Dos semanas después era el gran día. Todo salió tal y como Samantha Kaulitz lo había planeado y la boda se celebró en el jardín de su casa. Lloró pensando que no perdía a su hijo, sino que ganaba una hija.
Aunque Tom no pensaba lo mismo. Perdía...al amor de su vida, que les había estado observando desde la cocina, no pudiendo evitar echarse a llorar cuando sellaron la promesa de amor eterno con un beso.
Era como si una fuerza mayor le impidiera desviar la mirada, como si le estuvieran obligando a presenciar como la persona a la que más amaba se casaba con otra, quien disfrutaría de esos besos que antes eran suyos, de esas caricias que antes recorrían su cuerpo...de ese corazón que ya tenía dueño...
Presenció toda la ceremonia y luego trabajó ayudando a servir la comida que dieron en el mismo jardín. Cada vez que se acercaba a la mesa de los novios sentía su alma caérsele hasta los pies, más cuando Tom le miraba y su expresión lo decía todo. No quería esa boda, no amaba a Carol....le obligaban a casarse solo por el bien de una maldita empresa, por la honra de una familia que no aceptaba que su único hijo les hubiera salido rarito.
Porque Bill lo sabía. Cada vez que se cruzaba con el señor o la señora Kaulitz, le dirigían una fría mirada. Si no le echaban de la casa era porque hacía muy bien su trabajo y cobraba un bajo salario...y porque tras la boda su querido hijito ya estaría a salvo.
Lo malo vino al anochecer, compartirían la misma cama que Bill había tenido que hacer esa misma mañana muerto de celos. Le ordenaron cambiar las sábanas y dejar la habitación reluciente. Sobre la colcha había esparcidos pétalos de rosas como también le habían mandado, pero cogiendo un puñado los dejó bajo la almohada de Tom en forma de corazón como señal de su amor.
Llegó la noche y mientras que él lloraba arriba en su cama, en el piso inferior Tom tomaría en sus brazos a su esposa y le haría el amor por primera vez. O eso era lo que Bill se imaginaba...
— ¿Qué te duele la cabeza?—preguntó Carol sin podérselo creer.
Medio desnuda ya como estaba veía a su esposo sentarse en la cama quejándose por lo bajo.
—He bebido mucho—murmuró Tom sin atreverse a mirarla.
—Te pedí que te controlaras—apuntó resoplando Carol.
—Lo siento mucho cariño, tendremos que dejar las celebraciones para otra noche—dijo Tom acostándose en la cama.
No le dio tiempo a replicar, se cubrió con las sábanas y dándola la espalda cerró los ojos suspirando. La verdad era que casi no había probado el alcohol, aún recordaba que había pasado la última vez que bebió. Le hizo a Bill el amor, pero estuvo a punto de hacerle mucho daño si no se hubiera controlado. Iba dispuesto a hacerle suyo sin tener en cuenta sus sentimientos a pesar de haberle prometido no causarle daño alguno. Pero al ver la súplica en los labios de Bill, tomó conciencia de lo que hacía y fue tan suave como pudo, haciéndole disfrutar de su primera vez.
Sintió a Carol acostarse a su lado resoplando. Se había desnudado del todo y sentía su espalda contra la suya, al igual que sus nalgas. Pero nada, su cuerpo ni reaccionaba.
Cerró con más fuerza los ojos y pasados varios minutos cayó profundamente dormido.
Llegó la mañana y cuando abrió los ojos de nuevo tenía a Carol entre sus brazos. No recordaba cuando la había tomado en ellos, y esperaba que solo hubiera pasado eso. Se la quedó mirando dormir, sonriendo en sueños. Era una bonita sonrisa, y sus labios eran muy jugosos. Le llamaron la atención y no dudó en probarlos despertándola de paso.
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El amor nunca muere (Psicofonía de amor)
EspiritualUna voz en el viento le llevó mil y un recuerdos, ¿a quién pertenecía esa dulce voz? ¿Por qué le decía que le seguía amando? ¿Qué fuerza le hacía volver la mirada a esa casa abandonada, como si hubiera alguien espiando por la ventana? "A veces tambi...