Capítulo 1

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Odiaba las mudanzas. Era la segunda en el mismo año, su padre tenía un nuevo trabajo y le hacía viajar de ciudad en ciudad llevándole a él a cuestas. Desde que sus padres se divorciaran y su madre se volviera a casar, Tom Trümper no sabía que hacer con su vida.

Primero se quedó a vivir con su madre hasta que empezó a salir con un tal Gordon. Entonces se quiso ir a vivir con su padre, pero su nuevo trabajo le hacía ir de ciudad en ciudad y al final le dijo que no se podía quedar, que mejor volviera con su madre.

Y en esas estaba. Hizo su maleta de nuevo y regresó a Berlín donde su madre le recibió con los brazos abiertos. Ocupó su antigua habitación de nuevo hasta que semanas después recibió la "agradable" noticia de que se habían comprado una nueva casa.

— ¿Qué le pasa a esta?—preguntó negándose a hacer otra mudanza.

—No le gusta a Gordon cariño—respondió Simone tratando de mantener la calma—Quiere que empecemos una nueva vida en otro sitio.

—Ya, nada que no lleve el recuerdo de papá—resopló Tom.

Porque era verdad, su madre se quedó con la casa en el divorcio y al parecer se había cansado de ella.

—Ya verás como te gusta Leipzig, el pueblo que...

— ¿Un pueblo?—gritó Tom sin querer.

—Es muy tranquilo—siguió diciendo Simone.

—Aburrido—murmuró Tom.

—Todos se conocen y seremos bien recibidos.

—Con cotillas...

—Deja de poner pegas a todo—saltó ya cansada Simone—Entiéndelo Tom, tu padre y yo ya no nos queremos y esta casa me trae malos recuerdos de Jörg.

Dio la discusión por terminada y salió de la habitación de su hijo, dejándole a solas con su enfado.

—Nos vamos en una semana, recoge tus cosas—dijo mientras se iba por el pasillo.

Esperó a que se hubiera alejado lo suficiente para dar él mismo el portazo que no quiso dar su madre. La odiaba en esos momentos, no podía llevar una vida normal si de repente le iban a encerrar en un pueblo alejado miles de kilómetros de la ciudad, por no hablar de sus mejores amigos.

Cogió el móvil y decidió llamarlos, quedar con ellos y beber para olvidar que en una semana se iba a morir de aburrimiento allá lejos de la ciudad.

Tuvo suerte y quedó con Andreas, Georg y Gustav. Salió de casa aprovechando que su madre estaba ocupada en la cocina y su padrastro en el salón leyendo el periódico. Había quedado en el centro y aunque quedaba algo lejos no se quiso arriesgar a llevarse el coche de su madre y que le cayera una buena. Fue andando y media hora después se tomaba de un trago su cerveza.

—Otra—pidió dejando la jarra vacía en la barra.

Andreas rio a su lado y pidió otra para él también. Esperaron a que se las sirvieran y cogiéndolas de la mano se perdieron por el bar. Georg y Gustav habían encontrado dos chicas con las que bailar y ellos se quedaron mirando el panorama.

Ocuparon un rincón solitario y desde allí observaban a las chicas que pasaban de largo poniéndolas a caldo.

—Menudo culo, como se siente encima de alguien le aplasta—rio Andreas señalando a una morena.

—Y esa, te ahoga con sus tetas—señaló Tom riendo a su lado.

Andreas miró y asintió. Suspiró y tras echar un trago de su bebida, se armó de valor y miró a su amigo fijamente.

El amor nunca muere (Psicofonía de amor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora