~ Dos dos ~

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¿Sabían que los tlacuaches fueron adorados por nuestros antepasados mexicanos?

Tienen historia del porqué tienen la cola pelona y todo.
Impresionante, ya ni yo con mis historias.

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Antes del amanecer Conway ya se encontraba despierto viendo por el ventanal como los rayos del sol iluminaban todo a su paso, levantando a los pájaros para realizar su canto matutino recorriendo todo Los Santos.

Cómodamente se había preparado un café, ignorando a las personas que estaban dormidas en la sala de manera amontonada. Bebía de manera tranquila esperando el momento en que la luz le llegara a dar en la zona de sus ojos para así voltear con los que estaban dormidos.
Y ese momento para la desgracia de los demás llegó.
—¡Arriba, nenazas, no hay tiempo para dormir!—les gritó, asustando a Gonetti, haciéndolo sentarse con pánico, mientras que Gustabo se había molestado.

—Calle...queremos dormir.—se quejó el rubio, adormilado.

—Dormirán en la noche, gilipollas, despierten ya o traeré una cubeta de agua helada. Y ustedes secarán los sillones.—amenazó antes de irse a la cocina.

Gonetti al ver que se había ido Conway se volvió a acurrucar en las piernas de Ivanov, mientras que Gustabo empujó el rostro de Greco con su puño, cosa que el otro sólo reaccionó de forma tranquila, acomodándose.

Tardó un poco pero Conway volvió con lo prometido, teniendo una jarra entera con hielos aún flotando.
Inició con Gustabo, haciéndolo sentar bastante molesto.

—¿QUÉ COÑO? ¡CONWAY!—se intentó secar el rostro por el excesivo frío que lo había invadido.—¡VÁYASE A LA MIERDA!—maldijo, su comentario no inmutó a Conway pero despertó ligeramente a Greco por tanto alboroto; antes de poder hacerlo por completo el agua le empapó, haciéndolo sentarse para inhalar por la boca de manera fuerte.

—Hostia puta...me cago en la madre que parió a Conway...—se secó el rostro con molestia. Gonetti se despertó y vio como se acercaba el amenazante señor de corbata, hacia él e Ivanov. Entró en pánico y movió bruscamente a su compañero para despertarlo de manera bruta.

—¡Ivanov!—le repitió mientras el otro se acercaba sin piedad.

—¿Qué pasa, Gonetti?—balbuceó pero satisfactoriamente para Conway le cayó el resto, pareciendo una cascada junto con hielos.—¡ME CAGO EN TU PUTA MADRE!—se puso de pie de prisa, no midiendo su fuerza y cayendo al piso de boca.

—Les dije, nenazas.—canturreó Conway.

Las maldiciones rondaron entre los presentes, con el mayor divirtiéndose secretamente al haber hecho eso.

Les prometió que si no se levantaban pronto iba a volver a bañarlos, pero esta vez con agua hirviendo. Todos temieron por su piel así que comenzaron su día, unos yendo a la cocina para preparar el desayuno y otros a bañarse en un lugar disponible.

Conway fue el único que hizo algo diferente a ellos: fue a la habitación de Volkov.
—¡Capullos! ¡Espero estén vestidos porque voy a entrar!—invadió su privacidad abriendo la puerta sin que se lo concedieran. Le llegó el aroma de la habitación y bufó.—Hostia puta, huele a una buena luna de miel.—entró y vio a los dos desnudos en la cama.—Arriba, capullos.—Horacio volteó a verlo adormilado, captando que era su padre.

—¿Conway? ¿Qué pasa?—balbuceó tallando su ojo. Poco a poco Volkov comenzó a despertar, volteando con el de la corbata, adormilado.

—Despierten ya, par de enamorados.—se dirigió a la puerta para irse.—Y limpien todo lo que hicieron, parece un camerino de prostitutas.—se salió y Horacio captó lo dicho por quien consideraba como padre.

The Law  - Volkacio -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora