Las semanas fueron pasando y Bill y Tom se enamoraron. No había otra palabra para llamarlo, desde que amanecía buscaban un rincón solitario donde dar rienda suelta a la pasión que les embargaba. Se veían a escondidas, y eso era lo que más les excitaba.
Por las noches tenían algo más de libertad. Todos sabían en la casa que a Tom le gustaba ir a la cocina a tomarse un trozo de tarta a media noche, y la cocinera siempre se la dejaba preparada.
Pero desde que Bill llegara, eran sus dulces labios los que saboreaba. Le esperaba a oscuras junto a la despensa, hasta que Bill se reunía con él y entonces abrazándose muy fuerte entraban en la despensa y cerraban tras ellos la puerta. Allí gozaban de la intimidad necesaria para besarse sin que nadie les molestara.
Tom no entendía que le pasaba, nunca antes se había sentido atraído por un chico, pero fue ver a Bill y empezar a sentir muchas cosas por él. Le deseaba, y en esos momentos más que nunca. Quería llevárselo a la cama, y así se lo dijo esa noche mientras le besaba.
—Hagamos el amor—susurró contra sus labios.
Sintió a Bill tensarse en sus brazos y dieron el beso por finalizado.
— ¿He dicho algo que te haya molestado?—preguntó Tom.
— Sabes...sabes que apenas tengo 17 años y yo no...antes no...—tartamudeó Bill.
— ¿Nunca has hecho el amor?—terminó Tom por él la frase.
—Eres el primer chico que me ha besado, nadie antes lo había hecho—le confesó Bill en un susurro.
— ¿Ni una chica?—preguntó Tom, viéndole negar con la cabeza.
Se le quedó mirando extasiado, era tan....virginal... Él iba a ser el primero en todo, en besarle....en hacerle gozar bajo las sábanas...
—Iremos con cuidado—le prometió estrechándole en los brazos—Cuando te sientas preparado buscaremos un rincón solitario y te haré el amor de una forma suave.
Bill asintió entre sus brazos. Tenía miedo de que llegara ese momento, pero no pensaba decírselo. Tenía también miedo de perderlo, era lo mejor que le había pasado y sentía que si se negaba a sus deseos, le iba a perder sin remedio.
Además, tampoco era que le estuviera forzando. Había dicho que le daría todo el tiempo necesario, y solo lo harían cuando él estuviera preparado. Y con mucho amor...y cuidado...
Pero las cosas se precipitaron. Samantha y John Kaulitz le tenían una sorpresa a su hijo reservada...
Dos días después de pedirle a Bill hacer el amor se presentaron unos amigos de sus padres a comer. Los conocía, era otra de las familias influyentes de Leipzig y su padre tenia muchos negocios con ella.
Los Stanford no venían solo, su hija mayor Carol les acompañaba. Tom la conocía de vista solo, pero nunca antes habían intercambiado una palabra. Y en esos momentos la tenía sentada a su derecha mientras disfrutaban de la comida servida en los jardines de la casa dado el buen tiempo que hacía.
Sabía que eran vigilados. Desde una de las ventanas de la cocina sentía los ojos de Bill fijo en cada uno de sus movimientos. Tenía celos de Carol, y eso le estaba excitando.
— ¿Me has oído, Tom?—llamó Samantha.
Carraspeó y centró en su madre toda la atención.
—Perdona madre, estaba distraído—se disculpó.
—Te decía que tras la comida tú y Carol podíais dar un paseo—repitió Samantha con calma—Enséñala los jardines, mientras nosotros tomaremos el té en la casa.
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El amor nunca muere (Psicofonía de amor)
SpiritualUna voz en el viento le llevó mil y un recuerdos, ¿a quién pertenecía esa dulce voz? ¿Por qué le decía que le seguía amando? ¿Qué fuerza le hacía volver la mirada a esa casa abandonada, como si hubiera alguien espiando por la ventana? "A veces tambi...