~ Veinticuatro ~

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—¡Que no!—defendió un Horacio molesto. Azotó la mesa con fuerza.

—¿Están seguros?—preguntó Gustabo con voz temblorosa.

—Totalmente.—respondió Volkov.—Pero ¿por qué tienen esta reacción?—vio a los tres que llevaban una mueca angustiada. Se quedaron callados cabizbajos hasta que el de la barba habló.
Volkov les había enseñado la renovada fotografía de Falak Key, de la cual se enteraron —gracias a una pequeña y rápida investigación de Gonetti— que había cambiado de estilo, viéndose un tanto diferente a la imagen que tenían en la pizarra de la oficina de Volkov.

—La...—habló bajito Greco, incrédulo. Después aclaró su garganta para recomponerse.—La vimos hace unos días.—la atención de todos en la sala se enfocaron en ellos, alterándose de inmediato.

—Habla ahora mismo.—ordenó Conway.—¿qué les dijo? ¿Qué coño pasó? ¡Hablen, gilipollas!—les gritó.

—Hemos mantenido contacto con ella desde esa vez. Fue hace...dos días que la vimos en un callejón llorando...porque estaba triste de que acababa de terminar su amistad con...joder...con su mejor amiga.—hablaba bajo Horacio.—Los cuatro hablábamos por teléfono con ella para...seguir apoyándola.—se puso de pie con un suspiro bastante hastiado y triste.
Se sentía traicionado.

Gustabo se quedó inmóvil viendo a la mesa.
Odiaba ese sentimiento. Odiaba el sentimiento de sentirse traicionado. Ya lo había vivido anteriormente con Greco pero por las circunstancias tuvo que volver a entablar una relación con él, cosa que no le molestó, pero el doloroso cuchillo que llegó a sentir en su espalda por el actuar de Greco es algo que todavía no olvidaba. En cambio el barbón experimentaba lo que había sentido el rubio hace unos cuantos ayeres.

—¿Tienen su número?—preguntó Volkov mientras se acercaba a Horacio. El de la cresta le entregó su celular sin verlo, acción que el ruso se percató, ya que su ánimo pareció decaer por la noticia, notando su cólera que se notaba en sus ojos y la tristeza que lo inundaba en el interior. Conocía a Horacio y sabía que era una persona que se encariñaba casi de inmediato, y al mantener contacto supuso que el golpe había sido del doble.

Buscó en su celular las últimas llamadas y vio el contacto de ella: Cristi 💙.
Le dio ternura y lástima al mismo tiempo.
Ya le había puesto un corazón de color y un apodo de su propio nombre, todo con el cariño que sólo Horacio mostraba.
Prometió que la haría pagar.

Copió su número y lo guardó.
—Bien, necesitamos rastrear la llamada.—vio directamente a Gonetti.—Necesito de tu equipo.—le pidió y él asintió, poniéndose de pie. Rápidamente fue a una pequeña oficina donde tenía lo necesario para rastrearla. Volkov vio a Horacio y le regresó su celular. —¿Podrías llamarla?—el otro tardó mucho, pero asintió.

Estaba molesto pero esto era necesario, además de que era su objetivo principal desde hace tiempo. De lo que no se dio cuenta fue de la fuerza ejercida en la que había tomado el celular hasta que Gustabo puso su mano encima de la suya, queriendo tranquilizarlo en silencio. Sus miradas se conectaron y se comunicaron de la única forma que ellos podían.

Debemos hacerlo. Hay que hacerla pagar.
Comunicó Gustabo y Horacio asintió, relajándose, ahora estando determinado con hacerla caer.

Abrió su contacto y la llamó, viendo hacia al frente con valor y ceño fruncido. Volkov no evitó embobarse unos segundos al ver esa nueva faceta suya. Se veía dura, sombría y poderosa. Le encantaba.

Timbró.

Timbró.

Y timbró.

—¿Hola? ¿Horacio?—habló la voz femenina que se había hecho pasar por una buena amiga del mencionado, Cristina, que todo ese tiempo tan sólo había jugado con ellos tres. El de la cresta inhaló profundamente y puso su mejor y más alegre voz, sorprendiendo a todos por ese cambio radical de humor fingido.

The Law  - Volkacio -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora