~ Diecisiete ~

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El rostro le comenzaba a doler, demostrándolo con unos cuantos quejidos de angustia. El estado en el que se había puesto Horacio lo había preocupado bastante y justo ahora sólo podía observar la puerta de la sala de interrogación, esperando verlo pasar y confesarle todo, solo a él.
—¡Mírame a los ojos cuando te hablo, gilipollas!—le aplastó más fuerte su rostro, tomando toda su atención, viéndose mutuamente.—Te pregunté: ¿qué le dijiste, pedazo de mierda?—anteriormente se había percatado de que el superintendente le apuntaba con un arma justo en la sien pero eso no era lo que lo mantenía con angustia brotando en todo su pecho, pues tan solo quería saber el estado de su amante.

—Quiero hablar con él, quiero saber que está bien.—jadeó al ser libre de la presión que sentía en su rostro, pero soltando un quejido cuando sintió un golpe en la zona de su pómulo con la empuñadura del arma.

—¡GILIPOLLAS! ¡NO ESTÁS EN DERECHO DE PEDIRME COSAS, CAPULLO DE MIERDA!—le gritó Conway justo antes de darle otro golpe en la zona de su estómago, siendo esta vez un puñetazo que le obligó a expulsar todo el aire. Comenzó a toser y jadear.—¿Ya vas a hablar? Las cámaras están en bucle.—sacó su porra y con velocidad la dirigió a la zona de sus escápulas.—¿Quienes son tus cómplices? ¿Con quienes trabajas? ¿Por qué asesinaste a seis personas?—con cada pregunta que hacía le daba otro golpe. Volkov soltaba quejidos y jadeos, intentando recuperarse, pues ahora estaba tirado en el piso totalmente indefenso.—¡Habla!—recibió una fuerte patada en la zona del pecho, dejándolo de nuevo sin aire y con pesada tos. Unos varios segundos después apoyó con su antebrazo para enderezarse un poco.
Balbuceó algo que no entendió el superintendente, obligándolo a acercar su rostro para entender su palabrerío.

—Quiero hablar con Horacio.—repetía él entre jadeos.

—¡Tú no vas a hablar con nadie más que conmigo, asesino de mierda!—le dio otro porrazo en la espalda, haciéndolo caer de boca al suelo.—Joder...—Conway se enderezó para suspirar y elevar su barbilla, sintiendo un gran placer al estar provocando dolor a personas que se lo merecían.—como se me está poniendo...—se acomodó su corbata. Volteó con Volkov, viéndolo en el piso.—Escúchame bien, vas a decirme todo lo que hiciste o vas a desear no haberte ido de Rusia.—le susurró con "paciencia" que era totalmente falsa.

Los jadeos y lamentos del peligris era lo único que se escuchaba en esa sala. Conway notó que si seguía con la tortura física no iba a durar mucho, así que llamó a un EMS y le indicó sin explicación alguna que fuera a la sala de interrogación donde estaba Volkov. Lo dejó esposado en la mesa y por consiguiente salió para ir con los hermanos, más preocupado por saber el estado psicológico del de la cresta.

No tardó mucho para verlos sentados en las escaleras, con el rubio estando a un lado del moreno que mantenía sus manos pegadas a su rostro, soltando sollozos.

—¿Qué pasó ahí dentro, Horacio?—se acercó Conway.

—Conway, no es buen momento.—advirtió Gustabo.—Yo me encargo.—le avisó, viéndose mutuamente.

—Bien.—estaba por irse a seguir con la siguiente tortura pero fue detenido por la voz de Horacio.

—Papá.—le llamó, haciéndolo voltear y regresar a la misma posición.

—¿Qué?—respondió.

—No le hagas nada.—pidió Horacio entre balbuceos, lágrimas y mocos derramados.—por favor, no le hagas nada.—después de unos segundos Conway se acercó y le tendió una hoja arrugada donde habían notas basura, ofreciéndosela como pañuelo.

—Gustabo, ve a vigilar al sospechoso.—ordenó y el mencionado de mala gana se fue, dejándolos a solas no sin antes darle un tímido beso en la calva a su hermano, mostrándole su apoyo y preocupación. Conway encendió un cigarrillo mientras Horacio se limpiaba los mocos con lo anteriormente brindado por su jefe.—Seré directo, Horacio.—su mirada se dirigió al cielo.—¿Te has enamorado de él?—el otro tardó un poco pero asintió, confesándoselo al super.—¿por qué?—lentamente Horacio negó aún viendo el piso.

The Law  - Volkacio -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora