~ Ocho ~

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Conway dormía muy poco por estar investigando sin cesar sobre esa mafia que lo tenía hasta la coronilla, colmaba su paciencia también el comportamiento que estaban teniendo sus subordinados, siendo que la mitad se encontraba seriamente buscando pistas sobre ellos mientras que a los otros les sudaba lo que sucedía. 

La noticia que le había dado Gustabo sobre la casa que había armado una fiesta fue la mejor pista para llegar a ellos. Investigó sobre quién era el propietario de esa casa, que fue en vano porque no creía que una señora de 82 años llamada Juanita Clemente viviera en esa lujosa casa.

Al parecer todas las noches hacían fiestas, tomando un descanso de uno o dos días para volver a iniciar el ciclo. Y si realmente fuera esa señora la dueña podría ser la mejor abuela que alguien pudiese tener. 

Encargó que patrullas estuvieran rondando cerca de esa colonia habitualmente sin que levantaran sospechas, pues si no se mudarían de inmediato llevándose las evidencias consigo y muchos más secretos.

Las investigaciones indicaban que los que habitaban ahí era que no solían salir mucho de casa, además de que no se dejaban ver. No pasaban cerca de las ventanas, sin embargo los policías alcanzaban a ver unos cuantos movimientos de puertas abriéndose y/o cerrándose. También alcanzaban a ver a personas que de vez en cuando se asomaban solo para revisar si ellos ya se habían ido.

El superintendente pidió una orden de cateo para poder investigar la casa, cosa que se le fue concedida sin tardar.

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El mismo día se inició la investigación, Conway fue con la compañía de sus más cercanos subordinados, incluyendo a Horacio y Gustabo.

Les ordenó que usaran la máscara para cubrirles el rostro y cabello, pues ellos ya habían sido vistos en ese mismo lugar y no era de su agrado la posibilidad de que fuese interrumpida la investigación encubierto que hacían, ya que estaba teniendo éxito.

De igual manera les ordenó que guardaran absoluto silencio, pues sus voces eran bastante reconocibles.

El problema empezó cuando abrió la puerta una mujer, siendo ella joven, con características hermosas hermosa de cabello castaño y ojos del mismo color, con esbelta figura y un delantal puesto, haciéndola ver aún más linda. Los demás policías se quedaron un segundo embobados por la belleza que se les presentaba en el marco de la puerta.

Sin embargo, el superintendente ya había visto a la mujer más hermosa de su vida, haciéndola —para su suerte— su esposa.

—Buen día, oficial.—llevaba un pañuelo en las manos con la que se limpiaba las manos.—¿en qué les puedo ayudar?—Conway le mostró el papel.

—Tenemos orden de cateo en esta casa. Vamos a revisarla y a ti te quiero hacer unas preguntas.—pasó sin esperar una respuesta, con el resto de su equipo introduciéndose sin esperar el permiso de la mujer.

—Pero bueno, ¿y esto a qué se debe?—pregunta ella un tanto nerviosa y molesta.

—Yo haré las preguntas.—demandó Conway, haciendo que la fémina se pusiera a la defensiva por su mala actitud, mostrándolo con sus brazos cruzados.—¿Cual es su nombre? ¿Vive sola?

—Carla Rodríguez. Y no, vivo aquí junto a mi esposo.—el superintendente pareció activar a tope sus habilidades de observación, ocupando su mirada para abarcar todo rincón y poder buscar pistas que le indicaran que ahí ocultaban algo.

Cuando alguien llega de visita, o si te llegases hospedar en algún lugar suele suceder que las pertenencias de la persona se dejan en la entrada de la casa, abandonando aún más objetos al momento en que se entra en confianza con los propietarios, por eso, notó que en el portallaves habían tres llaveros de diferentes autos, habiendo sólo un auto fuera de la casa.

The Law  - Volkacio -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora