Parte sin título 2

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La semana pasó volando y cuando quiso darse cuenta estaba en la nueva casa que su madre y padrastro habían comprado. Era grande y espaciosa, pero no acababa de gustarle. Estaba en las afuera del pueblo, sin ningún vecino al lado pues la única casa cercana era una que estaba medio en ruinas.

Estaba de pie estudiándola con atención. Era más grande que la suya, casi una mansión rodeada de jardines que crecían sin ningún tipo de cuidado. Había una valla que rodeaba toda la casa, pero alguien había derribado la puerta de una patada y por lo que había oído en el pueblo la solían usar de picadero.

"Genial"—pensó resoplando.

Iba a pasarse el resto de su vida escuchando gemidos y jadeos procedentes de la casa de al lado, y a saber lo que podría ver.

—Tom, ven y echa una mano.

La voz de su padrastro le sacó de sus pensamientos. Se metió las manos en los bolsillos y fue hacia donde habían dejado aparcado el coche con el resto de su equipaje. Un camión había llegado hora antes con los muebles nuevos que compraron y alguna cosa más que quisieron conservar.

Cogió dos maletas que le tendía su padrastro y entró en la nueva casa con ellas. Eran de su madre y subió al piso superior donde estaban los dormitorios. Pasó dos de ellos y entró en el más grande, donde estaba su madre dando las órdenes necesarias para que los de la mudanza colocaran bien la cama.

—¿Dónde las dejó?—preguntó mirando a su madre.

—Ahí mismo en el suelo—contestó Simone resoplando—¿Has visto ya tu habitación?

—No—murmuró Tom.

—Escoge la que más te guste, la otra la dejaremos como despacho para Gordon—dijo Simone sonriendo.

—Espero que no nos llene la casa de locos—comentó Tom dejando las maletas en el suelo.

—Tom, no seas cruel—le riñó su madre.

Asintió resoplando y la dejó que siguiera dando órdenes a los de la mudanza. Bajó a por más maletas y cogiendo dos suyas subió y siguiendo un impulso se metió en la primera habitación de la derecha, dejando la otra para su padrastro.

Era un psicólogo muy bueno, trabaja en el hospital de la ciudad que quedaba a menos de una hora de donde estaban y ganaba lo suficiente para tener un despacho propio en casa donde atender a más pacientes.

Arrugó la frente al pensarlo, ¿iba a tener su habitación justo al lado? ¿Y si a más de uno se le iba la pinza y le daba por entrar en medio de uno de sus ataques? Tomó una drástica decisión, no estar en la casa cuando estuviera trabajando su padrastro.

Echó un vistazo a su alrededor. La habitación era amplia y su antigua cama quedaría muy bien al lado de la ventana. Se acercó a ella suspirando, al menos sus vistas eran más alegres que las que se veían por la ventana de la habitación de sus padres, que daban a un granero también abandonado.

Su habitación daba a la casa de al lado, pero mirando más a la derecha tenía un buen panorama. Un río corría cerca y lo veía desde donde estaba. Le quedaba una ventana de la casa de al lado enfrente de la suya, y dirigió a ella la mirada. Tenía los cristales rotos y las raídas cortinas colgando por la ventana.

Arrugó la frente, le había parecido ver una sombra que se movía. Se acercó más a la ventana, poniendo una mano en el cristal. Agudizó la vista y entonces la vio con claridad. Era una chica, lo sabía porque había podido ver una melena larga y negras escabullirse tras la cortina.

El amor nunca muere (Psicofonía de amor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora