conway y Gustabo era fija al querer doblegar al otro, siendo un problema al ser igual de orgullosos. Para este tipo de situaciones la única solución siempre era que alguien más interviniera, y ese era Horacio, que una vez más intentó calmar las aguas entre ambos.

—Mañana podríamos tomar el día libre sin problema.—siguió tenso al notar que ambos aún se veían muy molestos con el otro, a pesar de ya haberse entrometido un poco.

—¿Quieres un aumento de salario, nenita?—se burló Conway. Horacio se rindió, dejándolo como una causa perdida, pues definitivamente discutirían de nuevo, así que se apoyó en su codo y volteó a ver un cuadro que estaba en la oficina del superintendente, haciéndosele la cosa más interesante del día.

—Un aumento de salario y de puesto, si no es mucho pedir.—siguió Gustabo de manera burlona igual.

—¿Y no quieres que mejor nos agarremos de la manita y vayamos juntos a hacernos unas pajas?

—No, con usted me parecería asqueroso, yo solo quiero mi salario y mi puesto, nada más.

—¿Ah sí? ¡Con gusto Gustabin! ¿Cuanto quieres de salario?

—10,000 la hora, si no es mucha molestia.

Horacio a partir de ahí fue oídos sordos, sintiendo sus tonos de voz elevarse hasta el punto de gritarse un montón de palabras groseras y agresivas.

Gracias a ellos dos aprendió a ignorar conversaciones aunque casi lo aturdieran.

¿Qué cenaré hoy?
Pensó Horacio entre tanto ruido.
Tengo en casa unos buenos filetes de carne pero no sé cómo prepararlos sin que se me quemen...quizá al final me haga un cereal. Y ¿será que tengo cereal o es que me lo habré terminado después de haber pospuesto 3 días seguidos el filete?...bah.

Y así pasaron veinte minutos, con un despacho lleno de gritos y con uno de los presentes pensando en comida. Lo que calló abruptamente las voces fue la presencia del comisario Brown, pues entró bruscamente, con la respiración agitada y con una mueca nerviosa, captando la atención de los tres cuando trajo consigo una noticia que dejó a Conway bastante enojado, a Gustabo aún más fastidiado y a Horacio un tanto asustado.

—Señor...—jadeaba.—Volvieron a hacerlo...—avisó con jadeos y prisa.

The Law  - Volkacio -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora